Por Coordinadora de Trabajadores de Base
Jueves 28 – 20 horas – En la UNP proyección del Documental:
“La crisis causó dos nuevas muertes”
Los medios de comunicación en la masacre de Avellaneda
Asociación de Docentes Universitarios
Federación Universitaria Patagónica
Movimiento Estudiantil Liberación
Un comentario de una revista de cine
EL TIEMPO RECOBRADO
Esta es la segunda versión de este texto, o la tercera. Entre la anterior y esta, vi nuevamente JFK, el monumento de Oliver Stone a la memoria de John Fitzgerald Kennedy, y empecé a encontrar algunos vasos comunicantes con el documental La crisis causó 2 nuevas muertes. En principio, ambas películas -la primera, sobre todo al final, en la secuencia del juicio reconstruyen un acontecimiento del que el público tenía apenas algunos datos dispersos. En segundo lugar, los dos films muestran crímenes políticos. Hasta ahí, las semejanzas. Lo que más une las dos películas es una pregunta que aún no tengo la seguridad de poder responder: ¿tiene el cine algún deber? Y, de ser así, ¿cuál es?
Para Oliver Stone, al menos en aquella obra, sí: el cine es la herramienta que permite recuperar un instante y mostrarlo completo. Da la impresión de que Patricio Escobar y Damián Finvarb, directores de La crisis..., piensan lo mismo.
La crisis... lleva por nombre el titular del diario Clarín publicado el 27 de junio de 2002. Los dos muertos eran MaximilianoKosteki y Darío Santillán, asesinados a sangre fría por efectivos de la Policia de la Provincia de Buenos Aires. El film muestra que el diario tenía una secuencia fotográfica suficientemente clara como para decir que los asesinos habían sido uniformados, pero prefirió no tener más sujeto para los crímenes que esa abstracta "crisis" que puede ser en realidad cualquier cosa. Para, mayor imprecisión, la volanta de tal título era: "No se sabe aún quiénes dispararon contra los piqueteros". La foto que aparece bajo el titular, sin embargo, muestra a Kosteki caído, Fanchiotti moviéndose y una imagen fugitiva, Santillán, a punto de ser derribado. Es decir, la imagen -una imagen en movimiento, además- desmentía lo que decía el diario.
La hipótesis del documental es que Clarín sí tenía las pruebas de que la policía había disparado, pero decidió decir cualquier otra cosa por cuestiones políticas. Hay testimonios contradictorios respecto de lo que pasó en la redacción del diario más leído e influyente del país ese día: es muy interesante ver las reacciones y declaraciones de Pepe Mateos, quien sacó esa y otras fotos, toda una secuencia, contrastadas con los dichos de Julio Blanck, editor jefe del diario, que dice que el único error de ese día fue el titular. La sospecha es que tal manipulación de la información fue interesada, aunque no queda del todo comprobado en la película. Sí queda claro que existe un alto grado de irresponsabilidad y de "nomeimportismo" a la hora de ver los propios errores.
Clarín tardó dos días en mostrar las fotos, los dos días que tardó el gobierno de Duhalde en percatarse de que, esta vez, nadie creía en muertos por un enfrentamiento entre piqueteros. Es decir, percatarse de su propia fragilidad institucional. Mucho más que la devaluación o el "Quien depositó dólares, recibirá dólares", lo que acabó con las pretensiones de Duhalde fue ese crimen llevado a cabo por un instrumento del Estado.
Hasta aquí, algo que todos sabemos y no siempre recordamos. Lo que hace de la película algo mucho más interesante que una mera denuncia es la manera en que los cineastas juntan los fragmentos dispersos de los hechos de ese día. El cine, la herramienta cinematográfica, funciona aquí como reorganizador y memoria. Quienes hayan seguido los hechos de ese día, se darán rápida cuenta de que nada de lo que se ve en el documental es falso o incluso nuevo. Pero la manera como lo vimos, la forma en que, en el mismo momento, las imágenes estaban siendo manipuladas (ejemplo: Sergio Lapegüe diciendo algo así como que los piqueteros tiraban piedras con gomera "ante los ojos de la Virgen ", mostrando al mismo tiempo una imagen religiosa hecha con azulejos) transformó el hecho en un montón de secuencias que se desconectaban unas de otras al ser mostradas en vivo. Los cineastas eligen un camino simple y al mismo tiempo riesgoso: en lugar de colocar los fragmentos de modo tal que reflejen una opinión previa, simplemente rearman la secuencia a partir de lo que la propia televisión y los propios diarios tenían a mano. Necesariamente la represión aparece como una orden "de arriba". Necesariamente es desproporcionada. Necesariamente los crímenes son cometidos por las fuerzas de seguridad. Vemos que, siguiendo sólo la línea temporal, las piezas del rompecabezas se juntan de manera lógica. Con el tiempo y el espacio recuperados, vemos, por primera vez, los asesinatos de Kosteki y Santillán sin margen de duda o error. Poco importa que en la secuencia fotográfica falten las imágenes de las balas entrando en los cuerpos: está el antes, está el después. Esos fotogramas no son indispensables para que el crimen que al descubierto. Para que se vea.
Lo que queda claro es que hubo mal uso del periodismo. En lugar de contar la verdad o chequear la información, lo que importaba era (en el mejor de los casos) "salir" con la primicia sensacional a la calle. "Nos equivocamos -dice Blanck-. ¿Qué hago? ¿Me corto las venas? ¿Renuncio?" No quiero responder a esta pregunta porque sería caer en el juego cínico de muchos periodistas que creen que la realidad no sólo no debe conmoverlos sino que "Es así, qué va'cé". Como si el periodismo fuera lo mismo que vender zapallos. No lo es y tiene una enorme responsabilidad, un enorme poder. Lo que el periodismo argentino hizo ese día fue -si por "ayudar" a Duhalde o no es harina de otro costal, aunque la desidia no es un crimen peor que la malicia destruir el acontecimiento al atomizarlo. Por eso este documental es cine, y r~ñ1adica la diferencia con el periodismo o la televisión rf: el;:~e tiene la capacidad de recuperar y conservar el tiempo.
Lo que el film integra a estos hechos definitivamente claros son los discursos que se tejieron a su alrededor. El montaje de la película aquí también responde a establecer cierto orden, aunque esta vez no es la lógica de la realidad sino de la contigüidad. Poco importa, por ejemplo, que Luis D'Elía y Daniel Hadad parezcan habitar, en nuestro escenario cotidiano, veredas opuestas. Las declaracones de uno para el film más las cosas que dice el otro la noche misma de los crímenes en su programa de TV; muestran hasta qué punto piensan igual. Ambos justifican los asesinatos, como si fuera lógico y natural que la manifestación deba ser dispersada con balas de plomo.
Estas dos declaradones un poco radicales como >lementan el ctnismo de los periodistas y lo potencian, como si realmente hubiera un acuerdo de encubrimiento. Es claro que tal encubrimiento puede ser también producto de la falta de seriedad y, sobre todo, de la necesidad de transformar el acontecimiento en evento.
La diferencia es sutil pero importante. Todo lo que pasa es un acontecimiento. No todo es un evento, el evento es ese hecho tan irrepetible que o bien se partid- >a de él sin pensar (por el sólo hecho de su excepcionalidad) o se rechaza sin pensar (porque su excepcionalidades tan grande que no afecta el resto de nuestra vida). Hay que "participar" del evento. Hay que acercarse a él y adquirir todo lo que se genere a su alrededor. El evento se compra y se vende (no otra cosa pasa con estas películas, es lo que dejamos al pegarle un tomatazo a la Gioconda ). Para que un hecho se transforme en evento, hay que modificarlo así será adquirible de acuerdo con o que -siguiendo la lógica del mercado- "el público quiere/pide". Por ejemplo, la idea de que los piqueteros son violentos. Que esa idea sea funcional a un gobierno en particular, aquí es lo de menos: lo que La crisis... muestra (no se puede decir si ex profeso o no) es la lógica detrás de esa operación de mercado. Y, para nuestra sorpresa (y otra cosa que justifica el cine: ser cada film un documento de lo extraordinario), esa vez no funcionó. Las fuerzas desatadas para armar un encubrimiento no fueron suficientes. El público, los ciudadanos, por una vez, no reaccionaron como el "mercado". Ante el asesinato ostensible y el criminal a la vista, no había -no lay- estrategia de discurso alguna que pueda.
Por eso pensaba en IFK, también. El núcleo de esa película no es simplemente la reconstrucción con maquetas y lo que sucedió en Dallas en noviembre del 63, sino la película de Abraham Zapruder. Nada de lo que marca el guión de la película es más poderoso como prueba que esos segundos de film, cine puro. El problema de Stone es que está demasiado movido por una tesis que cree probada antes de la demostración, y por eso es que JFK se puede ver como un apasionante y emotivo thriller judicial, pero no necesariamente como la prueba del en~bri- miento de un magniddio y un golpe de Estado. En el caso de La crisis..., no se trata de probar el asesinato, ya probado, sino de mostrar (demostrar) que el cinismo del periodismo, el "a nadie le importa nada", la idea de que los diarios -como dijo Citizen Hearst- son 90 por ciento entretenimiento y 10 por ciento información, tiene un límite. Como decía X (Sutherland) en la película de Stone, a la gente esencialmente le gusta la verdad. El problema es poner la verdad a la vista. Noblemente, con pasión por lo que se hizo, sin voz en off, sin música ind- iental (es decir, lejos de lo que hacen nuestros informativos de televisión), tratando de no dejar nada fuera, sin notas en Clarín o La Nación o Página/12 (acabo de revisar 'f nada, y eso que hay algunos elogios al diario de nffenberg), La crisis... documenta y reconstruye el primer crimen político de la Argentina en el siglo XXI. E intenta responder la pregunta por el deber del cine, sea este el que fuere. [A]
N°173 EL AMANTE Leonardo D´Espósito
Jueves 28 – 20 horas – En la UNP proyección del Documental:
“La crisis causó dos nuevas muertes”
Los medios de comunicación en la masacre de Avellaneda
Asociación de Docentes Universitarios
Federación Universitaria Patagónica
Movimiento Estudiantil Liberación
Un comentario de una revista de cine
EL TIEMPO RECOBRADO
Esta es la segunda versión de este texto, o la tercera. Entre la anterior y esta, vi nuevamente JFK, el monumento de Oliver Stone a la memoria de John Fitzgerald Kennedy, y empecé a encontrar algunos vasos comunicantes con el documental La crisis causó 2 nuevas muertes. En principio, ambas películas -la primera, sobre todo al final, en la secuencia del juicio reconstruyen un acontecimiento del que el público tenía apenas algunos datos dispersos. En segundo lugar, los dos films muestran crímenes políticos. Hasta ahí, las semejanzas. Lo que más une las dos películas es una pregunta que aún no tengo la seguridad de poder responder: ¿tiene el cine algún deber? Y, de ser así, ¿cuál es?
Para Oliver Stone, al menos en aquella obra, sí: el cine es la herramienta que permite recuperar un instante y mostrarlo completo. Da la impresión de que Patricio Escobar y Damián Finvarb, directores de La crisis..., piensan lo mismo.
La crisis... lleva por nombre el titular del diario Clarín publicado el 27 de junio de 2002. Los dos muertos eran MaximilianoKosteki y Darío Santillán, asesinados a sangre fría por efectivos de la Policia de la Provincia de Buenos Aires. El film muestra que el diario tenía una secuencia fotográfica suficientemente clara como para decir que los asesinos habían sido uniformados, pero prefirió no tener más sujeto para los crímenes que esa abstracta "crisis" que puede ser en realidad cualquier cosa. Para, mayor imprecisión, la volanta de tal título era: "No se sabe aún quiénes dispararon contra los piqueteros". La foto que aparece bajo el titular, sin embargo, muestra a Kosteki caído, Fanchiotti moviéndose y una imagen fugitiva, Santillán, a punto de ser derribado. Es decir, la imagen -una imagen en movimiento, además- desmentía lo que decía el diario.
La hipótesis del documental es que Clarín sí tenía las pruebas de que la policía había disparado, pero decidió decir cualquier otra cosa por cuestiones políticas. Hay testimonios contradictorios respecto de lo que pasó en la redacción del diario más leído e influyente del país ese día: es muy interesante ver las reacciones y declaraciones de Pepe Mateos, quien sacó esa y otras fotos, toda una secuencia, contrastadas con los dichos de Julio Blanck, editor jefe del diario, que dice que el único error de ese día fue el titular. La sospecha es que tal manipulación de la información fue interesada, aunque no queda del todo comprobado en la película. Sí queda claro que existe un alto grado de irresponsabilidad y de "nomeimportismo" a la hora de ver los propios errores.
Clarín tardó dos días en mostrar las fotos, los dos días que tardó el gobierno de Duhalde en percatarse de que, esta vez, nadie creía en muertos por un enfrentamiento entre piqueteros. Es decir, percatarse de su propia fragilidad institucional. Mucho más que la devaluación o el "Quien depositó dólares, recibirá dólares", lo que acabó con las pretensiones de Duhalde fue ese crimen llevado a cabo por un instrumento del Estado.
Hasta aquí, algo que todos sabemos y no siempre recordamos. Lo que hace de la película algo mucho más interesante que una mera denuncia es la manera en que los cineastas juntan los fragmentos dispersos de los hechos de ese día. El cine, la herramienta cinematográfica, funciona aquí como reorganizador y memoria. Quienes hayan seguido los hechos de ese día, se darán rápida cuenta de que nada de lo que se ve en el documental es falso o incluso nuevo. Pero la manera como lo vimos, la forma en que, en el mismo momento, las imágenes estaban siendo manipuladas (ejemplo: Sergio Lapegüe diciendo algo así como que los piqueteros tiraban piedras con gomera "ante los ojos de la Virgen ", mostrando al mismo tiempo una imagen religiosa hecha con azulejos) transformó el hecho en un montón de secuencias que se desconectaban unas de otras al ser mostradas en vivo. Los cineastas eligen un camino simple y al mismo tiempo riesgoso: en lugar de colocar los fragmentos de modo tal que reflejen una opinión previa, simplemente rearman la secuencia a partir de lo que la propia televisión y los propios diarios tenían a mano. Necesariamente la represión aparece como una orden "de arriba". Necesariamente es desproporcionada. Necesariamente los crímenes son cometidos por las fuerzas de seguridad. Vemos que, siguiendo sólo la línea temporal, las piezas del rompecabezas se juntan de manera lógica. Con el tiempo y el espacio recuperados, vemos, por primera vez, los asesinatos de Kosteki y Santillán sin margen de duda o error. Poco importa que en la secuencia fotográfica falten las imágenes de las balas entrando en los cuerpos: está el antes, está el después. Esos fotogramas no son indispensables para que el crimen que al descubierto. Para que se vea.
Lo que queda claro es que hubo mal uso del periodismo. En lugar de contar la verdad o chequear la información, lo que importaba era (en el mejor de los casos) "salir" con la primicia sensacional a la calle. "Nos equivocamos -dice Blanck-. ¿Qué hago? ¿Me corto las venas? ¿Renuncio?" No quiero responder a esta pregunta porque sería caer en el juego cínico de muchos periodistas que creen que la realidad no sólo no debe conmoverlos sino que "Es así, qué va'cé". Como si el periodismo fuera lo mismo que vender zapallos. No lo es y tiene una enorme responsabilidad, un enorme poder. Lo que el periodismo argentino hizo ese día fue -si por "ayudar" a Duhalde o no es harina de otro costal, aunque la desidia no es un crimen peor que la malicia destruir el acontecimiento al atomizarlo. Por eso este documental es cine, y r~ñ1adica la diferencia con el periodismo o la televisión rf: el;:~e tiene la capacidad de recuperar y conservar el tiempo.
Lo que el film integra a estos hechos definitivamente claros son los discursos que se tejieron a su alrededor. El montaje de la película aquí también responde a establecer cierto orden, aunque esta vez no es la lógica de la realidad sino de la contigüidad. Poco importa, por ejemplo, que Luis D'Elía y Daniel Hadad parezcan habitar, en nuestro escenario cotidiano, veredas opuestas. Las declaracones de uno para el film más las cosas que dice el otro la noche misma de los crímenes en su programa de TV; muestran hasta qué punto piensan igual. Ambos justifican los asesinatos, como si fuera lógico y natural que la manifestación deba ser dispersada con balas de plomo.
Estas dos declaradones un poco radicales como >lementan el ctnismo de los periodistas y lo potencian, como si realmente hubiera un acuerdo de encubrimiento. Es claro que tal encubrimiento puede ser también producto de la falta de seriedad y, sobre todo, de la necesidad de transformar el acontecimiento en evento.
La diferencia es sutil pero importante. Todo lo que pasa es un acontecimiento. No todo es un evento, el evento es ese hecho tan irrepetible que o bien se partid- >a de él sin pensar (por el sólo hecho de su excepcionalidad) o se rechaza sin pensar (porque su excepcionalidades tan grande que no afecta el resto de nuestra vida). Hay que "participar" del evento. Hay que acercarse a él y adquirir todo lo que se genere a su alrededor. El evento se compra y se vende (no otra cosa pasa con estas películas, es lo que dejamos al pegarle un tomatazo a la Gioconda ). Para que un hecho se transforme en evento, hay que modificarlo así será adquirible de acuerdo con o que -siguiendo la lógica del mercado- "el público quiere/pide". Por ejemplo, la idea de que los piqueteros son violentos. Que esa idea sea funcional a un gobierno en particular, aquí es lo de menos: lo que La crisis... muestra (no se puede decir si ex profeso o no) es la lógica detrás de esa operación de mercado. Y, para nuestra sorpresa (y otra cosa que justifica el cine: ser cada film un documento de lo extraordinario), esa vez no funcionó. Las fuerzas desatadas para armar un encubrimiento no fueron suficientes. El público, los ciudadanos, por una vez, no reaccionaron como el "mercado". Ante el asesinato ostensible y el criminal a la vista, no había -no lay- estrategia de discurso alguna que pueda.
Por eso pensaba en IFK, también. El núcleo de esa película no es simplemente la reconstrucción con maquetas y lo que sucedió en Dallas en noviembre del 63, sino la película de Abraham Zapruder. Nada de lo que marca el guión de la película es más poderoso como prueba que esos segundos de film, cine puro. El problema de Stone es que está demasiado movido por una tesis que cree probada antes de la demostración, y por eso es que JFK se puede ver como un apasionante y emotivo thriller judicial, pero no necesariamente como la prueba del en~bri- miento de un magniddio y un golpe de Estado. En el caso de La crisis..., no se trata de probar el asesinato, ya probado, sino de mostrar (demostrar) que el cinismo del periodismo, el "a nadie le importa nada", la idea de que los diarios -como dijo Citizen Hearst- son 90 por ciento entretenimiento y 10 por ciento información, tiene un límite. Como decía X (Sutherland) en la película de Stone, a la gente esencialmente le gusta la verdad. El problema es poner la verdad a la vista. Noblemente, con pasión por lo que se hizo, sin voz en off, sin música ind- iental (es decir, lejos de lo que hacen nuestros informativos de televisión), tratando de no dejar nada fuera, sin notas en Clarín o La Nación o Página/12 (acabo de revisar 'f nada, y eso que hay algunos elogios al diario de nffenberg), La crisis... documenta y reconstruye el primer crimen político de la Argentina en el siglo XXI. E intenta responder la pregunta por el deber del cine, sea este el que fuere. [A]
N°173 EL AMANTE Leonardo D´Espósito
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