Enviado por Lamgen Patagonia
El presente material que refiere a la desaparición del albañil Jorge Julio López fue el último escrito que apareció en el portal PeriodicoTribuna.com.ar -de Christian Sanz y Fernando Paolella- y que fuera recientemente hackeado por manos anónimas. La "desaparición" forzada del testigo. El rol del Ministro del Interior, Aníbal Fernández. ¿Fue acaso este artículo el que motivó a la salida offline del portal Tribuna de Periodistas? Que el lector saque sus propias conclusiones.
Hace algunas semanas decidí investigar la desaparición de Jorge Julio López, luego de haber resuelto con éxito el falso cautiverio de Julio Geréz a horas de haber aparecido (1).
En ese marco, consulté a diversas fuentes oficiales y extraoficiales para intentar llegar a esclarecer un caso que, al paso de los meses, parecía haber quedado en agua de borrajas a pesar del aparente interés de algunos funcionarios del Gobierno nacional y de la provincia de Buenos Aires.
Entrevisté entonces a una veintena de personas, la mayoría de las cuales no aportó -la mayoría no se animó a hacerlo- datos sustanciales a mi indagación. He cruzado datos, chequeado trascendidos y soportado el silencio oficial frente a mi requerimiento de entrevista con algunos funcionarios de alto rango.
Finalmente, luego de dejar de lado la información "incontrastable" y descartar la "carne podrida", mi artículo pudo ver la luz (2). Allí hice referencia a que la desaparición de López se debió a una fallida operación de importantes funcionarios de primera y segunda línea que intentaban "boicotear" una de las marchas a efectuarse por los autodenominados "Familiares de las Víctimas de la Guerrilla" el día 5 de octubre de 2006. El dato surgió del propio seno del Gobierno, sumado al testimonio de algunos investigadores especializados en este tema.
El silencio oficial frente a lo publicado por este periódico fue más que elocuente. No hubo una sola desmentida ni intención de brindar la versión oficial del asunto por parte del Gobierno, a pesar de mi insistente requerimiento. Todo un dato.
Al mismo tiempo, llegó a mis oídos una asombrosa historia que cerraba parte de este tema. Allí fui entonces en búsqueda de la noticia.
Un día de campo
A los pocos días de publicar mi artículo sobre la desaparición de Julio López, gestioné un encuentro personal con Jorge Scanio, un hombre que asegura haber visto al desaparecido albañil a principios de octubre de 2006, es decir, a más de diez días de haberse "desvanecido" del planeta Tierra.
El encuentro se dio en una confitería ubicada en la zona norte del conurbano, a metros de una conocida estación de tren. Scanio fue impuntual, pero finalmente llegó. Su mirada hacia mi persona fue de desconfianza permanente y así perduró hasta pasado un buen rato de nuestra charla. Preguntó una y otra vez cuál era mi interés en el tema y si yo sería capaz de "no venderme", como sí habían hecho otras personas, entre ellas, su abogado.
Scanio es un incansable fumador y eso provocó en mí un inevitable malestar que hizo que mi concentración no estuviera en su estado más óptimo. Cuando se le acababa un cigarrillo, el testigo encendía otro. Así lo hizo una y otra vez durante la entrevista.
Ayudaba a su ansiedad, especulo, el peso de lo que estaba por contarme. Una historia imposible, tremenda, que vulnera toda posibilidad de tolerancia humana. Fue el momento de tragar saliva y zambullirse, ya no había vuelta atrás.
Scanio me contará una historia que jamás olvidaré. Una trama que fue chequeada por mí después de nuestra entrevista y que aún hoy me impresiona.
Todo ha comenzado -según pude saber- a fines del año 2005, cuando un hombre llamado Roberto Montenegro hizo un contrato de arrendamiento de un campo denominado "San Genaro", ubicado en el Km 135 de la Ruta Nacional Nº 3, en San Miguel del Monte, provincia de Buenos Aires. Al momento de visitar el lugar, el locatario hizo un exhaustivo examen de todo, incluida la vivienda ubicada dentro del campo que estaba por alquilar. Allí pudo observar con enorme sorpresa que en el sótano de la vivienda había unos diez calabozos con puertas de chapa, "pasaplatos" y cerramientos pasadores. En el mismo lugar, Montenegro vio morteros, balas y diferente tipo de armas de fuego.
Partió raudo el hombre, pero volvió al día siguiente para tomar posesión del alquilado campo. Pudo ver entonces que había varios patrulleros esperando por él. Uno de ellos -sin permitirle decir palabra- lo llevó detenido, acusado de "usurpar" el lugar. Consecuentemente se le inició una causa en la Justicia que terminó de manera insólita. "Está todo bien, sus papeles están en regla, pero le aconsejo que no vuelva a ese lugar. Olvídese del campo", le dijeron en la fiscalía de Chascomús a Montenegro.
Así lo hizo, se fue a su casa y masticó la bronca de haber perdido una suculenta suma de dinero en un esquivo alquiler. Pasaron los meses, el enojo no se iba y pensó en una alternativa que podría calmar su ansiedad: llamaría a su amigo Jorge Scanio, gestor él, para que averiguara qué terrible secreto se escondía en ese campo que le quitaba el sueño cada noche.
Aceptó Scanio sin dudar y partió raudo el 1º de octubre de 2006 a visitar el misterioso lugar. Simuló un desperfecto en su automóvil y bajó a pedir agua con una botella vacía, su idea era entablar conversación con alguna persona del lugar y poder enterarse de los detalles de ese campo ¿Quién era el dueño? ¿Qué actividades se hacían allí? ¿Por qué tanto misterio por parte de Montenegro? Eran preguntas que Scanio no podía dejar de hacerse.
Eran las cinco de la tarde y nadie asomaba por el lugar. Mientras, el gestor avanzaba, dirigiéndose a la casa que se encontraba dentro del campo y que parecía ubicarse a no menos de 200 metros de donde él estaba. Avanzaba y pensaba. Pensaba y avanzaba. ¿Qué decir cuando me vean? ¿Creerán a historia del auto?
Algo cortó el pensamiento de Scanio. Fue abrupto. La aparición de un grupo de personas que salían de la casa a la que él inexorablemente se acercaba. Eran dos; no, tres; cuatro ahora. Estaban armados, no había dudas de ello. Mejor esconderse, pensó el gestor, mientras se ponía detrás de un árbol.
Y en el medio de ese movimiento, vio lo que no tenía que ver : un hombre mayor, custodiado por estos personajes. "¿A quién se parece?", pensó. La respuesta llegó inmediatamente a su cabeza, como un rayo paralizante de sus sentidos. "¡Es Julio López!", se dijo. No había dudas, la enorme cantidad de carteles sobre la desaparición del anciano no dejaban margen para el error.
Allí estaba, pues, López, en medio de cuatro hombres armados con Itakas -escopetas- que lo custodiaban. Vestía un jogging negro con un cuellito blanco y sus manos temblaban. Mientras lo vigilaban, el viejo se sentó en los escalones de la entrada de la casa, apoyando sus manos sobre las rodillas. Era López, ya no había dudas.
Veinte o treinta minutos ¿Cuánto tiempo había pasado? No importaba realmente, Scanio sólo quería salir de allí como fuera. Esperó a que todos entraran nuevamente a la vivienda y se marchó. Necesitaba urgentemente salir de ese lugar. No podía esperar para llamar a su amigo Montenegro y contarle todo.
El día después de mañana
"¡Vi al desaparecido Julio López en el campo que me mandaste a investigar!", dijo Scanio a Montenegro cuando pudo hablar con él. Le contó todo lo que había vivido con la voz temblante y asegurándole que volvería al lugar para indagar más sobre el tema. Montenegro le creyó cada palabra ¿Por qué no iba a hacerlo? Se conocían hacía bastante tiempo y Scanio jamás le había dicho algo que no fuera real.
El 8 de octubre siguiente, el gestor volvió al campo que le provocaba tanta curiosidad. No se detuvo esta vez, sólo atinó a pasar con su coche a baja velocidad. Esta vez pudo observar que había al menos tres tranqueras de acceso al lugar, una de las cuales no dejaba de llamarle la atención porque mostraba máquinas de vialidad junto a sus respectivos empleados.
Esos mismos trabajadores abrieron un de las tranqueras para permitir el paso de dos Volkswagen Bora color negro, los cuales salían justamente del campo "San Genaro". Pasó una vez, dos veces, tres veces. Scanio quería ver más, estaba obsesionado con ese lugar. Paró, sacó fotos y partió raudamente hacia su casa.
Hizo unos pocos kilómetros cuando observó que una camioneta se puso detrás de su vehículo. Scanio se tiró hacia la banquina, dándole el paso, pero no era eso lo que quería el otro conductor.
El gestor fue rozado por el otro vehículo, que avanzó muy lentamente por el costado de su automóvil. Cuando estaba a la altura del motor, la camioneta hizo una maniobra brusca para encerrarlo, lo cual obligó a Scanio a circular por la banquina. El mensaje fue claro y el miedo se apoderó de su persona ¿En qué se había metido? Por las dudas tomó los datos de la patente de la camioneta, tal vez allí se escondería parte de la trama oculta de lo sucedido con Julio López.
A las pocas horas, supo que la chapa DWR308, que identificaba a la camioneta, pertenecía al CUIT 30-54669051-9. Pero ¿a quién pertenecería a su vez ese código tributario?
Con el número a cuestas, pidió un informe a la empresa Fidelitas -una especie de Veraz- y allí observó con horror que el vehículo pertenecía a la "Contaduría General del Ejército". El miedo se apoderaba de su persona de manera elocuente. ¿Qué hacer frente a esto? Habló con su amigo Montenegro y con integrantes de su propia familia y llegó a la conclusión de que debía hacer la denuncia correspondiente.
Alguien le dijo que fuera a ver al Procurador General de la Nación y así lo hizo. El 10 de octubre siguiente se dirigió a la calle Guido 1577, de la Ciudad de Buenos Aires, para contar su verdad. Allí se entrevistó con un funcionario que escuchó pacientemente su relato y empezó una historia insólita, imperdible.
Así me lo ha contado el propio Scanio en nuestra entrevista: "Desde la procuración llamaron al ministro del Interior, Aníbal Fernández para repetir lo que yo había dicho minutos antes. Fernández dijo, preocupado, lo siguiente: "este hombre nunca estuvo en la procuración y este llamado no existió. Díganle que vaya a su casa que personal de la SIDE lo va a contactar en las próximas horas".
Así lo hice, me fui a mi casa y por la noche me contactaron agentes de la SIDE para que les contara todo lo que sabía. Nos encontramos en una estación de servicio de la zona de Moreno y les dije todo. Me aseguraron que iban a allanar el campo y que verían qué encontraban allí. Me dieron también su número de Nextel para que estemos comunicados, prometieron contactarse al día siguiente conmigo. Pasaron los días y viendo que no pasaba nada, me contacté yo con el Nextel que me dejaron (y que aún conservo). Lo que pasó allí me dejó sin palabras".
Muchachos serviciales
"¿Qué pasó muchachos, se olvidaron de mi?", dijo Jorge Scanio a su "servicial" interlocutor de Nextel.
"¿Cómo andás? Parece que lo que dijo el muchacho es verdad. Lo de abajo también", le respondieron crípticamente. El gestor se dio cuenta en el acto de dos cosas: uno, lo estaban confundiendo con alguien más; dos, lo de "abajo" parecía sonar a lo de los calabozos de la casa de campo.
A partir de ese momento Scanio empezó a dudar de todo y de todos. Pidió un nuevo informe financiero a Fidelitas sobre el CUIT perteneciente al dominio de la camioneta que lo sacó de la ruta 3 y se asombró una vez más: aunque seguía perteneciendo a la "Contaduría General del Ejército", esta vez el detalle financiero de esa entidad no registraba el detalle de deudas y cheques rechazados que tenía en su primera consulta (Ver documentos al pie). ¿Acaso alguien había "limpiado" la historia financiera de la institución? ¿Cómo pudo hacerse a tan pocos días de diferencia de las consultas? ¿Para qué?
Supo en ese momento que debía dirigirse a la Justicia, por su seguridad y por la de su familia. A esos efectos, se dirigió a una fiscalía de la provincia de Buenos Aires y declaró todo lo que sabía (Ver documento al pie). Todo lo dicho fue ratificado por Scanio días más tarde en la causa judicial que investiga la desaparición de Jorge Julio López. Fue el comienzo de algunos de sus problemas y el disparador para enviar a su familia a vivir al sur del país.
Hoy en día, el gestor no se anima a salir del partido donde vive y desconfía de todos aquellos que cruza por la calle. Vive temiendo que algo le suceda y limita sus contactos a personas de su más cercana intimidad.
Sabe que ha tocado intereses poderosos y cree que el alejamiento de cierta gente de su entorno se debe a este motivo. Por caso, hay periodistas que lo han entrevistado y que luego han sido presionados por los directivos de los medios en los que se desempeñan para que no se haga público su testimonio (3).
"Scanio es un testigo poco confiable", me dijo una fuente judicial de La Plata hace unos días.
"¿Por qué dice eso? ¿Puedo publicar lo que me está diciendo?", pregunté entonces a mi ocasional interlocutor. La primera pregunta no la pudo responder, la segunda fue un rotundo "no". Eso me dio la pauta de que Scanio no mentía.
Luego hablé con Roberto Montenegro, aquel que había alquilado el campo "San Genaro", quien no sólo ratificó lo dicho por Scanio sino que agregó lo suyo acerca de que en la casa referida había calabozos y armas. "Yo hablé con los vecinos de la zona y me dijeron en ese lugar era usual ver a conocidos políticos kirchneristas. No puedo decirte mucho más por teléfono", me aseguró Montenegro, justo antes de ofrecerme todos los papeles que demostraban que era locatario del campo referido.
Hay algo más que da credibilidad a los testimonios de ambos testigos: ninguno de ellos quiere dinero y ambos buscan pasar desapercibidos en este tema. Sólo quieren que se esclarezca el tema "López".
Concluyendo
Hay no pocos testigos en la zona de Atalaya, partido de Magdalena, que aseguran haber visto a Julio López los útimos días de septiembre de 2006 (4). Según su testimonio, no estaba nada preocupado, a contrario. Eso es lo que habría provocado que finalmente el kirchnerismo lo recluyera y allí sucedió lo que comentamos en el artículo anterior: le habría dado un ataque al corazón. Todas las fuentes consultadas en el marco de esa nota aseguraron que, después de lo sucedido, hubo una "orden de arriba" para cremarlo. "Debía desaparecer por completo. Era un escándalo si aparecía muerto", me dijo un ex comisario en ese momento.
Sea como fuere, llama la atención que la Justicia aún no haya allanado el lugar denunciado por Scanio y que su testimonio se haya dejado de lado.
Son las puntas sueltas de un ovillo que nadie ha atinado a rearmar y que podría esclarecer este espinoso caso. Un caso que compromete -y mucho- al gobierno de Néstor Kirchner y a algunos de sus ministros.
Christian Sanz
Referencias / Nota : los links no pueden ser accedidos debido al ataque informático que sufriera el sitio; idéntica situación se da con las imágenes escaneadas de la declaración del señor Scanio frente a la Justicia y los informes financieros de la Contaduría General del Ejército.
1) Ver http://www.periodicotribuna.com.ar/Articulo.asp?Articulo=2650
(2) Ver http://www.periodicotribuna.com.ar/Articulo.asp?Articulo=2671
(3) Entre otros, fue el caso del noticiero de Telefé.
(4) El autor de este artículo habló con al menos tres personas que vieron a López en Atalaya entre el 19 de septiembre y el 23 del mismo mes.
Fuente: Por Christian Sanz, Tribuna de Periodistas
El presente material que refiere a la desaparición del albañil Jorge Julio López fue el último escrito que apareció en el portal PeriodicoTribuna.com.ar -de Christian Sanz y Fernando Paolella- y que fuera recientemente hackeado por manos anónimas. La "desaparición" forzada del testigo. El rol del Ministro del Interior, Aníbal Fernández. ¿Fue acaso este artículo el que motivó a la salida offline del portal Tribuna de Periodistas? Que el lector saque sus propias conclusiones.
Hace algunas semanas decidí investigar la desaparición de Jorge Julio López, luego de haber resuelto con éxito el falso cautiverio de Julio Geréz a horas de haber aparecido (1).
En ese marco, consulté a diversas fuentes oficiales y extraoficiales para intentar llegar a esclarecer un caso que, al paso de los meses, parecía haber quedado en agua de borrajas a pesar del aparente interés de algunos funcionarios del Gobierno nacional y de la provincia de Buenos Aires.
Entrevisté entonces a una veintena de personas, la mayoría de las cuales no aportó -la mayoría no se animó a hacerlo- datos sustanciales a mi indagación. He cruzado datos, chequeado trascendidos y soportado el silencio oficial frente a mi requerimiento de entrevista con algunos funcionarios de alto rango.
Finalmente, luego de dejar de lado la información "incontrastable" y descartar la "carne podrida", mi artículo pudo ver la luz (2). Allí hice referencia a que la desaparición de López se debió a una fallida operación de importantes funcionarios de primera y segunda línea que intentaban "boicotear" una de las marchas a efectuarse por los autodenominados "Familiares de las Víctimas de la Guerrilla" el día 5 de octubre de 2006. El dato surgió del propio seno del Gobierno, sumado al testimonio de algunos investigadores especializados en este tema.
El silencio oficial frente a lo publicado por este periódico fue más que elocuente. No hubo una sola desmentida ni intención de brindar la versión oficial del asunto por parte del Gobierno, a pesar de mi insistente requerimiento. Todo un dato.
Al mismo tiempo, llegó a mis oídos una asombrosa historia que cerraba parte de este tema. Allí fui entonces en búsqueda de la noticia.
Un día de campo
A los pocos días de publicar mi artículo sobre la desaparición de Julio López, gestioné un encuentro personal con Jorge Scanio, un hombre que asegura haber visto al desaparecido albañil a principios de octubre de 2006, es decir, a más de diez días de haberse "desvanecido" del planeta Tierra.
El encuentro se dio en una confitería ubicada en la zona norte del conurbano, a metros de una conocida estación de tren. Scanio fue impuntual, pero finalmente llegó. Su mirada hacia mi persona fue de desconfianza permanente y así perduró hasta pasado un buen rato de nuestra charla. Preguntó una y otra vez cuál era mi interés en el tema y si yo sería capaz de "no venderme", como sí habían hecho otras personas, entre ellas, su abogado.
Scanio es un incansable fumador y eso provocó en mí un inevitable malestar que hizo que mi concentración no estuviera en su estado más óptimo. Cuando se le acababa un cigarrillo, el testigo encendía otro. Así lo hizo una y otra vez durante la entrevista.
Ayudaba a su ansiedad, especulo, el peso de lo que estaba por contarme. Una historia imposible, tremenda, que vulnera toda posibilidad de tolerancia humana. Fue el momento de tragar saliva y zambullirse, ya no había vuelta atrás.
Scanio me contará una historia que jamás olvidaré. Una trama que fue chequeada por mí después de nuestra entrevista y que aún hoy me impresiona.
Todo ha comenzado -según pude saber- a fines del año 2005, cuando un hombre llamado Roberto Montenegro hizo un contrato de arrendamiento de un campo denominado "San Genaro", ubicado en el Km 135 de la Ruta Nacional Nº 3, en San Miguel del Monte, provincia de Buenos Aires. Al momento de visitar el lugar, el locatario hizo un exhaustivo examen de todo, incluida la vivienda ubicada dentro del campo que estaba por alquilar. Allí pudo observar con enorme sorpresa que en el sótano de la vivienda había unos diez calabozos con puertas de chapa, "pasaplatos" y cerramientos pasadores. En el mismo lugar, Montenegro vio morteros, balas y diferente tipo de armas de fuego.
Partió raudo el hombre, pero volvió al día siguiente para tomar posesión del alquilado campo. Pudo ver entonces que había varios patrulleros esperando por él. Uno de ellos -sin permitirle decir palabra- lo llevó detenido, acusado de "usurpar" el lugar. Consecuentemente se le inició una causa en la Justicia que terminó de manera insólita. "Está todo bien, sus papeles están en regla, pero le aconsejo que no vuelva a ese lugar. Olvídese del campo", le dijeron en la fiscalía de Chascomús a Montenegro.
Así lo hizo, se fue a su casa y masticó la bronca de haber perdido una suculenta suma de dinero en un esquivo alquiler. Pasaron los meses, el enojo no se iba y pensó en una alternativa que podría calmar su ansiedad: llamaría a su amigo Jorge Scanio, gestor él, para que averiguara qué terrible secreto se escondía en ese campo que le quitaba el sueño cada noche.
Aceptó Scanio sin dudar y partió raudo el 1º de octubre de 2006 a visitar el misterioso lugar. Simuló un desperfecto en su automóvil y bajó a pedir agua con una botella vacía, su idea era entablar conversación con alguna persona del lugar y poder enterarse de los detalles de ese campo ¿Quién era el dueño? ¿Qué actividades se hacían allí? ¿Por qué tanto misterio por parte de Montenegro? Eran preguntas que Scanio no podía dejar de hacerse.
Eran las cinco de la tarde y nadie asomaba por el lugar. Mientras, el gestor avanzaba, dirigiéndose a la casa que se encontraba dentro del campo y que parecía ubicarse a no menos de 200 metros de donde él estaba. Avanzaba y pensaba. Pensaba y avanzaba. ¿Qué decir cuando me vean? ¿Creerán a historia del auto?
Algo cortó el pensamiento de Scanio. Fue abrupto. La aparición de un grupo de personas que salían de la casa a la que él inexorablemente se acercaba. Eran dos; no, tres; cuatro ahora. Estaban armados, no había dudas de ello. Mejor esconderse, pensó el gestor, mientras se ponía detrás de un árbol.
Y en el medio de ese movimiento, vio lo que no tenía que ver : un hombre mayor, custodiado por estos personajes. "¿A quién se parece?", pensó. La respuesta llegó inmediatamente a su cabeza, como un rayo paralizante de sus sentidos. "¡Es Julio López!", se dijo. No había dudas, la enorme cantidad de carteles sobre la desaparición del anciano no dejaban margen para el error.
Allí estaba, pues, López, en medio de cuatro hombres armados con Itakas -escopetas- que lo custodiaban. Vestía un jogging negro con un cuellito blanco y sus manos temblaban. Mientras lo vigilaban, el viejo se sentó en los escalones de la entrada de la casa, apoyando sus manos sobre las rodillas. Era López, ya no había dudas.
Veinte o treinta minutos ¿Cuánto tiempo había pasado? No importaba realmente, Scanio sólo quería salir de allí como fuera. Esperó a que todos entraran nuevamente a la vivienda y se marchó. Necesitaba urgentemente salir de ese lugar. No podía esperar para llamar a su amigo Montenegro y contarle todo.
El día después de mañana
"¡Vi al desaparecido Julio López en el campo que me mandaste a investigar!", dijo Scanio a Montenegro cuando pudo hablar con él. Le contó todo lo que había vivido con la voz temblante y asegurándole que volvería al lugar para indagar más sobre el tema. Montenegro le creyó cada palabra ¿Por qué no iba a hacerlo? Se conocían hacía bastante tiempo y Scanio jamás le había dicho algo que no fuera real.
El 8 de octubre siguiente, el gestor volvió al campo que le provocaba tanta curiosidad. No se detuvo esta vez, sólo atinó a pasar con su coche a baja velocidad. Esta vez pudo observar que había al menos tres tranqueras de acceso al lugar, una de las cuales no dejaba de llamarle la atención porque mostraba máquinas de vialidad junto a sus respectivos empleados.
Esos mismos trabajadores abrieron un de las tranqueras para permitir el paso de dos Volkswagen Bora color negro, los cuales salían justamente del campo "San Genaro". Pasó una vez, dos veces, tres veces. Scanio quería ver más, estaba obsesionado con ese lugar. Paró, sacó fotos y partió raudamente hacia su casa.
Hizo unos pocos kilómetros cuando observó que una camioneta se puso detrás de su vehículo. Scanio se tiró hacia la banquina, dándole el paso, pero no era eso lo que quería el otro conductor.
El gestor fue rozado por el otro vehículo, que avanzó muy lentamente por el costado de su automóvil. Cuando estaba a la altura del motor, la camioneta hizo una maniobra brusca para encerrarlo, lo cual obligó a Scanio a circular por la banquina. El mensaje fue claro y el miedo se apoderó de su persona ¿En qué se había metido? Por las dudas tomó los datos de la patente de la camioneta, tal vez allí se escondería parte de la trama oculta de lo sucedido con Julio López.
A las pocas horas, supo que la chapa DWR308, que identificaba a la camioneta, pertenecía al CUIT 30-54669051-9. Pero ¿a quién pertenecería a su vez ese código tributario?
Con el número a cuestas, pidió un informe a la empresa Fidelitas -una especie de Veraz- y allí observó con horror que el vehículo pertenecía a la "Contaduría General del Ejército". El miedo se apoderaba de su persona de manera elocuente. ¿Qué hacer frente a esto? Habló con su amigo Montenegro y con integrantes de su propia familia y llegó a la conclusión de que debía hacer la denuncia correspondiente.
Alguien le dijo que fuera a ver al Procurador General de la Nación y así lo hizo. El 10 de octubre siguiente se dirigió a la calle Guido 1577, de la Ciudad de Buenos Aires, para contar su verdad. Allí se entrevistó con un funcionario que escuchó pacientemente su relato y empezó una historia insólita, imperdible.
Así me lo ha contado el propio Scanio en nuestra entrevista: "Desde la procuración llamaron al ministro del Interior, Aníbal Fernández para repetir lo que yo había dicho minutos antes. Fernández dijo, preocupado, lo siguiente: "este hombre nunca estuvo en la procuración y este llamado no existió. Díganle que vaya a su casa que personal de la SIDE lo va a contactar en las próximas horas".
Así lo hice, me fui a mi casa y por la noche me contactaron agentes de la SIDE para que les contara todo lo que sabía. Nos encontramos en una estación de servicio de la zona de Moreno y les dije todo. Me aseguraron que iban a allanar el campo y que verían qué encontraban allí. Me dieron también su número de Nextel para que estemos comunicados, prometieron contactarse al día siguiente conmigo. Pasaron los días y viendo que no pasaba nada, me contacté yo con el Nextel que me dejaron (y que aún conservo). Lo que pasó allí me dejó sin palabras".
Muchachos serviciales
"¿Qué pasó muchachos, se olvidaron de mi?", dijo Jorge Scanio a su "servicial" interlocutor de Nextel.
"¿Cómo andás? Parece que lo que dijo el muchacho es verdad. Lo de abajo también", le respondieron crípticamente. El gestor se dio cuenta en el acto de dos cosas: uno, lo estaban confundiendo con alguien más; dos, lo de "abajo" parecía sonar a lo de los calabozos de la casa de campo.
A partir de ese momento Scanio empezó a dudar de todo y de todos. Pidió un nuevo informe financiero a Fidelitas sobre el CUIT perteneciente al dominio de la camioneta que lo sacó de la ruta 3 y se asombró una vez más: aunque seguía perteneciendo a la "Contaduría General del Ejército", esta vez el detalle financiero de esa entidad no registraba el detalle de deudas y cheques rechazados que tenía en su primera consulta (Ver documentos al pie). ¿Acaso alguien había "limpiado" la historia financiera de la institución? ¿Cómo pudo hacerse a tan pocos días de diferencia de las consultas? ¿Para qué?
Supo en ese momento que debía dirigirse a la Justicia, por su seguridad y por la de su familia. A esos efectos, se dirigió a una fiscalía de la provincia de Buenos Aires y declaró todo lo que sabía (Ver documento al pie). Todo lo dicho fue ratificado por Scanio días más tarde en la causa judicial que investiga la desaparición de Jorge Julio López. Fue el comienzo de algunos de sus problemas y el disparador para enviar a su familia a vivir al sur del país.
Hoy en día, el gestor no se anima a salir del partido donde vive y desconfía de todos aquellos que cruza por la calle. Vive temiendo que algo le suceda y limita sus contactos a personas de su más cercana intimidad.
Sabe que ha tocado intereses poderosos y cree que el alejamiento de cierta gente de su entorno se debe a este motivo. Por caso, hay periodistas que lo han entrevistado y que luego han sido presionados por los directivos de los medios en los que se desempeñan para que no se haga público su testimonio (3).
"Scanio es un testigo poco confiable", me dijo una fuente judicial de La Plata hace unos días.
"¿Por qué dice eso? ¿Puedo publicar lo que me está diciendo?", pregunté entonces a mi ocasional interlocutor. La primera pregunta no la pudo responder, la segunda fue un rotundo "no". Eso me dio la pauta de que Scanio no mentía.
Luego hablé con Roberto Montenegro, aquel que había alquilado el campo "San Genaro", quien no sólo ratificó lo dicho por Scanio sino que agregó lo suyo acerca de que en la casa referida había calabozos y armas. "Yo hablé con los vecinos de la zona y me dijeron en ese lugar era usual ver a conocidos políticos kirchneristas. No puedo decirte mucho más por teléfono", me aseguró Montenegro, justo antes de ofrecerme todos los papeles que demostraban que era locatario del campo referido.
Hay algo más que da credibilidad a los testimonios de ambos testigos: ninguno de ellos quiere dinero y ambos buscan pasar desapercibidos en este tema. Sólo quieren que se esclarezca el tema "López".
Concluyendo
Hay no pocos testigos en la zona de Atalaya, partido de Magdalena, que aseguran haber visto a Julio López los útimos días de septiembre de 2006 (4). Según su testimonio, no estaba nada preocupado, a contrario. Eso es lo que habría provocado que finalmente el kirchnerismo lo recluyera y allí sucedió lo que comentamos en el artículo anterior: le habría dado un ataque al corazón. Todas las fuentes consultadas en el marco de esa nota aseguraron que, después de lo sucedido, hubo una "orden de arriba" para cremarlo. "Debía desaparecer por completo. Era un escándalo si aparecía muerto", me dijo un ex comisario en ese momento.
Sea como fuere, llama la atención que la Justicia aún no haya allanado el lugar denunciado por Scanio y que su testimonio se haya dejado de lado.
Son las puntas sueltas de un ovillo que nadie ha atinado a rearmar y que podría esclarecer este espinoso caso. Un caso que compromete -y mucho- al gobierno de Néstor Kirchner y a algunos de sus ministros.
Christian Sanz
Referencias / Nota : los links no pueden ser accedidos debido al ataque informático que sufriera el sitio; idéntica situación se da con las imágenes escaneadas de la declaración del señor Scanio frente a la Justicia y los informes financieros de la Contaduría General del Ejército.
1) Ver http://www.periodicotribuna.com.ar/Articulo.asp?Articulo=2650
(2) Ver http://www.periodicotribuna.com.ar/Articulo.asp?Articulo=2671
(3) Entre otros, fue el caso del noticiero de Telefé.
(4) El autor de este artículo habló con al menos tres personas que vieron a López en Atalaya entre el 19 de septiembre y el 23 del mismo mes.
Fuente: Por Christian Sanz, Tribuna de Periodistas
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