viernes, abril 25, 2008

Se fue el pibe: renunció Lousteau y la gran familia Fernández sumó otro miembro


Fuente: Crítica Digital

Martín Lousteau presentó anoche su renuncia al cargo de ministro de Economía y fue reemplazado por Carlos Fernández, que había asumido hace un mes como titular de la Administración Federal de Ingresos Públicos. El nombre del nuevo jefe del Palacio de Hacienda fue decidido a última hora de ayer en la Residencia de Olivos, en un encuentro en el que participaron la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner, su esposo Néstor, el Jefe de Gabinete, Alberto Fernández, el Secretario Legal y Técnico, Carlos Zannini y el Secretario General de la Presidencia, Oscar Parrilli.

Carlos Fernández –un especialista en finanzas públicas muy cercano al Jefe de Gabinete- asumirá hoy a las 19 en la Casa de Gobierno su nuevo cargo, según informaron fuentes del gobierno.

Lousteau había comunicado a la Presidenta que se iba a las 21, poco después de que Néstor Kirchner hablara en un acto en Ezeiza en el cual aseguró que el Gobierno no estaba dispuesto a enfriar la economía. “Aquellos dirigentes que fundieron y quebraron la Argentina, esos economistas quieren enfriar la economía para no consumir y exportar todo para afuera, cinco, seis o siete veces más: terminemos con esa hipocresía”, dijo el ex presidente en una tribuna organizada para celebrar su coronación como Jefe del PJ.

Las palabras de Kirchner fueron una respuesta directa a declaraciones que el ahora ex ministro pronunció el miércoles. “Si logramos crecer 10 años a 5,5% o 6% anual –había dicho- podríamos aumentar en 50% los ingresos de los habitantes y también podríamos generar una cantidad de recursos muy importante para atender un montón de falencias que todavía tenemos como sociedad”, dijo. El contraste con las palabras de Kirchner es evidente: los pronósticos de crecimiento de la economía indican que el PBI aumentará entre un 8 y un 9 % en 2008, el mismo ritmo que habían mostrado las cifras en los últimos 5 años, con lo cual para que se cumplieran los deseos de Lousteau la economía tendría que frenarse.

El discurso del ex presidente, que terminó por derrumbar el pobre apoyo con el que contaba en el Gabinete el ahora ex ministro, se sumó a un antecedente que lo había atormentado en las últimas horas: había llegado a su escritorio un proyecto de decreto que le concedía más poder al Secretario de Comercio Interior, su enemigo más visible en el Gabinete.

A las 20.30 Alberto Fernández recibió a Lousteau en su despacho de la Casa Rosada. Antes de entrar, el ministro de Economía comentó al pasar el discurso de Kirchner en Ezeiza y coincidió con su interlocutor, otro funcionario que estaba esperando para reunirse con la Presidenta: “Fue muy duro contra el campo”. El ahora ex ministro llevaba una carpeta con papeles. Una versión indica que se trataba de un plan antiinlfación que, como último gesto, presentaba al Gobierno, y que se centraba en un crecimiento de la economía más bajo que el que había celebrado Kirchner.

Lousteau comenzó su reunión con Fernández y a los pocos minutos se les sumó Cristina Kirchner, que llegaba de Misiones, donde encabezó un acto de entrega de viviendas. Allí había defendido el modelo económico y sostuvo que la obra pública era esencial para el crecimiento.

La reunión donde Lousteau presentó su renuncia duró unos 45 minutos, según fuentes oficiales. Su figura pública estaba muy desgastada y planteó dos diferencias centrales con el pensamiento de la Rosada y Puerto Madero: debía enfrentarse la inflación con un plan –lo que significa aceptar que existe- y Guillermo Moreno debía bajar su alto perfil. No lo sabía, pero casi al mismo momento el propio Moreno llegó al sector presidencial, algo distraído, ya que no sabía que Cristina, Alberto y Lousteau estaban reunidos allí, según relató un testigo de la escena. El secretario de Comercio Interior no estuvo en el cónclave de la renuncia de su adversario político. Fuentes oficiales aseguraron que continuará en el Gobierno, a pesar de que se transformó en el enemigo público de los dirigentes rurales y empresarios.

La Presidenta y Alberto Fernández dejaron la Casa Rosada a las 22:40 y partieron en helicóptero a Olivos, adonde se decidió ofrecerle el cargo a Carlos Fernández.

Los rumores sobre la renuncia del ministro se escuchaban en la Casa Rosada desde hacía varias semanas. En el Gobierno no era un secreto que a Kirchner –el hombre más influyente en el gobierno de su esposa- nunca le gustaron las medidas implementadas por Lousteau durante su accidentada y breve gestión.

Ayer, Crítica de la Argentina pudo confirmar que desde el Gobierno le habían ofrecido en dos oportunidades a Roberto Lavagna recuperar su puesto en Economía, quien había puesto como condición para su regreso que se fueran del Gobierno Moreno y el ministro de Planificación Federal, Julio De Vido.

Carlos Fernández reemplazará así a un ministro que pasó los 137 días de su gestión jaqueado entre las peleas privadas y públicas con Moreno, la desconfianza de Kirchner y el descontento de los productores agrarios con la implementación de retenciones móviles a las exportaciones del campo, que provocaron la mayor crisis del Gobierno desde que se anunciaron el 11 de marzo, y que dispararon un lock out de productores que duró 21 días.

Fernández había llegado a su cargo en la AFIP luego de una pelea entre su antecesor, Alberto Abad, y el ex titular de la Aduana, Ricardo Echegaray. Ayer, otra escaramuza le regaló una nueva oportunidad de ascenso.

El nuevo ministro, de alfonsinista en Bernal a pingüino en la Rosada

Carlos Fernández cumplió con todos los requisitos “pingüinos” para llegar a su flamante cargo de ministro de Economía. Contadorde perfil bajo, obediente, de pocas palabras y con los números de la caja pública en la cabeza.

Un secretario de Hacienda ideal para que Néstor Kirchner, desde Puerto Madero se haga cargo de la política económica.

Carlos Fernández ingresó en el Gobierno baja el ala del Jefe de Gabinete Alberto Fernández. Sin embargo, tiene una extensa carrera dentro de la función pública.

Entre 1986 y 1989 trabajó en la Anses. Su militancia alfonsinista fue rápidamente enterrada con la llegada de Carlos Menem al poder.

Siguió como director nacional de Coordinación Fiscal con las provincias hasta 1997.

Su apego al trabajo le permitió continuar otros seis años más, hasta 2003, como subsecretario bonaerense de Política y Coordinación Fiscal.

Ya con Néstor Kirchner en el poder, fue subsecretario de la Relaciones con las Provincias.

El salto en su rango lo dio gracias a Alberto Fernández, quien lo ubicó como segundo de Carlos Mosse, el ex secretario de Hacienda.

Siguiendo los pasos de su jefe, aprendió a interpretar más de cerca al pequeño círculo kirchnerista. Reporte diario de la recaudación, bien temprano por la mañana.

Todo muy prolijo y profesional para monitorear lo que más obsesiona al matrimonio presidencial: la caja pública.

Luego tomó el lugar de Mosse cuando tuvo que dar un paso al costado por cuestiones de salud.

Con el cambio de presidente, le dejó la secretaría de Hacienda a Juan Carlos Pezoa.

Su mentor Alberto Fernández lo volvió a rescatar y lo puso bajo su órbita con el puesto de subsecretario de Evaluación Presupuestaria.

Cuando las finanzas de la provincia de Buenos Aires se le fueron de las manos a Felipe Solá, Kirchner no dudó a quién recurrir.

En marzo del año pasado, el pedido de aumento de los docentes bonaerenses amenazó con profundizar el déficit de la provincia.

El por entonces ministro, Gerardo Otero, públicamente dijo que no había de dónde sacar los fondos para conformar a los trabajadores.

Fue obligado a dar un paso al costado. Así lo hizo pero dejó un tendal de declaraciones que le quitaron cualquier posibilidad de volver a la función pública mientras estén los Kirchner en el poder.

Ahí entró en acción Carlos Fernández con su mesura.

A los pocos días, y sin estridencias, consiguió los fondos amparándose en la nueva Ley de Educación que permite transferencias especiales de la Nación a las provincias.

Hechos los deberes, fue premiado cuando explotó otro conflicto interno entre la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) y la Aduana en marzo de este año.

El respetado Alberto Abad, con cinco años de trayectoria como gran recaudador, fue despedido al igual que su rival, Alberto Echegaray.

Carlos Fernández, por recomendación de Alberto Fernández y el mismo Kirchner lo pusieron a manejar la caja.

Desde el 10 de diciembre de 2007, el contador se turnaba con Pezoa para llevarle las cuentas fiscales a la oficina del ex presidente en Puerto Madero.

Su nombramiento como ministro de Economía sorprende a muchos.

Su nombre no trascendió en la danza de candidatos para reemplazar a Lousteau.

No fue ninguno de los que trascendió en los medios. Ni Martín Redrado, ni Carlos Melconian, ni Mario Blejer ni Roberto Lavagna. A todos ellos se los sondeó para asumir la silla caliente de Economía, pero ninguno quiso asumir en estas condiciones.

Mercedes Marcó del Pont, presidenta del Banco Nación, y favorita de Cristina Fernández, también quedó afuera.

No pasó el filtro de quien tomó esta decisión y quien será en los hechos el cerebro de la economía argentina, Néstor Kirchner.

El detonante

Roberto Lavagna vio en la pantalla de su teléfono un número conocido. Era Alberto Fernández. El jefe de Gabinete lo llamaba para sondear su disposición a regresar al Gobierno nacional, del cual había sido despedido en noviembre de 2005. Fue hace tres semanas. Por entonces, Martín Lousteau ya había perdido el respaldo oficial. “Hubo dos comunicaciones telefónicas en las cuales el Gobierno sondeó la opinión de Roberto”, confió a Crítica de la Argentina uno de los hombres que más conoce al ex ministro. Lo querían para el Palacio de Hacienda. Días después, Lavagna rechazó integrar la conducción del PJ que encabeza Néstor Kirchner y tuvo pocas contemplaciones con la política oficialista: “El modelo se está deshilachando”.

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