viernes, septiembre 22, 2006

Acusan no tener propiedades en el país: Las maniobras de Benetton para no pagar por un juicio perdido

Enviado por Nora Corvalan *

Por Sebastián Hacher para Prensa De Frente.

A fines de Mayo del 2004, el grupo Benetton ganó un juicio contra la familia Mapuche Curiñanco-Nahuelquir. Los italianos lograron entonces quedarse con 536 hectáreas que el pueblo Mapuche reclamaba como parte de su territorio. Los voceros de Benetton, más allá del daño que sufrió la imagen de su empresa, festejaron el fallo en nombre de la "seguridad jurídica" y el "respeto a la propiedad". Pero ese supuesto apego a las leyes parece entrar en contradicción con otras actitudes del grupo económico. Es que luego de 20 años de litigio, en un fallo de reciente ratificación, la justicia argentina condenó a Benetton a pagar más tres millones de dólares a un empresario perjudicado por las maniobras del grupo en los años 80. Los italianos tratan de desconocer la deuda, y por ahora lograron frenar el embargo de su castillo en Treviso, Italia. Al momento, la justicia local no encontró bienes para embargarle en nuestro país. Para no hacerlo, se reflotó una antigua leyenda: Benetton no tiene propiedades en la Argentina.
La historia comenzó en 1984, en un balneario de Punta del Este. Allí, el empresario argentino R.J. Willmott se encontró con Luciano Benetton, con quién comenzó a negociar una licencia para explotar la firma italiana en el mercado local. Willmott venía de trabajar en Argentina con marcas como Guess, Fiorucci y Sergio Taccini, así que no le costó mucho ganarse la confianza de Luciano.

Un año después, en Febrero de 1985, el empresario argentino viajó a Italia con una propuesta de negocios que incluía abrir sucursales en el interior del país. Con él viajaron dos acompañantes particulares: los hermanos Marco y Federico Gastaldi, que hacían de intermediarios con la familia Benetton. Más tarde, los abogados del grupo italiano sostendrían que sin la intervención de los Gastaldi, "no se habría celebrado esa entrevista".

Como es sabido, en nuestro país los Gastaldi alcanzaron la cumbre de su fama como banqueros ligados al menemismo y a los ricos y famosos de la era de la convertibilidad. Luego de la quiebra de su Banco, el Extrader, fueron denunciados en Estados Unidos por su presunta participación en maniobras de lavado de dinero. En el 2002, Marco Gastaldi conoció la cárcel, acusado de "estafas reiteradas", por su actuación al frente del banco, que dejó varios 'clavos' entre los ricos que lo rodeaban. Más tarde, en el ámbito de la farándula, las cosas mejoraron: los encuentros de los Gastaldi con Mick Jagger y otras celebridades internacionales los sacaron de las páginas policiales y lo devolvieron a las secciones de color de los medios locales. De todas las relaciones que lograron mantener, la más sólida siempre pareció ser la amistad con los Benetton. Los diarios Pagina 12 y Clarín llegaron a escribir que Marco Gastaldi era "representante, inversor y consejero" de Luciano Benetton en Argentina.

Pero en 1985, durante las tratativas para explotar la marca Benetton en Argentina, los Gastaldi parecían ocupar solo el papel de presentadores.

En abril de ese año, Luciano Benetton llegó a Argentina para recorrer la ciudad y elegir lugares donde se abrirían locales. Sus anfitriones contarían luego que se entusiasmó mucho con la esquina de Alvear y Callao, que estuvo en un shopping de Avellaneda y visitó fábricas en Colón. Y que en uno de sus tantos almuerzos en el Sheratton hotel, escribió en una servilleta que pasos se debían seguir para terminar de lanzar el negocio.

En ese mismo mes, las reuniones se trasladaron a Treviso, Italia. Willmott tenía un plan de trabajo con proyecciones hasta 1987, así que en ese viaje se comenzó a hablar de las royalties y demás aspectos legales. El 18 de Abril se firmó el contrato entre ambas partes, y los Benetton le entregaron a Willmott lo que se calificó como "un material altamente secreto desde el punto de vista comercial".

Desde ese mismo momento, el argentino comenzó a trabajar para montar lo que prometía ser un negocio muy lucrativo.

Sin embargo, el ambiente flotaba un peligro: las empresas Carmar S.A. y Abda-Grupo Induswell habían registrado los nombres y logotipos de Benetton en la Argentina. Se trataba de una maniobra que no es desconocida en el ámbito comercial: registrar algo en forma preventiva, y llegado el momento, negociar para obtener algún beneficio a cambio de ceder los derechos. Algunos de estos oportunistas son más audaces que otros. En 1980, por ejemplo, el norteamericano Dennis Hope se basó en una laguna legal para registrar la luna a su nombre, y todavía hoy ofrece parcelas de terreno a quién quiera comprarlas.

En el caso de Benetton, las cosas no parecían ser tan complicadas. Al momento de firmar el contrato, se decidió que ese registro podía declararse nulo, pero que lo mejor para no perder tiempo sería negociar la cesión de la marca con los registrantes. Pero so nunca sucedió: según los abogados de Benetton, Carman S.A. se negó a vender la marca, por lo que estos recomendaron a Willmott que "se le propusiese a Carmar comprarle la materia prima necesaria para la producción de los artículos Benetton". Para Willmott, eso significaba sacrificar gran parte de sus futuros negocios.

Comenzó entonces un periodo de negociaciones turbulentas. Se hicieron varias reuniones en Italia y en Argentina, sin llegar a ningún acuerdo. Por último, el 18 de Noviembre de 1985, Willmott decidió mandarle un telex a Benetton, en el que declaraba "resuelta la contratación", y responsabilizaba al grupo italiano por "los daños y perjuicios sufridos, como de las ganancias y chances frustradas".

Pocos meses después, la marca Benetton se empezó a comercializar en la Argentina de la mano de Carmar S.A. y de otra empresa llamada Vanderfield.

A partir de allí comenzó un conflicto judicial que ya cumplió la mayoría de edad. El 15 de diciembre del 2001, el Juzgado comercial Nro. 7 le dio la razón Willmott, y condenó a Benetton a pagarle casí dos millones de dólares por la "perdida de chance", es decir, por lo que el empresario argentino se perdió de ganar al no concretar el negocio. El 23 de Mayo del 2006, con la firma de los jueces de la Cámara de Apelaciones en lo Comercial Bindo Caviglione Fraga y José Luis Monti, se ratificó la sentencia con costas a cargo de Benetton. Desde entonces, la suma a pagar asciende a casi 3 millones de dólares más honorarios.

Según fuentes cercanas a la causa, para cobrar la deuda se envió un exhorto diplomático a Italia, donde se pedía embargar el castillo de la familia Benetton en Treviso. Hoy ese trámite está trabado en la justicia italiana por una presentación de los Benetton. Según el abogado Hugo Agusto, apoderado de la empresa de Willmott, con este hecho "se pretendió desconocer el derecho argentino, negándole validez a la sentencia por parte de aquellos que alabaron a la justicia argentina cuando les dio la razón en el tema Mapuche, y que la desconocen al momento de tener que pagar las deudas condenadas en Argentina".

En pocas palabras: para Benetton, la justicia argentina es válida sólo cuando le da razón.

Pero aún queda un detalle. ¿Por qué ir a cobrarles una deuda hasta Italia, cuando los Benetton tienen en la Argentina más de 900.000 hectáreas de tierra, ganado, pozos petroleros y cateos mineros?. Aunque parezca surrealista, la respuesta es que los italianos dicen no tener propiedades en la Argentina. Para sostenerlo, se basan en un solo hecho: la Compañía Argentina Tierras del Sud (así se llama su latifundio en la Patagonia) es una Sociedad Anónima. Entonces, a pesar de que su presidente es Carlo Benetton, y de que todas las acciones de la compañía están en manos de Edizione Holding (la sociedad madre del grupo Benetton), no consideran que exista relación entre esas tierras y el grupo italiano.

Con esa lógica, las cartas Benetton y Perez Esquivel, las declaraciones públicas al respecto, el intento de donar terrenos improductivos a la provincia de Chubut, y hasta las reuniones en Italia con los representantes Mapuche podrían ser considerados frutos de la más pura ciencia ficción.

El diputado Carlos Tinnirello acaba de presentar un proyecto para expropiar Santa Rosa, el predio de 536 hectáreas que reclama la familia Curiñanco. Como están las cosas, para concretar cualquier medida de ese tipo contra Benetton, tal vez haya que imitar lo que hizo el fisco italiano con Diego Maradona la última vez que pisó Italia: confiscarle lo que tenía puesto.

Quizás, así descubramos que Benetton se está llevando las riquezas de nuestra tierra en los bolsillos.

* Asamblea Comarcal contra el Saqueo

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