lunes, marzo 10, 2008

Un nuevo tiempo en un nuevo lugar (1ra nota)


Por Daniel Aníbal Galatro *

La vida propia es seguramente la mayor aventura que a cada ser humano le toca protagonizar.

Con sus instantes sucesivos que marcan presentes que nacen y mueren sin que podamos tomar conciencia de ellos porque estamos ocupados viviéndolos.

Presentes que tienen destino de pasado. Presentes cuyo futuro siempre desconocemos.

¿Qué hacer, entonces, con esa volátil existencia que se nos ha dado transitar sin una guía previa de sus posibles rutas, bifurcaciones y destinos? ¿Qué hacer con ese capital, grande o pequeño, que recibimos al nacer y debemos administrar con prudencia, sabiduría, resignación, esperanza o de la forma en que nos parezca más adecuada a cada etapa?

Muchas veces dilapidamos ese tiempo, nuestro único verdadero tesoro que democráticamente tenemos en las manos, porque pensamos que somos jóvenes, que lo que tendremos siempre estará y lo que nos falta lo obtendremos de alguna forma.

Pero llega un momento en que la muerte deja de ser una posibilidad para convertirse en una certeza. Ya no es algo lejano de cumplimiento seguro pero suficientemente distante como para que no nos agobie saber que estará, sino que se convierte en una alternativa que puede presentarse pronto, quizá hoy mismo.

Y allí es cuando tomamos conciencia plena del resto de capital que nos queda, del tiempo demasiado breve que debemos administrar para hacer las pocas cosas que elegimos entre las muchas que alguna vez proyectamos. Descartamos las que ya no podrán ser para quedarnos con las que todavía quizá son realizables.

Fue así que, llegado ese momento, mi esposa y yo decidimos que era oportuno intentar cumplir nuestro sueño: un nuevo tiempo en un nuevo lugar.

Los hijos crecidos y ya haciendo sus propias vidas, sin tener que explicar demasiado las razones que justificaban el comenzar el último movimiento de la sinfonía de nuestras existencias para procurar que fuera brillante, a plena orquesta, en el punto exacto del planeta donde pudiéramos sentir la fiesta de estar vivos cada día, más juntos que nunca, compartiendo el milagro que parecía insinuarse ante nosotros. Aunque fuera para disfrutarlo un breve tiempo, pero sabiendo que nuestros cinco sentidos tomarían de él cada pequeña cosa valiosa que nos brindara.

¿Por qué elegimos Esquel? Ese será el tema de la próxima nota.

* 5.331.274

1 Comentá esta nota:

Anónimo dijo...

Me parece una idea muy buena y saludable, cuando muchos se quedan llorando el vuelo de sus hijos y se abandonan, emprender una nueva vida en un lugar así. Yo también ando mirando mucho para Esquel, aunque mi sueño es vivir en Trevelín, y eso que resido en Ushuaia, pero esta ciudad aunque hermosa por su paisaje, ya está demasiado habitada, casi colapsada.
Alicia

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