martes, septiembre 18, 2007

La pista policial: Un vecino de Chubut entre los torturadores señalados por López

Enviado por Rubén Carballido

Como en un sistema de inteligencia

La causa de la desaparición de Julio López investiga a Oscar Chicano, un ex secretario del represor Etchecolatz, y sus asociados. En allanamientos encontraron armas, panfletos nazis y carapintada, y evidencias de seguimientos.

Por Adriana Meyer


16.09.07. Sin que se diera cuenta, Julio López tuvo una misteriosa compañía diez días antes de desaparecer. “¿Y éste quién es?”, se empezaron a preguntar sus compañeros al ver una serie de fotos de actos y reuniones políticas de los que había participado López. Nadie conocía a ese hombre mayor, de pelo ralo. Hace nueve meses esas fotos llegaron al juzgado por la sospecha de que el desconocido hubiera espiado a su entorno para realizar la inteligencia previa al secuestro. Un funcionario del Ministerio de Seguridad bonaerense lo identificó como Oscar Raúl Chicano, ex secretario privado del represor Miguel Etchecolatz. La fuente del funcionario fue un testigo de identidad reservada que además relató un encuentro de ex militares y ex policías, del que participó Chicano, en el que planeaban un golpe de Estado y hablaban del avance de los juicios de lesa humanidad. Hace tres semanas, el juez allanó las casas de cuatro miembros de esa banda y encontró panfletos carapintada y de partidos marginales, armas, símbolos nazis, y volantes sobre López. Esta es la hipótesis más activa en la investigación sobre el destino del testigo que contribuyó a la condena de Etchecolatz, pero no es la única. Se complementa con la que aportó un periodista alemán –que afirmó que a López lo mataron el mismo 18 de septiembre por haberse negado a desdecirse de su declaración– y con el descubrimiento de que una ex asistente de Etchecolatz vive a pocos metros del último lugar donde fue visto López ese día.

Al igual que Chicano, esta mujer también integró la secretaría privada cuando Etchecolatz era el director de Investigaciones de la Policía Bonaerense y en la actualidad pertenece a la misma fuerza. Por este motivo, el juez federal Arnaldo Corazza determinó que sea investigada sólo por la Federal y la Secretaría de Inteligencia. Uno de los testigos que afirmaron haber visto a López caminando por su barrio, Los Hornos, entre las 9 y las 10 y media del 18, es vecino de la mujer. Sobre la misma calle que viven hay un local de Edelap, luego viene la vivienda de la mujer y muy cerca la del testigo, el último que vio a López.

Pista DPA

A mediados de mayo el periodista alemán Jan Uwe Ronneburger, corresponsal de la agencia DPA (Deutsche Presse Agentur), “tuvo conocimiento por medio de dos mujeres y dos varones de que Julio López habría sido inducido a cambiar, el día de los alegatos contra el detenido Miguel Etchecolatz, el testimonio que había prestado con anterioridad ante el Tribunal Oral 1, y que ese extremo conllevaría un cambio político del juicio, toda vez que habría puesto en tela de juicio todos los demás testimonios de la causa”, según consta en su declaración a la que Página/12 tuvo acceso. El periodista, que había plasmado esto en un cable de su agencia del 21 de diciembre de 2006, aclaró que sus fuentes eran civiles y que se acercaron a un representante del Poder Ejecutivo nacional, a quien “entregaron toda la documentación bajo reserva de confidencialidad pero como ayuda a las autoridades para ver qué pasaba con López”.

Según Ronneburger, sus fuentes le refirieron que la respuesta fue que “pudieron ser ex represores”, y respecto de la veracidad de la versión el funcionario les dijo que “el camino era el correcto y les aconsejó que tuvieran cuidado”. Página/12 pudo saber que la persona contactada por las fuentes del periodista sería una funcionaria del Ministerio de Justicia, de rango medio. Cuando el juez Corazza le preguntó si podía aportar algún elemento que permita individualizar a quienes asesinaron a López, el periodista respondió que “la respuesta del Poder Ejecutivo fue que López fue asesinado el 18 de septiembre de 2006”, aunque aclaró que esto “no le consta sino que se lo relataron sus fuentes.

El juez Corazza considera factible que los hechos se hayan desarrollado de esta manera, según comentó a este diario una alta fuente del caso. Cuatro testigos vieron a López caminando por el barrio, en dirección contraria a los tribunales donde lo esperaban. El magistrado destaca el dato de que la defensa de Etchecolatz había pedido ese día la postergación de los alegatos, como para tener tiempo de forzar a López a desdecirse de su declaración incriminatoria no sólo de ese represor, ex mano derecha de Ramón Camps, sino de otros siete ex policías. En esa línea, el testigo habría ido a una reunión en el lugar donde fue visto por última vez, en la que habrían intentado inducirlo a cambiar sus dichos, y de la que pudo no haber salido con vida. Si López salió de su casa por propia voluntad se disipan varios de los interrogantes sobre cómo abandonó la vivienda (se puso los borceguíes que usaba para ocasiones especiales, apagó las luces y cerró una ventana) y por qué ésta no presentaba ningún signo de violencia.

Pista Chicano

El superintendente Oscar Alberto Farinelli, ex miembro de la Dirección de Investigaciones de la Policía Bonaerense (Dipba), fue encargado de identificar al hombre que aparece en las fotos al lado de López. Lo hizo con un testigo de identidad reservada que suministró el nombre de Chicano y también dijo haber participado de una reunión política, en febrero de 2007, junto a doce personas “lideradas por el teniente coronel (retirado Anselmo) Palavezatti”, que dijo tener “grupos de combate en todo el país para dar un golpe de Estado”. En otra foja del expediente figura que el testigo afirmó que en ese encuentro se habló del avance de los “juicios de lesa humanidad”. Luego de su declaración, personal de la Policía Bonaerense le exhibió las fotos que habían llamado la atención a los compañeros y compañeras de López, y el testigo reconoció a Chicano.

Cuando los enviados del juez Corazza allanaron su casa y las de los demás participantes de esa reunión (Palavezzatti, Sanz Salaregui y Aldo Conter), encontraron folletos del Partido Popular de la Reconstrucción (PPR) con la leyenda “boletín informativo Mohamed Alí Seineldín en Libertad, lista 51”, cargadores vacíos para pistola 9 milímetros, variedad de cartuchos, una pistola Browning 9 milímetros, una cartilla de adiestramiento de conducción de grupos y hojas de afiliación al PPR, elementos de computación, celulares, volantes sobre la recompensa por López, un informe titulado “Serían delitos de lesa humanidad los crímenes cometidos por la subversión en los ’70”, una cartilla del Partido Revolucionario Etico, otra pistola calibre 22, materiales químicos, un cuadro con un águila y una esvástica y una pistola del Ejército.

La situación de los dueños de esas viviendas allanadas depende del peritaje que los investigadores están terminando respecto del material informático. Página/12 pudo saber que entre los planes delirantes que aparecen figura la idea de “utilizar a los beneficiarios de los Planes Trabajar para cultivar el campo”, tras el golpe que les permitiría acceder al poder. Más allá del vínculo con el secuestro de López, la fuente consultada afirmó que “esto dará inicio a otra causa”.

Hay elementos en la causa para vincular a esa banda mixta con los represores detenidos en Marcos Paz. En el juzgado están convencidos de que son grupos con “códigos, lealtades y dinero”, lo cual les da el grado de autonomía de una “sociedad anónima”, tal como la denominó la fuente, parafraseando a un importante funcionario del gobierno nacional. ¿Puede haber sido planeado allí el secuestro?, quiso saber Página/12. “Es perfectamente posible”, respondió la fuente.

El capellán y el pariente

El fiscal del caso, Sergio Franco, sospecha respecto de la posible participación del ex capellán policial en el secuestro, porque su juicio era el que seguía al de Etchecolatz. El teléfono de Von Wernich aparece en la agenda de Etchecolatz, y la investigación determinó que ese número está a nombre de una agencia de seguridad (Tipper Car Security) vinculada a otro ex miembro de la patota de Etchecolatz, el comisario Rousse. Del cruce de llamadas los días previos y posteriores a la desaparición de López surgen comunicaciones con la cárcel de Marcos Paz.

A fojas 3202 del expediente surge que un testigo de identidad reservada acusó a un familiar directo de López de haberlo amenazado con matarlo porque había descubierto un secreto íntimo de este hombre. Fue intervenido el teléfono del familiar pero como fue avisado de esta situación toda la pesquisa quedó viciada. El juez terminó investigando al denunciante y encontró que se trata de una persona que estuvo vinculada a la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA).

Myriam Bregman y Guadalupe Godoy, abogadas de López en el juicio contra Etchecolatz y querellantes en esta investigación, se quejaron ante Página/12 de que las medidas se toman “tarde y mal, y por eso frustran las pistas fundamentales”. Godoy destacó que los policías nombrados por López en sus declaraciones judiciales “no fueron investigados”, y esto lo reconocen en el expediente las propias fuerzas de seguridad actuantes. Se trata de Julio César Garachico, que tiene un casino en Esquel, Urcola, Manopla Gómez, Peralta, el cabo Gigena y Jorge Ponce.

A modo de ejemplo enumeraron que la agenda de Etchecolatz aún no fue incorporada al sistema de cruce de llamadas, que la computadora del juzgado de Corazza no tiene capacidad para abrirlo, y que el Ministerio de Seguridad habría permitido que el hijo de Chicano saque fotocopias del expediente, siendo que estaba bajo la mira y su casa fue allanada meses después. Las letradas se alarmaron de que el encargado del la “pista infiltrado” haya trabajado en “nada menos que en la Dipba (Etchecolatz) en la dictadura”. Y agregaron que los recientes allanamientos a las casas y al penal de Marcos Paz se hicieron sin presencia de funcionarios judiciales. En este sentido, la falta de control llegó al punto de que el fiscal Franco hizo una denuncia penal contra el Servicio Penitenciario Federal por haber ocultado pruebas que “habrían sido esenciales para esclarecer el caso”. Por todas estas razones, Bregman y Godoy enfatizaron que “tiene que quedar clara la responsabilidad de los que investigan, y si no podemos encontrar a los secuestradores y hay tanto encubrimiento avancemos en busca de los encubridores”. Según ellas, “como no se pondera cada pista lo importante queda diluido”. Bregman concluyó que “a un año estamos 1 a 0: 1 año, cero imputados”. Y Godoy completó que “no hay voluntad política para saber qué grupo se llevó a Julio, si fue la derecha, los carapintadas, los milicos o todos juntos, y esto sólo instala una enorme incertidumbre social como ocurre con los casos impunes, como la AMIA”. Ante este escenario desde la agrupación Justicia Ya! La Plata se preguntaron “de dónde viene el reiterado optimismo de Aníbal Fernández o de León Arslanian, y el porqué de la pasividad del juez Corazza frente a estas anormalidades”.

El casino Punto y Banca busca un nuevo gerente

El ex comisario Julio César Garachico, cara visible del casino de Puerto Madryn durante más de una década, se esfumó de la ciudad cuando trascendió que Jorge López lo incluyó entre los torturadores al servicio de Etchecolatz.

Por Diego Martínez

15.10.06. Hasta el domingo pasado fue un hombre exitoso. Como gerente de la cadena de casinos Punto y Banca repartía sus días entre Puerto Madryn y Esquel. Hasta la sanción de la ley de Obediencia Debida estuvo procesado por la desaparición de Patricia Huchansky y Carlos Simón, pero el vecindario ignoraba el dato. En los ’90 no se privó de pasear en limousine a celebridades menemistas como Gerardo Sofovich, Moisés Ikonicoff o los hermanos Spadone para publicitar el alto target de la empresa. También fue su cara visible en actividades benéficas o ante el Concejo Deliberante. En 1999 durante el Juicio por la Verdad de La Plata su nombre reapareció vinculado con el centro clandestino que funcionó en la comisaría 5ª y con la patota del condenado Miguel Etchecolatz, pero ni él ni sus patrones se dieron por aludidos. Recién esta semana, cuando El Diario de Madryn advirtió su apellido entre los torturadores señalados por el testigo desaparecido Jorge Julio López, el ex comisario de la policía de la provincia de Buenos Aires Julio César Garachico comprendió que nunca más pasará desapercibido ni siquiera en la acallada ciudad patagónica. Desde el lunes se ignora su paradero.

Sesentón, robusto, canoso, tez trigueña, osco en sus expresiones y de carácter fuerte, Garachico siempre se hizo notar. Desde mediados de los ’60, según registros de la ex Dipba, integró un “comando de la represión” dependiente de la Dirección de Investigaciones, donde prestó servicios durante la guerra sucia. Retirados de la fuerza como José Félix Madrid, Bernabé Jesús Corrales o Tomás Rotella lo recordaron durante el Juicio por la Verdad como miembro de la Unidad Regional de La Plata. La ex mujer de Rotella agregó que su marido, junto con Manuel Aguilar y “un oficial de apellido Garachico”, mantenían relación con Etchecolatz y juntos habían quemado “una montaña de libros, fotos y carpetas” en una quinta de Olmos. La mujer rescató “un librito” que podría ser el diario de una desaparecida: “Decía que la habían torturado, que en invierno hacía mucho frío, le habían tirado una frazada y luego se la sacaron”. El ex cabo Leopoldo Campano, hermano de dos desaparecidos, acotó que “se lo nombraba como una persona fuerte y violenta”. Cuando Miguel Angel Bellomo escuchó al camarista Leopoldo Schiffrin explicar que la comisaría 5ª “era un lugar del que no se salía sino raramente”, el ex policía sugirió que llamaran a declarar “a Julio Garachico, que era oficial inspector, jefe de calle y subjefe del Comando de Operaciones de la Unidad Regional. La comisaría 5ª era un punto estratégico del Area Operacional, de ahí emanaba la mayoría de las órdenes. El que dice lo contrario es un hipócrita”. Por ese lugar pasaron alrededor de 180 personas, de las cuales 62 permanecen desaparecidas, delitos por los cuales ya hay siete policías detenidos.

También las víctimas lo nombraron. “Chicha” Mariani, que hace treinta años busca a su nieta Clara Anahí, declaró que como “oficial principal y ex jefe del servicio externo de la unidad regional” Garachico participó del operativo en el cual secuestraron a su nieta y masacraron a su nuera Diana Teruggi y a los militantes peronistas Daniel Mendiburu Elicabe, Roberto Porfirio y Juan Carlos Peiris. Finalmente, el 28 de junio Jorge Julio López detalló su cautiverio en el destacamento de Arana, la estancia La Armonía y las comisarías 5ª y 8ª. Contó que un día “llegó Etchecolatz con el grupo de picaneadores” entre quienes reconoció “a Garachico, Aguiar y Urcola, que después fue comisario, y también a Manopla Gómez, que pegaba patadas. Allí nos volvieron a torturar”. En Arana vio cómo maltrataban a Patricia Dell’Orto y Ambrosio de Marco, a quienes conocía de su unidad básica en Los Hornos. El día que estalló una bomba en la jefatura de la bonaerense, la misma patota llegó al centro clandestino y fusiló a la pareja y a un paraguayo de apellido Rodas. Patricia gritaba que no la mataran, que quería criar a su hija. “Por cada soldado que muera van a morir cinco de ustedes”, les advirtieron.

El domingo pasado la periodista Marisa Rauta, directora de El Diario de Madryn, advirtió desde su editorial la importancia de prestar atención sobre “lo que dijo y a quiénes sindicó con nombre y apellido” el testigo López. Mientras chequeaba su prontuario y coordinaba con otros medios la difusión conjunta de la noticia para evitar represalias (el ex comisario había presionado al diario luego de un artículo sobre adicción al juego), Garachico se esfumó de Madryn. Desde el lunes no hay señales de vida en su enorme casa de Juan José Paso 179. Rápida de reflejos, Punto y Banca SA informó en un memo interno la “desvinculación” del gerente, aunque el responsable de dar la noticia, Raúl Juan Dindart, dijo desconocer los motivos. Es raro: en la ciudad de las berenjenas gigantes cuentan que Garachico nunca negó haber integrado la Bonaerense durante la guerra sucia.

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