Por: Lelio Merli *
Había una vez un porfiado que era vasco.
Porfiado como ninguno, bruto como el que más. Ignorante sin saberlo. Como algunos ignorantes que no creen que lo son, porque pasaron por alguna Facultad
Dicen que existió y que la historia siguiente es cierta.
Todos lo conocían por el sobrenombre Arrayúa, ya que siempre, antes de hacer algún desastre lanzaba esa interjección.
Arrayúa tenía mujer (QEPD). Ella un buen día, perdón, mal día, se resfrió y su marido, presuroso, trajo un frasco de la farmacia. ¿Qué contenía?. Sólo Dios sabe. Quizás un antigripal.
Debía darle dos cucharadas por día. Una de mañana y otra de noche. El jarabe le duraría un mes.
Enseguida se notó la mejoría. Era casi milagroso. Le corrigió varios males crónicos. Estomacales, respiratorios y hasta de tipo femenino (del Género, diría Cristina).
Arrayúa enloqueció de contento y como era ignorante, pero muy ignorante dijo:
-- Si dos cucharadas obraron milagro. ¡Qué no hará el frasco completo!. ¡Arrayúa!.
Y le hizo tomar a su mujer (QEPD), el frasco completo. Resultado: a la noche la estaban velando.
El título menciona las retenciones. ¿Tendrán algo que ver con el cuento?.
Mucho. Existe un paralelo. Primero fueron un diez por ciento, después un veinte, después un treinta. Y los Arrayúas del Ministerio de Economía pensaron: si un poco obró milagros inesperados, ¡qué no logrará el máximo posible. Apliquémoslo.
Pero hete aquí que la Sra. Federación Agraria no quiere morir. No quiere que le embuchen ese remedio. Tiene miedo que le pase lo mismo que a la mujer de Arrayúa (QEPD), y en el cementerio de Alcorta aparezca una lápida que diga: Aquí yace Doña Federación. (QEPD). La mató la ignorancia ajena. Quizás conozca el cuento. Es posible, porque a mí me lo contaron cuando era chico, en el campo de mi abuelo, que era vasco.
Es que existe una gran diferencia entre el entendido y el experto: Lavagna (experto) reimplantó las retenciones. Los nuevos economistas (entendidos) reaumentaron esas retenciones.
Dimos antes el ejemplo de un remedio mal suministrado. Sigamos con el ejemplo:
Supongamos que debemos darle un remedio a un perro. No todos los perros son de igual tamaño y de acuerdo al peso será la dosis. No es lo mismo un perro chiquito que un Gran Danés.
Entonces, le pediremos opinión a un entendido:
-- Señor entendido, debo darle una cucharada de este jarabe a mi perro. Podría Ud. decirme, ¿lo debo dar con una cuchara de café, una mediana o una sopera?
-- ¿De qué tamaño es su perro? – preguntará el entendido.
-- Mediano – supongamos que le diga el dueño del animal.
-- Es muy fácil – dirá el entendido—una cucharada mediana.
Hasta aquí la opinión del entendido. Pero, ¿qué diría el que no es entendido?:
-- Una cucharada sopera.
Eso diría Arrayúa. Aunque se tratara de Jazmín, el recordado perrito de Susana.
Pero, ¿qué diría un experto, si lo consultamos?:
Suponiendo que Lavagna fuera veterinario, diría:
-- ¿Cuántos kilos pesa el animal?
-- Diez kilos.
-- Entonces: Diez kilos por tantos miligramos por kilo, igual a tantos gramos. Esa es la dosis exacta.
Hemos dado un ejemplo de la diferencia que existe entre el entendido y el experto.
Yo soy apenas un entendido, Lavagna es un experto.
Arrayúa hubiera aconsejado una cucharada sopera a todos los perros por igual.
Así haría un ministro de Economía que ni siquiera fuera un entendido.
Y la verdad sea dicha, quien dice Arrayúa, dice Lousteau. Y quién dice Lousteau dice Moreno.
El paralelo entre el cuento de Arrayúa y las retenciones existe:
No se pueden aplicar las retenciones máximas, de arrebato, sin prever los resultados. Ni pueden ser las mismas para los muy grandes y los muy chicos.
Fue necesario el paro agropecuario para que el Ministerio de Economía estudiara algún sistema compensatorio pera los pequeños agricultores.
Sistema que habrá que comprobar si es aplicable en la práctica.
Porque no entiendo cómo se habla de quitar mucho primero y después de devolver un poco, cuando lo más fácil sería quitar menos de entrada.
Me recuerda otro cuento campero, del alemán que viajaba en tren y contaba las patas de los vacunos que veía y después las dividía por cuatro para saber cuántos animales eran.
Si viviera Spencer diría:
"No se debe complicar inútilmente las cosas que son demasiado simples en su origen".
LA AGRICULTURA SIN AGRICULTORES.
Siempre fue el sueño de algunos industriales metalúrgicos, tener una industria sin obreros. Quizás con robots, quizás con resortes, engranajes y botones. De modo tal, de no tener reclamos, protestas, ni pedidos de aumento. No tener obreros con hijos que deban ir a la escuela, a los que haya que vestir o cuidar cuando enferman.
Del mismo modo, los regímenes autoritarios siempre soñaron con una agricultura sin agricultores. Una agricultura sin trabajadores que reclamen mayor bienestar. Que trabajen con empeño en beneficio de la patria, del estado o la sociedad. Eso nunca se logró. Sobre todo en beneficio de la Sociedad. En Rusia, un imperio, casi un continente, con una potencia industrial asombrosa, no se pudo controlar a los agricultores como se pudo a los proletarios. Cada vez las máquinas cosechadoras eran más grandes, casi locomotoras. Cada vez los trabajadores eran más vagos.
Y las cosechas se perdían por falta de esfuerzo, de sacrificio. Rusia debía importar el 20 % de cereales. Exactamente la misma cantidad que se perdía en el campo, después de las cosechas, por falta de esfuerzo. Por no entrar bajo techo el cereal en medio de la lluvia, por no trabajar de noche, con frío, el frío de Rusia. Por no querer trabajar por la Sociedad, es decir por sus hermanos de las ciudades, que trabajaban ocho horas y se iban a sus casas. Es que se perdió a los trabajadores que luchaban por sus campos, es decir, a los agricultores. A los que veían al campo como su propiedad.
Lo mismo pasó en Méjico, con la presidencia de Cárdenas. Todas las reformas sociales y políticas triunfaron, menos la agraria. Se trasladó a los indios de sus regiones, para que perdieran el respeto feudal hacia sus antiguos patrones. Fue peor aún. Es que los indios sólo trabajaban por su comunidad. No por los habitantes de las ciudades.
Por eso hay subsidios en Europa. Porque el trabajo rural tiene que rendir más que el de las fábricas. Porque para ganar igual, es mejor vivir en las ciudades, donde las escuelas están más cerca, más cerca los médicos y los hospitales. Para ganar igual y tener que mandar los hijos a estudiar a las ciudades, es mejor mudarse a la ciudad, con toda la familia. Para ganar igual y morir antes de tiempo, por el contacto diario con los agroquímicos, mejor es mudarse a la ciudad, donde se llega a viejo.
Estoy hablando de los pequeños agricultores.
Pero esto, parece que no se entiende desde Puerto Madero, ni desde el Ministerio de Economía. Porque si lo entienden y tratan de complicar la ayuda a los pequeños agricultores con sistemas inaplicables, significa que quieren que se cansen, se muden a las ciudades y no molesten más.
Es porque prefieren que la agricultura la hagan los grandes productores, a los cuales se puede controlar mejor, con menos trabajo.
Entonces pasará como en la Rusia comunista: Importaremos cereal.
* Escritor – Periodista – Ex - productor agropecuario
DNI 5987422 – J. M. Rosas 064 – Rosario -- Tel. 4400788 – E-mail: leliomerlifiscal@hotmail.com
Había una vez un porfiado que era vasco.
Porfiado como ninguno, bruto como el que más. Ignorante sin saberlo. Como algunos ignorantes que no creen que lo son, porque pasaron por alguna Facultad
Dicen que existió y que la historia siguiente es cierta.
Todos lo conocían por el sobrenombre Arrayúa, ya que siempre, antes de hacer algún desastre lanzaba esa interjección.
Arrayúa tenía mujer (QEPD). Ella un buen día, perdón, mal día, se resfrió y su marido, presuroso, trajo un frasco de la farmacia. ¿Qué contenía?. Sólo Dios sabe. Quizás un antigripal.
Debía darle dos cucharadas por día. Una de mañana y otra de noche. El jarabe le duraría un mes.
Enseguida se notó la mejoría. Era casi milagroso. Le corrigió varios males crónicos. Estomacales, respiratorios y hasta de tipo femenino (del Género, diría Cristina).
Arrayúa enloqueció de contento y como era ignorante, pero muy ignorante dijo:
-- Si dos cucharadas obraron milagro. ¡Qué no hará el frasco completo!. ¡Arrayúa!.
Y le hizo tomar a su mujer (QEPD), el frasco completo. Resultado: a la noche la estaban velando.
El título menciona las retenciones. ¿Tendrán algo que ver con el cuento?.
Mucho. Existe un paralelo. Primero fueron un diez por ciento, después un veinte, después un treinta. Y los Arrayúas del Ministerio de Economía pensaron: si un poco obró milagros inesperados, ¡qué no logrará el máximo posible. Apliquémoslo.
Pero hete aquí que la Sra. Federación Agraria no quiere morir. No quiere que le embuchen ese remedio. Tiene miedo que le pase lo mismo que a la mujer de Arrayúa (QEPD), y en el cementerio de Alcorta aparezca una lápida que diga: Aquí yace Doña Federación. (QEPD). La mató la ignorancia ajena. Quizás conozca el cuento. Es posible, porque a mí me lo contaron cuando era chico, en el campo de mi abuelo, que era vasco.
Es que existe una gran diferencia entre el entendido y el experto: Lavagna (experto) reimplantó las retenciones. Los nuevos economistas (entendidos) reaumentaron esas retenciones.
Dimos antes el ejemplo de un remedio mal suministrado. Sigamos con el ejemplo:
Supongamos que debemos darle un remedio a un perro. No todos los perros son de igual tamaño y de acuerdo al peso será la dosis. No es lo mismo un perro chiquito que un Gran Danés.
Entonces, le pediremos opinión a un entendido:
-- Señor entendido, debo darle una cucharada de este jarabe a mi perro. Podría Ud. decirme, ¿lo debo dar con una cuchara de café, una mediana o una sopera?
-- ¿De qué tamaño es su perro? – preguntará el entendido.
-- Mediano – supongamos que le diga el dueño del animal.
-- Es muy fácil – dirá el entendido—una cucharada mediana.
Hasta aquí la opinión del entendido. Pero, ¿qué diría el que no es entendido?:
-- Una cucharada sopera.
Eso diría Arrayúa. Aunque se tratara de Jazmín, el recordado perrito de Susana.
Pero, ¿qué diría un experto, si lo consultamos?:
Suponiendo que Lavagna fuera veterinario, diría:
-- ¿Cuántos kilos pesa el animal?
-- Diez kilos.
-- Entonces: Diez kilos por tantos miligramos por kilo, igual a tantos gramos. Esa es la dosis exacta.
Hemos dado un ejemplo de la diferencia que existe entre el entendido y el experto.
Yo soy apenas un entendido, Lavagna es un experto.
Arrayúa hubiera aconsejado una cucharada sopera a todos los perros por igual.
Así haría un ministro de Economía que ni siquiera fuera un entendido.
Y la verdad sea dicha, quien dice Arrayúa, dice Lousteau. Y quién dice Lousteau dice Moreno.
El paralelo entre el cuento de Arrayúa y las retenciones existe:
No se pueden aplicar las retenciones máximas, de arrebato, sin prever los resultados. Ni pueden ser las mismas para los muy grandes y los muy chicos.
Fue necesario el paro agropecuario para que el Ministerio de Economía estudiara algún sistema compensatorio pera los pequeños agricultores.
Sistema que habrá que comprobar si es aplicable en la práctica.
Porque no entiendo cómo se habla de quitar mucho primero y después de devolver un poco, cuando lo más fácil sería quitar menos de entrada.
Me recuerda otro cuento campero, del alemán que viajaba en tren y contaba las patas de los vacunos que veía y después las dividía por cuatro para saber cuántos animales eran.
Si viviera Spencer diría:
"No se debe complicar inútilmente las cosas que son demasiado simples en su origen".
LA AGRICULTURA SIN AGRICULTORES.
Siempre fue el sueño de algunos industriales metalúrgicos, tener una industria sin obreros. Quizás con robots, quizás con resortes, engranajes y botones. De modo tal, de no tener reclamos, protestas, ni pedidos de aumento. No tener obreros con hijos que deban ir a la escuela, a los que haya que vestir o cuidar cuando enferman.
Del mismo modo, los regímenes autoritarios siempre soñaron con una agricultura sin agricultores. Una agricultura sin trabajadores que reclamen mayor bienestar. Que trabajen con empeño en beneficio de la patria, del estado o la sociedad. Eso nunca se logró. Sobre todo en beneficio de la Sociedad. En Rusia, un imperio, casi un continente, con una potencia industrial asombrosa, no se pudo controlar a los agricultores como se pudo a los proletarios. Cada vez las máquinas cosechadoras eran más grandes, casi locomotoras. Cada vez los trabajadores eran más vagos.
Y las cosechas se perdían por falta de esfuerzo, de sacrificio. Rusia debía importar el 20 % de cereales. Exactamente la misma cantidad que se perdía en el campo, después de las cosechas, por falta de esfuerzo. Por no entrar bajo techo el cereal en medio de la lluvia, por no trabajar de noche, con frío, el frío de Rusia. Por no querer trabajar por la Sociedad, es decir por sus hermanos de las ciudades, que trabajaban ocho horas y se iban a sus casas. Es que se perdió a los trabajadores que luchaban por sus campos, es decir, a los agricultores. A los que veían al campo como su propiedad.
Lo mismo pasó en Méjico, con la presidencia de Cárdenas. Todas las reformas sociales y políticas triunfaron, menos la agraria. Se trasladó a los indios de sus regiones, para que perdieran el respeto feudal hacia sus antiguos patrones. Fue peor aún. Es que los indios sólo trabajaban por su comunidad. No por los habitantes de las ciudades.
Por eso hay subsidios en Europa. Porque el trabajo rural tiene que rendir más que el de las fábricas. Porque para ganar igual, es mejor vivir en las ciudades, donde las escuelas están más cerca, más cerca los médicos y los hospitales. Para ganar igual y tener que mandar los hijos a estudiar a las ciudades, es mejor mudarse a la ciudad, con toda la familia. Para ganar igual y morir antes de tiempo, por el contacto diario con los agroquímicos, mejor es mudarse a la ciudad, donde se llega a viejo.
Estoy hablando de los pequeños agricultores.
Pero esto, parece que no se entiende desde Puerto Madero, ni desde el Ministerio de Economía. Porque si lo entienden y tratan de complicar la ayuda a los pequeños agricultores con sistemas inaplicables, significa que quieren que se cansen, se muden a las ciudades y no molesten más.
Es porque prefieren que la agricultura la hagan los grandes productores, a los cuales se puede controlar mejor, con menos trabajo.
Entonces pasará como en la Rusia comunista: Importaremos cereal.
* Escritor – Periodista – Ex - productor agropecuario
DNI 5987422 – J. M. Rosas 064 – Rosario -- Tel. 4400788 – E-mail: leliomerlifiscal@hotmail.com
(En el 2002 escribí el Argendolar con la colaboración de la Sección Economía de La Capital, fijando la paridad $3,15 para el dólar. (Archivos Min. De Economía OTEM/2 NOP 2394/2002).
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