Por Leopoldo Arnaldo García *
A los lectores de puerta E
Hace poco tiempo estuve recorriendo la zona de Lago Rosario.. Allí fui muy bien recibido por varios residentes mapuches, los cuales me trataron con su calidez de siempre. Interesado en sus costumbres, pude apreciar su sencillo modo de vida y escuchar hermosas anécdotas e historias de ellos mismos y de sus antepasados. Entre medio de mates calentados por leña recientemente hachada por sus propias manos y observando a su puñado de animales pastar.
Su vida es sencilla pero dura. Las cenizas los tienen preocupados, por el futuro de sus animales y la cosecha de sus huertas. La soledad y el abandono, son las características que más resaltan en la zona. Las ropas viejas, rotas y remendadas una y mil veces son su uniforme de todos los días.
Preguntando sobre cómo se sentían representados por algunas personas que aparecen frecuentemente en los medios, tuve una sorprendente respuesta: “hay muchos representantes que de mapuches tienen sólo el apellido…”
En esos días, de regreso a mi casa pude seguir las notas de Moira Millán que envía desde su viaje por Europa. También recordé a su hermano Mauro Millán, cuando vendía sus “artesanías mapuches” realizadas con planchas de plata en el viejo continente, cobrando lógicamente en euros, la moneda de la cultura que destruyó la vida de sus antepasados.
Entonces me dije a mi mismo… ¡Qué diferentes las vidas de algunos mapuches!, unos en el campo contando historias vividas y otros, en nombre de los primeros, contando euros.
* D.N.I. 16.598.430
A los lectores de puerta E
Hace poco tiempo estuve recorriendo la zona de Lago Rosario.. Allí fui muy bien recibido por varios residentes mapuches, los cuales me trataron con su calidez de siempre. Interesado en sus costumbres, pude apreciar su sencillo modo de vida y escuchar hermosas anécdotas e historias de ellos mismos y de sus antepasados. Entre medio de mates calentados por leña recientemente hachada por sus propias manos y observando a su puñado de animales pastar.
Su vida es sencilla pero dura. Las cenizas los tienen preocupados, por el futuro de sus animales y la cosecha de sus huertas. La soledad y el abandono, son las características que más resaltan en la zona. Las ropas viejas, rotas y remendadas una y mil veces son su uniforme de todos los días.
Preguntando sobre cómo se sentían representados por algunas personas que aparecen frecuentemente en los medios, tuve una sorprendente respuesta: “hay muchos representantes que de mapuches tienen sólo el apellido…”
En esos días, de regreso a mi casa pude seguir las notas de Moira Millán que envía desde su viaje por Europa. También recordé a su hermano Mauro Millán, cuando vendía sus “artesanías mapuches” realizadas con planchas de plata en el viejo continente, cobrando lógicamente en euros, la moneda de la cultura que destruyó la vida de sus antepasados.
Entonces me dije a mi mismo… ¡Qué diferentes las vidas de algunos mapuches!, unos en el campo contando historias vividas y otros, en nombre de los primeros, contando euros.
* D.N.I. 16.598.430
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