viernes, julio 20, 2007

Destacan la importancia de las plantas silvestres

Por Ing Agr Ariel Grant Hughes

Algunas reflexiones, datos de las circunstancias y citas bibliográficas de especies con las que convivimos, nos rodean en nuestros ambientes cotidianos y su importancia en la alimentación.

“Si nuestros modelos económicos evaluaran los costos reales, incluyendo la destrucción de la naturaleza y sus efectos, cambiaría radicalmente nuestra idea de lo que es rentable” –
Sylvain Timsit

Al viajar por los diferentes espacios geográficos de la región patagónica nos encontramos con especies herbáceas y arbustivas las cuales pueden ser nativas o exóticas; pero todas son silvestres. Sin duda que las nativas llevan mayor cantidad de años de arraigo que las introducidas. Todas han sido objeto de estudios, relevamientos y análisis por botánicos y especialistas de organismos como el INTA, las Universidades, ONG’s y otros específicos sobre el tema.

Los últimos informes realizados sobre el estado del pastizal patagónico indican que la erosión avanza y compromete seriamente, en alto porcentaje, a muchas especies. Hay una notable pérdida del suelo fértil y de la cobertura vegetal en consecuencia. Son los grados de erosión media y severa los de mayor porcentaje, si se observan los mapas específicos que producen organismos como el INTA/GTZ, Centro Nacional Patagónico o las Universidades Patagónicas.
Diversos son los usos que ha hecho y hace el hombre de todas las plantas existentes. Por ejemplo: con lo comestible, la calefacción, lo medicinal, la jardinería, para mantener el ganado, como protección del suelo y/o cuencas hídricas o bien con la recuperación de áreas en donde tuvo participación la minería. Un ejemplo podría ser el molle (Schinus molle), lugareña y con la lengua de vaca (Rumex crispus), exótica: ambas son comidas por el ganado, tienen valor culinario una y tintóreo la otra.


Muchas de ellas han sido perseguidas y corren peligro tales como el piquillín (Condalia microphylla) o el molle, especies muy utilizadas como leñateras hasta la actualidad, a pesar de la llegada del gas natural a los grandes centros poblados.
Plantas útiles en la conservación y/o recuperación de los pastizales naturales degradados o con fines de incentivar su utilización, son multiplicadas o viverizadas en forma intensiva. Tal es el caso de la zampa, la mata jume, el molle o del botón de oro, utilizadas para recuperación de áreas empetroladas (con mayor énfasis en los últimos años).

En otro orden han sido y serán el soporte de la fauna nativa y exótica; reconozcamos que sobre el pastizal natural se mantienen choiques, guanacos, tanto como liebres, ovejas, chivos o caballos. Importantes trabajos han desarrollado el INTA, la Universidad Nacional de la Patagonia, el Centro Nacional Patagónico, la Universidad Nacional del Comahue, a fin de determinar el estado y condición del pastizal, el pastoreo con herbívoros y su impacto en la vegetación; un “Manual Dietario” ilustra y califica la apetencia y grado de utilización de los herbívoros patagónicos.


Asimismo muchas especies como el ajenjo (Artemisia absinthium) o la carqueja (Baccharis sagittalis), son muy buscados para la industria farmacéutica; algunas de ellas en peligro de extinción en ciertas zonas. Diríamos que hemos visto tanto la fauna exótica como la nativa pastorear desde tréboles (Triffolium sp.) hasta alfilerrillo, diente de león, llantén (Plantago major y minor) y por supuesto, arbustos patagónicos como el quilimbay, molle o algarrobillo. Otras especies como el llantén, el ñanco lawen, el natre, cola de caballo, el neneo o la rosa mosqueta son algunas de las perseguidas para usos alimenticios y/o medicinales. A apoyándose en ellos, la medicina tradicional desarrolla importantes proyectos que van desde la cosecha in situ como la domesticación y cultivo posterior de inmumerables de dichas especies.
En cuanto al uso en alimentación humana tanto de las nativas como de las exóticas asilvestradas, en general solo las familias del campo y las que viven en la ciudad, pero de origen rural las que hacen un aprovechamiento de las plantas silvestres. De esta manera sus dietas son más ricas y amplias que las de personas que solo consumen especies encontradas en los mercados. Se trata –como dice Eduardo Rapoport en su publicación “Plantas silvestres comestibles de la Patagonia Andina”—“...de una tradición que se ha perdido”.

La creciente urbanización, la oferta de productos alimenticios en grandes supermercados junto a un sistema educativo que tiende más hacia la cibernética que al contacto directo con la naturaleza, hace que por generaciones se desconozcan, no solo las plantas sino también cuál es su uso, beneficio, forma de propagación o cualidades curativas. Esto aunque más no sea por el simple hecho de la observación de los acontecimientos naturales o del intercambio con los mayores, quienes guardan el conocimiento generación tras generación, como en las culturas mapuche o céltica por mencionar dos de las más conocidas y relacionadas entre sí en el Chubut. Es así entonces, que nuestros niños en edad escolar solo reconocen muy pocas especies, cuando tienen contacto real con una quinta, chacra, estancia, o van a la verdulería, frutería y alguien les explica lo que están viendo.


Dentro de las especies silvestres están las llamadas “malezas” que generalmente son invasoras en los cultivos agrícolas, o mejor expresado aún, en los monocultivos agroindustriales. Por esa característica de invasora es que han llegado desde su sitio de origen a otros continentes, a Sudamérica y a la Patagonia, por supuesto. Se las considera o se las llama “yuyos” o hierbas de mala calidad dándoles escasa o nula importancia. Muchas de ellas siguen estando en los mercados y han sido estudiadas por sus características nutritivas comparando por ejemplo al famoso diente de león (Taraxacum officinalis) o la flor amarilla (Diplotaxis tennuifolia), con la lechuga o la espinaca. Son muchos cientos de especies de altísimo valor nutritivo, de fácil reconocimiento como conocer su ciclo para la recolección y aprovechamiento posterior. Si reparamos cómo está naturalizada y difundida la quinoa o “rompe cuchillas”, tan popular en las chacras, quintas abandonadas o bordes de los caminos del Valle Inferior del Río Chubut.
El Proyecto PRO HUERTA ha incorporado al uso de las plantas de la huerta tradicionales, el consumo de las llamadas “malezas” o “yuyos”, como una forma natural de alimentación. Plantea el conocimiento de las especies silvestres comestibles a través de talleres con docentes, promotores barriales y fundamentalmente de quienes tienen la gran responsabilidad de cocinar en Comedores Escolares y Comunitarios. Se reconocen e identifican las especies de cada lugar visitado; formas y momentos de la recolección; sus usos alimenticios; su conservación; la puesta en valor a través de un amplio recetario; difusión de material audiovisual; entrega de bibliografía y el compromiso de acompañamiento permanente. Este trabajo abarca una amplia franja de la población social y culturalmente comprometida, la que por supuesto incluye mayoritariamente a madres e hijos, depositarios de las generaciones futuras. Ellas necesitan una buena y equilibrada alimentación, variada en sus componentes, que incluya hojas, frutos, granos y legumbres, fáciles de producir y de cosechar libremente. Es muy natural en ambientes rurales la utilización de infusiones con fines digestivos en general o el tratamiento de dolencias con las plantas del lugar. Se puede recordar para algunos distraídos que, en el lugar o región donde uno vive “están las plantas que nos alimentan, que nos curan o que nos matan”; la propuesta es reconocerlas y convivir con ellas. En tal sentido, este Proyecto y Programa a la vez tan reconocido en América al propulsar la horticultura orgánica, está también dando el lugar indicado a todas las especies, considerando y analizando los saberes populares existentes en las distintas etnias que habitan en el país. No existe en el PRO HUERTA el uso de pesticidas como lo proponen aquellos monocultivos impulsados por empresas trasnacionales que comprometen a corto plazo a la población rural trabajadora y el destino de sus familias de las actuales y de las generaciones por venir. Con monocultivos hago referencia al entorno de un cultivo como la soja o el del algodón en otras regiones del país.


Estoy planteando entonces amigo lector, un soplo de vida, de ida y vuelta a través de un tema apasionante y nuevo para mí acerca de la Naturaleza, desde que algunos como el Dr. Eduardo Rapoport en San Carlos de Bariloche abriera las puertas y sembrara una nueva inquietud en mí. Se suman atemporalmente otros: Eloísa Castellanos en El Bolsón; Juan Carlos Peralta en Puerto Madryn; el Dr. Néstor Almagro en Mendoza o Ricardo Abad Botto en Playas Doradas (Río Negro); Raquel Falcón en Trelew, o el Maestro Fukuoka de Japón quienes también me impulsan a otro compromiso con respecto al suelo, el agua, las plantas, los pájaros la ecología en sí y con la vida misma. Hay energía en cada pensamiento, en cada acción y reacción;se consideran y relacionan en un todo la energía y la alegría de ser, de vivir, estar, compartir y de respetar a los seres vivos en una misión permanente.

Se plantea un gran desafío con el reino vegetal que involucra a distintos sectores de la comunidad y en la cual cada uno de nosotros tiene cierta responsabilidad y una tarea seria y responsable por delante.

“La Tierra es la condición para regenerar la vida de la naturaleza y la vida de nuestras sociedades.


La renovación de la sociedad pasa hoy por preservar la integridad de la Tierra.
Esto implica comenzar a tratarla como algo sagrado”


Vandana Shiva –

ABRIL 2007

Bibliografía:
- “Flora Patagónica” – M. N. Correa -INTA – Biblioteca – E.E.A. Chubut – Trelew –
- “Plantas Medicinales” A. Kutschker, H. Menoyo y V. Hechem – UNPat – Sede Esquel – Octubre 2002 –
- “Plantas Silvestres Comestibles de la Patagonia Andina” Argentino – Chilena // Nativas y exóticas –
Eduardo H. Rapoport, Eduardo H. Sanz y Ana H. Ladio – Universidad Nacional del Comahue – San Carlos de Bariloche – 2003 -
- “Pequeño Atlas Argentino” – Programa de Acción Nacional de Lucha contra la Desertificación – INTA – GTZ – Agosto 1.999 –
- “Flores Nativas de la Patagonia Austral” Mercedes Mascó, Gabriel Oliva, Rosa Kofalt, Gervasio Humano .
Convenio INTA – Consejo Agrario Provincial – Universidad Nacional de la Patagonia Austral –
Pcia. De Santa Cruz – 1.998 –
- “Intersiembra de Mallines en la Patagonia” – Nicolás F. Ciano – INTA E.E.A. Chubut – Trelew – Septiembre 2.004 –
- “Proyecto Lemú” – Epuyén - Chubut

(1) Desertificación en la región patagónica
Del total de la superficie de la región estudiada (78.549.400 ha.) en el trabajo sobre "Distribución y Cartografía de la Desertificación en la Región Patagónica", realizado por el Dr. H. F. Del Valle et al en 1996, el 93,7 % (73.545.400 ha) presentan algún peligro de desertificación de distinto estado.
El 34% de la superficie total está representado por un estado medio a grave y el 31,7% por los estados más extremos (grave y muy grave). Estas últimas categorías constituyen tierras muy degradadas donde la utilidad para el hombre es prácticamente nula, siendo económicamente irreversibles para la mayoría de las finalidades.
Las provincias comprometidas en las categorías grave y muy grave en orden decreciente son: Santa Cruz 9.350.900 ha (38,4%); Neuquén 3.553.000 ha (37,1%); Chubut 6.855.200 ha (30,7 %); Río Negro 5.172.900 ha (25,8 %).
La provincia de Río Negro y el archipiélago de Tierra del Fuego son las que poseen los valores mas altos en las categorías leve (17,1 y 44,7, respectivamente). Las demás provincias muestran porcentajes muy reducidos en este estado: Neuquén (6,4%), Chubut (7,0%) y Santa Cruz (5,4 %).
Del 76 % de los pastizales naturales degradados del continente sudamericano, la Patagonia contribuye a la desertificación con un 18,8 %.
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(2) Recuperación de áreas disturbadas por la actividad petrolera - Líneas de trabajo
Extractado del Plan de Trabajo sobre áreas disturbadas.

La revegetación con especies arbustivas para recomponer la cobertura vegetal es una alternativa técnicamente factible. Los arbustos juegan un papel fundamental en la iniciación de procesos de restauración autogénica en áreas degradadas de regiones áridas, donde actúa concentrando los escasos recursos (suelo, nutrientes, agua y semillas) formando verdaderas islas fértiles. Allí se desarrollan especies herbáceas nativas que no prosperarían sin la protección del mismo, creando además un hábitat para la fauna silvestre.

La EEA INTA CHUBUT cuenta con un Vivero de Especies Nativas donde se realizan tareas de multiplicación de especies para la recuperación de áreas degradadas. A través de las experiencias llevadas a cabo se han logrado determinar las condiciones adecuadas para alcanzar altos porcentajes de germinación, propagar adecuadamente un plantín rústico y realizar plantaciones con buenos porcentajes de establecimiento de las especies arbustivas.

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