Por Marcos Sourrouille
Las líneas que siguen fueron escritas hace unos días, pero recobraron actualidad a raíz de una maniobra indignante. Primero, presento el tema:
En estos días se inició en la comunidad educativa del Colegio Nº 735 de esta localidad un debate en torno al nombre que debería llevar la escuela.
La profesora Graciela Rojana, militante del Partido Justicialista e integrante de la Red por la Identidad en Esquel, presentó un proyecto para que la escuela lleve el nombre de "Abuelas de Plaza de Mayo".
Más allá de la escasa argumentación -media carilla- que acompaña la propuesta, se generó una situación a primera vista bastante extraña en la comunidad educativa.
Sobre todo entre los alumnos, la respuesta fue un rotundo rechazo.
El problema no es el nombre en sí, sino la vía por la que se pretende llegar a él, y acaso también las motivaciones que subyacen a esta iniciativa.
Casi todos los integrantes de la comunidad educativa nos desayunamos con la propuesta cuando la misma ya había sido presentada a la dirección del establecimiento. Y la participación que nos tocaría en semejante definición de nuestra identidad es la de participar en un plebiscito diciendo "sí" o "no" a la propuesta. Incluso varios se enteraron de la novedad a través de medios de comunicación que ya dan por hecho que la escuela llevará ese nombre.
Siendo las Abuelas de Plaza de Mayo reconocidas por su lucha contra la imposición de una identidad falsa a los niños apropiados durante la última dictadura militar, resultaría un sinsentido absoluto imponer su nombre a una comunidad educativa. Es de creer que ellas mismas rechazarían el "homenaje", de darse partiendo de una iniciativa que se intenta imponer "desde arriba" a quienes conformamos dicha comunidad.
En estos días, en que muchos que en otros tiempos miraban para otro lado, o tenían otras prioridades, retoman para obtener rédito político las banderas de los derechos humanos y la resistencia a la última dictadura, el nombre en cuestión sería "políticamente correcto". El mismo estado –y a veces las mismas personas- que legitimaron la impunidad hoy se visten de adalides de los derechos humanos…
Personalmente, no me disgustaría que una escuela llevara ese nombre. Pero sólo si esa decisión partiera del debate, la reflexión y el consenso de toda la comunidad educativa. Si no surgiera en esas condiciones sería una falta de respeto a quienes conformamos la comunidad y a las mismas Abuelas.
La discusión que se impone hoy no es si la escuela debe llamarse "Abuelas de Plaza de Mayo" o no. El punto es que cualquier nombre que lleve la escuela, cualquier construcción colectiva de nuestra identidad, debe surgir de nosotros mismos y en los tiempos que necesitemos para hacer entre todos ese proceso, sin pensar en ninguna clase de oportunismos o conveniencias.
Una vez más, los alumnos nos enseñaron cómo hacer las cosas. Ellos fueron los primeros en reaccionar contra lo que sintieron como una imposición que pasaba por arriba de su derecho a opinar y decidir.
Lo que agrava la situación, y amerita la denuncia pública es que el 19 de octubre ingresó al Concejo Deliberante de Esquel un proyecto de declaración solicitando que se declare de interés municipal la imposición –tal cual la palabra utilizada dos veces en la nota- a la escuela 735 del nombre "Abuelas de Plaza de Mayo". Tal novedad se conoció en la escuela recién el 30 de octubre, once días después, y no por iniciativa de ninguno de los firmantes de dicha solicitud.
Esto último amerita un párrafo aparte, ya que si bien Graciela Rojana es docente en la escuela 735, Luis Llevilao no tiene ninguna relación con esta institución. De todos modos, el accionar de ambos en esta cruzada por imponer el nombre en cuestión está signado por desarrollarse flagrantemente a espaldas de la comunidad educativa.
Es una falta de respeto a todos y cada uno de quienes conformamos esta comunidad que se presente cualquier iniciativa utilizando nuestro nombre sin nuestro conocimiento, y sin siquiera nuestro conocimiento.
La iniciativa de Rojana y Llevilao no representa la voluntad de la comunidad educativa del colegio Nº 735, Y ELLOS LO SABEN.
Sería bueno que, en vez de empeñarse en hacer maniobras a espaldas de la comunidad cuya representación se arrogan, dieran publicidad a los motivos que suscitan en sus personas este súbito interés en los derechos humanos.
Sería bueno que cuestiones como los derechos humanos, la identidad o la historia no sean objeto de manipulaciones mezquinas en pos de obtener réditos políticos o personales.
No podemos permitir este tipo de maniobras. No pueden resultar tampoco, gratuitas para sus autores.
Invito a la Red por la Identidad y a las Abuelas de Plaza de Mayo a revisar la pertinencia de otorgar su representación en Esquel a personas que se manejan de esta manera.
Marcos Sourrouille
Las líneas que siguen fueron escritas hace unos días, pero recobraron actualidad a raíz de una maniobra indignante. Primero, presento el tema:
En estos días se inició en la comunidad educativa del Colegio Nº 735 de esta localidad un debate en torno al nombre que debería llevar la escuela.
La profesora Graciela Rojana, militante del Partido Justicialista e integrante de la Red por la Identidad en Esquel, presentó un proyecto para que la escuela lleve el nombre de "Abuelas de Plaza de Mayo".
Más allá de la escasa argumentación -media carilla- que acompaña la propuesta, se generó una situación a primera vista bastante extraña en la comunidad educativa.
Sobre todo entre los alumnos, la respuesta fue un rotundo rechazo.
El problema no es el nombre en sí, sino la vía por la que se pretende llegar a él, y acaso también las motivaciones que subyacen a esta iniciativa.
Casi todos los integrantes de la comunidad educativa nos desayunamos con la propuesta cuando la misma ya había sido presentada a la dirección del establecimiento. Y la participación que nos tocaría en semejante definición de nuestra identidad es la de participar en un plebiscito diciendo "sí" o "no" a la propuesta. Incluso varios se enteraron de la novedad a través de medios de comunicación que ya dan por hecho que la escuela llevará ese nombre.
Siendo las Abuelas de Plaza de Mayo reconocidas por su lucha contra la imposición de una identidad falsa a los niños apropiados durante la última dictadura militar, resultaría un sinsentido absoluto imponer su nombre a una comunidad educativa. Es de creer que ellas mismas rechazarían el "homenaje", de darse partiendo de una iniciativa que se intenta imponer "desde arriba" a quienes conformamos dicha comunidad.
En estos días, en que muchos que en otros tiempos miraban para otro lado, o tenían otras prioridades, retoman para obtener rédito político las banderas de los derechos humanos y la resistencia a la última dictadura, el nombre en cuestión sería "políticamente correcto". El mismo estado –y a veces las mismas personas- que legitimaron la impunidad hoy se visten de adalides de los derechos humanos…
Personalmente, no me disgustaría que una escuela llevara ese nombre. Pero sólo si esa decisión partiera del debate, la reflexión y el consenso de toda la comunidad educativa. Si no surgiera en esas condiciones sería una falta de respeto a quienes conformamos la comunidad y a las mismas Abuelas.
La discusión que se impone hoy no es si la escuela debe llamarse "Abuelas de Plaza de Mayo" o no. El punto es que cualquier nombre que lleve la escuela, cualquier construcción colectiva de nuestra identidad, debe surgir de nosotros mismos y en los tiempos que necesitemos para hacer entre todos ese proceso, sin pensar en ninguna clase de oportunismos o conveniencias.
Una vez más, los alumnos nos enseñaron cómo hacer las cosas. Ellos fueron los primeros en reaccionar contra lo que sintieron como una imposición que pasaba por arriba de su derecho a opinar y decidir.
Lo que agrava la situación, y amerita la denuncia pública es que el 19 de octubre ingresó al Concejo Deliberante de Esquel un proyecto de declaración solicitando que se declare de interés municipal la imposición –tal cual la palabra utilizada dos veces en la nota- a la escuela 735 del nombre "Abuelas de Plaza de Mayo". Tal novedad se conoció en la escuela recién el 30 de octubre, once días después, y no por iniciativa de ninguno de los firmantes de dicha solicitud.
Esto último amerita un párrafo aparte, ya que si bien Graciela Rojana es docente en la escuela 735, Luis Llevilao no tiene ninguna relación con esta institución. De todos modos, el accionar de ambos en esta cruzada por imponer el nombre en cuestión está signado por desarrollarse flagrantemente a espaldas de la comunidad educativa.
Es una falta de respeto a todos y cada uno de quienes conformamos esta comunidad que se presente cualquier iniciativa utilizando nuestro nombre sin nuestro conocimiento, y sin siquiera nuestro conocimiento.
La iniciativa de Rojana y Llevilao no representa la voluntad de la comunidad educativa del colegio Nº 735, Y ELLOS LO SABEN.
Sería bueno que, en vez de empeñarse en hacer maniobras a espaldas de la comunidad cuya representación se arrogan, dieran publicidad a los motivos que suscitan en sus personas este súbito interés en los derechos humanos.
Sería bueno que cuestiones como los derechos humanos, la identidad o la historia no sean objeto de manipulaciones mezquinas en pos de obtener réditos políticos o personales.
No podemos permitir este tipo de maniobras. No pueden resultar tampoco, gratuitas para sus autores.
Invito a la Red por la Identidad y a las Abuelas de Plaza de Mayo a revisar la pertinencia de otorgar su representación en Esquel a personas que se manejan de esta manera.
Marcos Sourrouille
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