Por Osvaldo González Salinas
Conviven en el ser humano, como en casi todos los animales, tanto el instinto de competencia como el de cooperación.
Hay quienes opinan que el humano está por encima del resto del reino animal, en la escala natural, cosa que habría que poner seriamente en tela de juicio si comparamos la conducta de los demás seres vivos con los desastres que el hombre viene provocando sobre el planeta.
Una de las razones que suelen darse para justificar esa presunta superioridad es la capacidad del género humano de discernir desde un punto de vista moral, qué está bien y qué está mal, para decirlo de manera sencilla. Y su capacidad de elegir, de decidir.
Es por eso que podemos elegir entre competir y cooperar.
La competencia lleva necesariamente a la lucha individual (o grupal) contra otro individuo o grupo. Se gana y se pierde y, consecuentemente, donde unos ganan otros inevitablemente pierden.
La competencia está bien en los juegos y en los deportes, siempre y cuando no se pierda la noción de que se está jugando (el famoso y cada vez más escaso "espíritu deportivo").
Pero en la vida real, de todos los días ¿por qué querer tener (o ser) más que los demás?
Se dirá que es un instinto natural del hombre, como ya hemos señalado, pero justamente el ser humano es humano porque tiene aquella capacidad de dominar sus instintos y hacer prevalecer los principios éticos y morales. De lo contrario seguiríamos eternamente en esa suerte de "darwinismo social" que pretende imponer cierta doctrina, no precisamente cooperativista.
La competencia lleva a la competitividad. La cooperación lleva al cooperativismo.
La primera es viciosa; el segundo es virtuoso.
Pero no se trata solamente de una cuestión de principios. También es una decisión racional optar por la cooperación en lugar de la competencia. Hasta desde el punto de vista de la racionalidad económica.
La competencia lleva necesariamente a dilapidar recursos porque cada uno pretende usarlos para su propio beneficio y dado que al final sólo quedan "los más aptos", quienes van quedando en el camino se llevan consigo los recursos que utilizaron.
Cooperar, en cambio, es dialogar, es ponerse de acuerdo en el uso racional de los recursos disponibles. Es llegar a acuerdos sobre qué caminos son los más beneficiosos para todos y no sólo para los más fuertes. Es, en definitiva, lograr un aprovechamiento más inteligente de las capacidades de todos.
Es sumar y no dividir.
Cooperar implica conversar y, lo que es más importante, escucharnos.
Si los dos instintos (competir y cooperar) son naturales en el ser humano, el cooperativista hace en forma consciente y permanente, una opción por la cooperación. Tal vez en eso consista ser un verdadero cooperativista.
Todos los años, el primer sábado de julio, se celebra en todo el mundo el Día Internacional de la Cooperación, por iniciativa de la Alianza Cooperativa Internacional.
La A.C.I. es una organización no gubernamental independiente que reúne, representa y sirve a organizaciones cooperativas en todo el mundo. Fue fundada en Londres en 1895 y actualmente tiene su sede en la ciudad de Ginebra, Suiza. Sus 221 miembros son organizaciones cooperativas nacionales e internacionales de todos los sectores de actividad y de 85 países. Se estima en aproximadamente 800 millones de personas los asociados de cooperativas en todo el mundo.
¿Qué es una cooperativa? Es una asociación autónoma de personas que se han unido de forma voluntaria para satisfacer sus necesidades y aspiraciones económicas, sociales y culturales en común mediante una empresa de propiedad conjunta y de gestión democrática. Para resumirlo con palabras de la propia A.C.I.: una cooperativa es "una empresa con alma".
Las cooperativas constituyen formidables herramientas de desarrollo y de progreso social, porque permiten unir pequeños esfuerzos individuales, pequeños capitales y múltiples ideas, que se potencian para, unidas, satisfacer las necesidades y mejorar las condiciones sociales, espirituales, culturales, deportivas, económicas, de sus miembros, contribuyendo de ese modo a mejorar la calidad de vida en sociedad.
Conviven en el ser humano, como en casi todos los animales, tanto el instinto de competencia como el de cooperación.
Hay quienes opinan que el humano está por encima del resto del reino animal, en la escala natural, cosa que habría que poner seriamente en tela de juicio si comparamos la conducta de los demás seres vivos con los desastres que el hombre viene provocando sobre el planeta.
Una de las razones que suelen darse para justificar esa presunta superioridad es la capacidad del género humano de discernir desde un punto de vista moral, qué está bien y qué está mal, para decirlo de manera sencilla. Y su capacidad de elegir, de decidir.
Es por eso que podemos elegir entre competir y cooperar.
La competencia lleva necesariamente a la lucha individual (o grupal) contra otro individuo o grupo. Se gana y se pierde y, consecuentemente, donde unos ganan otros inevitablemente pierden.
La competencia está bien en los juegos y en los deportes, siempre y cuando no se pierda la noción de que se está jugando (el famoso y cada vez más escaso "espíritu deportivo").
Pero en la vida real, de todos los días ¿por qué querer tener (o ser) más que los demás?
Se dirá que es un instinto natural del hombre, como ya hemos señalado, pero justamente el ser humano es humano porque tiene aquella capacidad de dominar sus instintos y hacer prevalecer los principios éticos y morales. De lo contrario seguiríamos eternamente en esa suerte de "darwinismo social" que pretende imponer cierta doctrina, no precisamente cooperativista.
La competencia lleva a la competitividad. La cooperación lleva al cooperativismo.
La primera es viciosa; el segundo es virtuoso.
Pero no se trata solamente de una cuestión de principios. También es una decisión racional optar por la cooperación en lugar de la competencia. Hasta desde el punto de vista de la racionalidad económica.
La competencia lleva necesariamente a dilapidar recursos porque cada uno pretende usarlos para su propio beneficio y dado que al final sólo quedan "los más aptos", quienes van quedando en el camino se llevan consigo los recursos que utilizaron.
Cooperar, en cambio, es dialogar, es ponerse de acuerdo en el uso racional de los recursos disponibles. Es llegar a acuerdos sobre qué caminos son los más beneficiosos para todos y no sólo para los más fuertes. Es, en definitiva, lograr un aprovechamiento más inteligente de las capacidades de todos.
Es sumar y no dividir.
Cooperar implica conversar y, lo que es más importante, escucharnos.
Si los dos instintos (competir y cooperar) son naturales en el ser humano, el cooperativista hace en forma consciente y permanente, una opción por la cooperación. Tal vez en eso consista ser un verdadero cooperativista.
Todos los años, el primer sábado de julio, se celebra en todo el mundo el Día Internacional de la Cooperación, por iniciativa de la Alianza Cooperativa Internacional.
La A.C.I. es una organización no gubernamental independiente que reúne, representa y sirve a organizaciones cooperativas en todo el mundo. Fue fundada en Londres en 1895 y actualmente tiene su sede en la ciudad de Ginebra, Suiza. Sus 221 miembros son organizaciones cooperativas nacionales e internacionales de todos los sectores de actividad y de 85 países. Se estima en aproximadamente 800 millones de personas los asociados de cooperativas en todo el mundo.
¿Qué es una cooperativa? Es una asociación autónoma de personas que se han unido de forma voluntaria para satisfacer sus necesidades y aspiraciones económicas, sociales y culturales en común mediante una empresa de propiedad conjunta y de gestión democrática. Para resumirlo con palabras de la propia A.C.I.: una cooperativa es "una empresa con alma".
Las cooperativas constituyen formidables herramientas de desarrollo y de progreso social, porque permiten unir pequeños esfuerzos individuales, pequeños capitales y múltiples ideas, que se potencian para, unidas, satisfacer las necesidades y mejorar las condiciones sociales, espirituales, culturales, deportivas, económicas, de sus miembros, contribuyendo de ese modo a mejorar la calidad de vida en sociedad.
Vale la pena recordar el lema del Día Internacional de la Cooperación del año pasado: "Construir la paz a través las cooperativas" .
Autor: Osvaldo González Salinas
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