Por Oficina de Prensa y Comunicación Municipalidad de Esquel
Nuestro país ha sido siempre un hogar abierto para mujeres y hombres de buena voluntad de cualquier lugar del mundo que necesiten habitar este suelo argentino.
Desde hace décadas la patria recibe con solidaridad a diferentes oleadas de inmigrantes que llegan a buscar un horizonte en el cual intentar ser felices.
La guerra o la posguerra, el hambre, la segregación racial o religiosa, la miseria en cualquiera de sus manifestaciones o simplemente la voluntad de crear nuevos espacios para la vida humana son algunas de las causas por la cuales ciudadanos de todo el mundo en los últimos siglos adoptan nuestro territorio como propio.
Muchas veces llegan con dolor, con ese sabor terriblemente amargo del exilio, del destino no querido. O la incertidumbre y el miedo a lo desconocido. Pero cuando ese dolor y esa incertidumbre se transforman en tesón y en esperanza, en energía y trabajo, en desarrollo, en diversidad cultural y cooperación mutua nuestra patria renace.
Cada puerto, cada paso fronterizo de nuestro extenso territorio constituyó para millones un gran portal de la esperanza. Y así seguirá siendo. Sin diferencias, con la grandeza que nos legaron nuestros libertadores y nuestros máximos estadistas.
Todos los argentinos sabemos como dolió hace poco tiempo atrás ver a nuestros hijos dejar esta Patria y partir lejos porque aquí no había futuro.
El agónico fin de la década del 90 cerró su trágico ciclo histórico expulsando a los trabajadores de la sociedad y a los hijos al desamparo.
Pero ese país es parte del pasado. Hoy es posible volver a soñar y concretar los sueños. Es una tarea ardua, pero posible. Reparadora en la sonrisa de los niños, en el brillo de los ojos de nuestros abuelos, en la esperanza que renace con la vuelta al trabajo de tantos argentinos.
Estamos, como dice nuestro presidente, construyendo otra vez un país en serio. Y eso es fruto de nuestra historia como pueblo argentino, por haber sido generosos. Por darnos desinteresadamente al mundo cuantas veces nos necesitara.
Por aprender que la riqueza está en la diversidad, no en la homogeneidad. Por entender claramente que es posible ser con el otro, aun cuando tengamos muy poco.
Pero es necesario, una vez más, redoblar la apuesta. Estamos haciendo una argentina justa, libre y soberana.
Por eso necesitamos organizarnos más. Crecer en solidaridad, en capacidad de trabajo mancomunado por el bien común, en desarrollo armónico y equitativo.
Nuestros abuelos nos enseñaron cómo hacerlo y nosotros tenemos mucho más para dar.
Yo los invito a seguir este camino, para que la grandeza de la nación sea una realidad, fruto de la construcción colectiva de todos los argentinos, los que hemos nacido en el país o los que eligieron habitar este suelo.
Muchas gracias.
Nuestro país ha sido siempre un hogar abierto para mujeres y hombres de buena voluntad de cualquier lugar del mundo que necesiten habitar este suelo argentino.
Desde hace décadas la patria recibe con solidaridad a diferentes oleadas de inmigrantes que llegan a buscar un horizonte en el cual intentar ser felices.
La guerra o la posguerra, el hambre, la segregación racial o religiosa, la miseria en cualquiera de sus manifestaciones o simplemente la voluntad de crear nuevos espacios para la vida humana son algunas de las causas por la cuales ciudadanos de todo el mundo en los últimos siglos adoptan nuestro territorio como propio.
Muchas veces llegan con dolor, con ese sabor terriblemente amargo del exilio, del destino no querido. O la incertidumbre y el miedo a lo desconocido. Pero cuando ese dolor y esa incertidumbre se transforman en tesón y en esperanza, en energía y trabajo, en desarrollo, en diversidad cultural y cooperación mutua nuestra patria renace.
Cada puerto, cada paso fronterizo de nuestro extenso territorio constituyó para millones un gran portal de la esperanza. Y así seguirá siendo. Sin diferencias, con la grandeza que nos legaron nuestros libertadores y nuestros máximos estadistas.
Todos los argentinos sabemos como dolió hace poco tiempo atrás ver a nuestros hijos dejar esta Patria y partir lejos porque aquí no había futuro.
El agónico fin de la década del 90 cerró su trágico ciclo histórico expulsando a los trabajadores de la sociedad y a los hijos al desamparo.
Pero ese país es parte del pasado. Hoy es posible volver a soñar y concretar los sueños. Es una tarea ardua, pero posible. Reparadora en la sonrisa de los niños, en el brillo de los ojos de nuestros abuelos, en la esperanza que renace con la vuelta al trabajo de tantos argentinos.
Estamos, como dice nuestro presidente, construyendo otra vez un país en serio. Y eso es fruto de nuestra historia como pueblo argentino, por haber sido generosos. Por darnos desinteresadamente al mundo cuantas veces nos necesitara.
Por aprender que la riqueza está en la diversidad, no en la homogeneidad. Por entender claramente que es posible ser con el otro, aun cuando tengamos muy poco.
Pero es necesario, una vez más, redoblar la apuesta. Estamos haciendo una argentina justa, libre y soberana.
Por eso necesitamos organizarnos más. Crecer en solidaridad, en capacidad de trabajo mancomunado por el bien común, en desarrollo armónico y equitativo.
Nuestros abuelos nos enseñaron cómo hacerlo y nosotros tenemos mucho más para dar.
Yo los invito a seguir este camino, para que la grandeza de la nación sea una realidad, fruto de la construcción colectiva de todos los argentinos, los que hemos nacido en el país o los que eligieron habitar este suelo.
Muchas gracias.
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