miércoles, enero 16, 2008

Autos particulares: proponen la instalación de un dispositivo controlador de la velocidad


Por Enrique Gil Ibarra *

¿Con un neumático en el cerebro?

Hace pocos días, el Gobernador Mario Das Neves hizo un preocupado comentario sobre los accidentes de tránsito en la provincia. No era para menos:

“Durante todo 2007, y hasta los primeros tres días de este año, 113 personas murieron en Chubut como consecuencia de accidentes de tránsito. La cifra representa un 20 por ciento más que la producida en 2006, cuando los fallecimientos por esa causa fueron 94” (Diario Jornada – Chubut - 04/01/08)

Pero Chubut no es una de las provincias del país donde es más grave el problema. En todo el país, más de 20 personas mueren por día, 8.104 en el 2007, con más de 120.000 heridos anuales de distinta gravedad. Argentina se ubica en el quinto lugar en accidentes de tránsito en el mundo y según las estadísticas, estos accidentes son la primera causa de muerte en menores de 30 años, siendo los varones de 17 a 24 años los que tienen el mayor porcentaje de víctimas.

¿No habrá llegado el momento de tomar ciertas decisiones que, aunque parezcan antipáticas a algunos, resultan imprescindibles si queremos ponerle un freno a esta situación?

Año tras año, seguimos insistiendo en que la “educación vial” es “el único camino”, cuando los argentinos estamos demostrando que dicha educación nos importa poco o nada, y que la irresponsabilidad prima por sobre la cordura que debería imperar cuando nos ponemos al volante de una máquina de 1.600 kilogramos que puede circular a 180 ó 200 kilómetros por hora.

Quizás cuando trepamos a nuestros automóviles, los argentinos saturamos nuestra materia gris con una serie de románticas imágenes de películas de Fórmula 1. Tal vez soñamos con esas señoritas pulposas de mamelucos ajustados o brevísimas faldas que acompañan a los pilotos los domingos en el autódromo.

Acaso fantaseamos –a falta de heroísmos más sustanciosos- con un podio bañado en champagne y el aplauso de las multitudes enfervorizadas.

O simplemente nos metemos un neumático en el cerebro y dejamos de pensar.

Más de 80 ciudadanos argentinos perdieron la vida en los 15 días que lleva el 2008. ¿Vamos a continuar mirándonos el ombligo? Veamos los datos para ubicar el problema:

“Las principales arterias del país están colapsadas. Las rutas nacionales están diseñadas desde la década del 50 y siguen siendo las mismas” (Gustavo Brambati – Jefe de Departamento del Centro de Experimentación y Seguridad Vial).

Una red de caminos nacional de 38.000 kilómetros, 191.000 kilómetros de rutas provinciales, de las cuales sólo 36.000 están asfaltados. El 52% de los accidentes ocurre en rutas nacionales. Un 25% en rutas provinciales. 10% en autopistas. 7% en avenidas. 6% en calles de ciudades.

El 90% de los accidentes se atribuye al error humano. Por supuesto, podemos hablar de que las rutas son viejas, y pueden estar mal mantenidas. Que algunas tienen un ancho de 6,70 metros, cuando deberían tener más de 7,30 metros por las dimensiones de los vehículos nuevos, según afirma Miguel Angel Salvia, presidente de la Asociación Argentina de Carreteras.

Pero no podemos modificar decenas de miles de kilómetros de rutas. Por lo menos, no enseguida, ni en pocos años. ¿Podremos “modificar” a los conductores? ¿Cambiar su actitud?

Los datos parecen indicar que, pese a todas las campañas de seguridad y concientización vial, numerosos conductores no quieren ser “modificados”. Las fallas humanas más comunes son: velocidad inadecuada (léase “exceso” de velocidad), invasión de carril, distracciones, maniobras abruptas, cansancio…

Frente a estos datos ¿alguien piensa seriamente que un conductor consciente puede circular –por ejemplo- por la ruta Madryn/Trelew, aunque haya sido refaccionada, a 160 kilómetros por hora?

Creo que debemos tomar conciencia que muchos de nosotros estamos manejando vehículos pensados para carreteras que no son las nuestras. Que alcanzan velocidades que, en nuestros caminos, son siempre inadecuadas. Que si no podemos solucionar el problema cambiando las carreteras -y no queremos seguir matándonos entre nosotros-, pero no podemos “obligarnos” por las buenas a “sacarnos el neumático de la cabeza”, debemos aceptar una imposición por la Ley, si pretendemos que en el Chubut no empeoren las actuales condiciones.

Concretamente –y aquí llega lo antipático- creo que desde el Estado provincial debe impulsarse un proyecto de Ley que establezca que los vehículos particulares que se patenten y/o radiquen en la provincia, incorporen un dispositivo limitador de la velocidad máxima, independiente de la voluntad del conductor y que no pueda ser modificado por éste. De acuerdo a la legislación vigente, el máximo debería ser de 130 km/h.

Los que siempre critican dirán -como han hecho en otras provincias para frenar la iniciativa-, que un accidente es fatal “tanto a 170 km/h como a 120 km/h”, por lo que limitar la velocidad no sirve para nada.

Sin embargo, eso es una falacia bastante elemental. En principio no toma en cuenta que a mayores velocidades, las posibilidades de error humano se multiplican.

Que las distancias necesarias para el frenado hasta y desde que los reflejos se activan son proporcionalmente mayores cuanta más velocidad y que el dominio sobre el automóvil también disminuye en proporción inversa a la velocidad.

Que si bien los motores y la estructura de los automóviles modernos están preparados para desarrollar esas velocidades, no siempre los conductores mantienen otros aspectos técnicos en condiciones ideales, por ejemplo los neumáticos, que no reaccionan igual dependiendo de su estado de desgaste, de la velocidad o de la maniobra ejecutada, disminuyendo su “agarre”.

La oposición potencial a esta medida no tiene sustento lógico ni legal: si la velocidad máxima permitida en rutas y en todo el país es de 130 kilómetros horarios, los que se opongan ¿estarán reclamando el “derecho” a infringir la ley? ¿Reclamarán el “derecho” a ser irresponsables? ¿El “derecho” de accidentarse a la velocidad que deseen?

Por último, el Estado tiene la obligación y también el derecho de proteger a los ciudadanos que sí cumplen la ley, y que muchas veces se ven involucrados en accidentes múltiples en los que su única participación activa es conducir correctamente, a la velocidad adecuada, y que no tienen porqué ser víctimas de aquellos que por impericia, negligencia o simple inconsciencia, deciden apostar sus vidas en una ruta.

* DNI 11.630.339
Periodista / Director de Trelew Noticias

Fuentes: Asociación Argentina de Carreteras - Centro de Experimentación y Seguridad Vial - Revista Rumbos - Diario Jornada – Asociación Luchemos por la Vida

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