Por Andrés Campos
Hace ya algunos años, el director de cine Jorge Preloran, tratando de ilustrar la diferencia entre los pueblos egocéntricos y etnocéntricos, citaba el siguiente supuesto: si en Bs. As., en una función teatral para chicos se produce un incendio, un padre entra desesperado a rescatar a su hijo. En Amsterdam en cambio, ese padre entra desesperado a rescatar al primer niño que encuentra, porque tiene la certeza de que otros se están haciendo cargo de rescatar al suyo.
Ésa es la mentalidad etnocéntrica, donde el ego esta extendido y difundido hacia las vecindades mas lejanas de la propia existencia. En los pueblos egocéntricos por el contrario, no existe tal extensión y los impulsos de amor así como las nociones de responsabilidad, apenas ocupan unos tramos en el confuso derredor del sujeto.
La Argentina es un país apasionado, apasionante, intolerable e intolerante. El periodismo no nace de vientres de madres periodistas, nace de vientres de madres civiles, en consecuencia, de nuestra pasión desbordada.
La prensa sirve para saber la temperatura y, por supuesto, para conocer la información que se da oficialmente. Hay muchas noticias pero poca información.
Hoy no se debe temer tanto a la prensa como formadora de opinión. Es la opinión la que forma a la prensa. Es decir, mal puede haber un periodismo que incite a las masas a la conquista social, si las masas no están dispuestas a la conquista social.
Y también para que la prensa pueda manifestarse, será necesario siempre que más allá y por encima de la capacidad técnica, del poderío financiero y de la aceptación de uno u otro vocero, que haya hombres, periodistas dignos, dispuestos siempre a decir su verdad. Si ese hombre no se diese, no existiese, no habrá entonces prensa digna de tal nombre. Que hay limitaciones al ejercicio del periodismo, es algo muy obvio, hay gente que no llevará el ejercicio del periodismo mucho más allá de la rutina. Y aquel que lo hace, o se anima a hacerlo, no es seguro si recibirá frutos u otra cosa. Pero por lo pronto, es muy difícil que el periodismo “se juegue”.
Como dice Dolina en su -refutación al periodismo- “diariamente se propone el paradigma del hombre bien informado, que al parecer es un sujeto que conoce la cotización del franco suizo, las andanzas sentimentales de los cantantes de boleros y los problemas de los cultivos de papas en Balcarce. Pero sucede que así, la exposición periodística esta condenada fatalmente a cierta economía de razonamiento que no siempre conduce al conocimiento cabal. Y se produce entonces un fenómeno que a mi juicio es fatal para el pensamiento de nuestro tiempo: miles de personas creen conocer cosas que en realidad ignoran. Y el mundo esta lleno de pseudoperiodistas o mentecatos que se consideran en el caso de opinar sobre cualquier cuestión. Utilizan para ello opiniones ajenas, menesterosos argumentos que venden como su opinión, al mejor postor. Existen diarios que explican la teoría de la relatividad en dos carillas y solventan una teoría audaz sobre la inflación mediante un recuadro de dos columnas. Y aun desconociendo yo enteramente la teoría de la relatividad, me atrevería a jurar que se trata de arduos asuntos, cuya cabal comprensión reclama mucho más que 10 minutos”.
A mi entender, uno de los mayores peligros para la libertad de expresión y de pensamiento hoy en día, no proviene solamente de la intromisión directa del “Ministerio de Información” o de cualquier organismo oficial. Hoy, algunos directores y periodistas se esfuerzan por eludir ciertos temas. En este país, la cobardía intelectual es el peor enemigo al que han de hacer frente los periodistas en general. Es ese un hecho grave, que ha a mi entender no ha sido discutido con la amplitud que merece, mientras la prensa sigue tal como está: muy centralizada y propiedad de unos pocos hombres adinerados, que tienen muchos motivos para no ser demasiado honestos al tratar ciertos temas. Como es obvio, existen temas que no deben ponerse en tela de juicio, a causa de los intereses creados que los rodean. Tanto pública como privadamente, se vive consciente de que aquello “no debe” ser publicado. Y aunque se arguyera que lo que se dice es cierto, es tildado de “inoportuno” o “al servicio de otros intereses”.
De todo esto resulta que, cuando en la actualidad la ATMECE pide libertad de prensa, por la aplicación del Art. 257 del “nuevo” Código Procesal Penal, de hecho no está pidiendo autentica libertad, ya que se mantuvo en silencio cuando dos periodistas de nuestra ciudad fuimos querellados por la empresa Minera El Desquite, ataque que fue repudiado por casi mil personas de toda la comarca en la última marcha de los vecinos autoconvocados, y hasta por el Intendente Williams, quien señaló que se trataba de una actitud “exagerada” y “vengativa”, el querellar a periodistas “por hacer su trabajo”.
Libertad, como dice Rosa Luxenburg, es “libertad para los demás”. Idéntico principio contienen las palabras de Voltaire: “Detesto lo que dices, pero defendería hasta la muerte tu derecho a decirlo”. Hoy esta libertad de expresión es menospreciada en la teoría y la practica.
Conozco muy bien las razones por las que algunos periodistas demuestran su pusilanimidad y su deshonestidad. Conozco por experiencia, los argumentos con los que pretenden justificarse a sí mismos. Hoy algunos periodistas le tienen miedo a la libertad y no vacilan en mancillar la inteligencia: es para llamar la atención sobre estos hechos por lo que he escrito esta carta.
Hace ya algunos años, el director de cine Jorge Preloran, tratando de ilustrar la diferencia entre los pueblos egocéntricos y etnocéntricos, citaba el siguiente supuesto: si en Bs. As., en una función teatral para chicos se produce un incendio, un padre entra desesperado a rescatar a su hijo. En Amsterdam en cambio, ese padre entra desesperado a rescatar al primer niño que encuentra, porque tiene la certeza de que otros se están haciendo cargo de rescatar al suyo.
Ésa es la mentalidad etnocéntrica, donde el ego esta extendido y difundido hacia las vecindades mas lejanas de la propia existencia. En los pueblos egocéntricos por el contrario, no existe tal extensión y los impulsos de amor así como las nociones de responsabilidad, apenas ocupan unos tramos en el confuso derredor del sujeto.
La Argentina es un país apasionado, apasionante, intolerable e intolerante. El periodismo no nace de vientres de madres periodistas, nace de vientres de madres civiles, en consecuencia, de nuestra pasión desbordada.
La prensa sirve para saber la temperatura y, por supuesto, para conocer la información que se da oficialmente. Hay muchas noticias pero poca información.
Hoy no se debe temer tanto a la prensa como formadora de opinión. Es la opinión la que forma a la prensa. Es decir, mal puede haber un periodismo que incite a las masas a la conquista social, si las masas no están dispuestas a la conquista social.
Y también para que la prensa pueda manifestarse, será necesario siempre que más allá y por encima de la capacidad técnica, del poderío financiero y de la aceptación de uno u otro vocero, que haya hombres, periodistas dignos, dispuestos siempre a decir su verdad. Si ese hombre no se diese, no existiese, no habrá entonces prensa digna de tal nombre. Que hay limitaciones al ejercicio del periodismo, es algo muy obvio, hay gente que no llevará el ejercicio del periodismo mucho más allá de la rutina. Y aquel que lo hace, o se anima a hacerlo, no es seguro si recibirá frutos u otra cosa. Pero por lo pronto, es muy difícil que el periodismo “se juegue”.
Como dice Dolina en su -refutación al periodismo- “diariamente se propone el paradigma del hombre bien informado, que al parecer es un sujeto que conoce la cotización del franco suizo, las andanzas sentimentales de los cantantes de boleros y los problemas de los cultivos de papas en Balcarce. Pero sucede que así, la exposición periodística esta condenada fatalmente a cierta economía de razonamiento que no siempre conduce al conocimiento cabal. Y se produce entonces un fenómeno que a mi juicio es fatal para el pensamiento de nuestro tiempo: miles de personas creen conocer cosas que en realidad ignoran. Y el mundo esta lleno de pseudoperiodistas o mentecatos que se consideran en el caso de opinar sobre cualquier cuestión. Utilizan para ello opiniones ajenas, menesterosos argumentos que venden como su opinión, al mejor postor. Existen diarios que explican la teoría de la relatividad en dos carillas y solventan una teoría audaz sobre la inflación mediante un recuadro de dos columnas. Y aun desconociendo yo enteramente la teoría de la relatividad, me atrevería a jurar que se trata de arduos asuntos, cuya cabal comprensión reclama mucho más que 10 minutos”.
A mi entender, uno de los mayores peligros para la libertad de expresión y de pensamiento hoy en día, no proviene solamente de la intromisión directa del “Ministerio de Información” o de cualquier organismo oficial. Hoy, algunos directores y periodistas se esfuerzan por eludir ciertos temas. En este país, la cobardía intelectual es el peor enemigo al que han de hacer frente los periodistas en general. Es ese un hecho grave, que ha a mi entender no ha sido discutido con la amplitud que merece, mientras la prensa sigue tal como está: muy centralizada y propiedad de unos pocos hombres adinerados, que tienen muchos motivos para no ser demasiado honestos al tratar ciertos temas. Como es obvio, existen temas que no deben ponerse en tela de juicio, a causa de los intereses creados que los rodean. Tanto pública como privadamente, se vive consciente de que aquello “no debe” ser publicado. Y aunque se arguyera que lo que se dice es cierto, es tildado de “inoportuno” o “al servicio de otros intereses”.
De todo esto resulta que, cuando en la actualidad la ATMECE pide libertad de prensa, por la aplicación del Art. 257 del “nuevo” Código Procesal Penal, de hecho no está pidiendo autentica libertad, ya que se mantuvo en silencio cuando dos periodistas de nuestra ciudad fuimos querellados por la empresa Minera El Desquite, ataque que fue repudiado por casi mil personas de toda la comarca en la última marcha de los vecinos autoconvocados, y hasta por el Intendente Williams, quien señaló que se trataba de una actitud “exagerada” y “vengativa”, el querellar a periodistas “por hacer su trabajo”.
Libertad, como dice Rosa Luxenburg, es “libertad para los demás”. Idéntico principio contienen las palabras de Voltaire: “Detesto lo que dices, pero defendería hasta la muerte tu derecho a decirlo”. Hoy esta libertad de expresión es menospreciada en la teoría y la practica.
Conozco muy bien las razones por las que algunos periodistas demuestran su pusilanimidad y su deshonestidad. Conozco por experiencia, los argumentos con los que pretenden justificarse a sí mismos. Hoy algunos periodistas le tienen miedo a la libertad y no vacilan en mancillar la inteligencia: es para llamar la atención sobre estos hechos por lo que he escrito esta carta.
Los mandatos económicos, que gobiernan la mayoría de los medios masivos, tergiversan la función esencial para la que han sido creados. Ya que no los diputados, ni los senadores, ni los jueces, entonces han de ser los periodistas quienes conservemos a ultranza nuestra autonomía de opinión y de trabajo, con respecto a las empresas que nos contratan. ¿No nos olvidaremos? Decía Borges: no es posible olvidar, sólo es posible ser olvidado. Porque el recuerdo, no es un puro acto de la memoria, sino que se debe traducir en conductas activas.
No olvidar a José Luis Cabezas, significa no abandonar el estado de movilización hasta que el último detalle de su horrendo crimen sea develado y los responsables estén tras las rejas. No más periodistas asesinados, pero tampoco no más campesinos y pobladores originarios desalojados. De no producirse ese despertar de la conciencia colectiva, de no correr todos para salvar a cualquiera cuando el incendio se produce, entonces, los asesinos estudiarán atentamente nuestras reacciones y volverán a por quien les convenga y cuando les venga la gana.
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