Por Marcelo Cora *
(Puerta E) Desde los medios de comunicación en general, ya que afortunadamente hay otras formas de comunicar, se realiza una cobertura informativa con altos índices de ansiedad por la primicia o por el pronóstico certero del momento preciso en que se derrumben los hielos frente a las cámaras. Y esta actitud mediática no es más que una pretensión muy egoísta sobre la difusión masiva de un fenómeno natural que, por sobre todas las cosas, no se rige por los indicadores de audiencia. Afortunadamente.La ansiedad por lo inminente termina por provocar fantasías e involucra tanto a aquellos que tratan de pesquisar el dato mágico que predecirá el derrumbe certeramente, hasta al afortunado turista que arriesga una apuesta virtual sobre un hipotético colapso nocturno de la mole blanca "porque así fue la última vez". En definitiva, una gran encuentro de neo-glaciólogos deseosos de expresar su teoría en veinte segundos.Acostumbrados a la inmediatez, que termina por obturar algunas secciones del razonamiento, los hacedores de primicias presionan sobre los trabajadores de prensa que viajaron enormes distancias para hacer - involuntariamente - su contribución a esta dinámica de lo simultáneo.La insistencia que caracteriza a los productores de noticias termina por horadar la estrategia del enviado al lugar de los hechos, deteriorando un producto (que son las noticias) en su calidad potencial. Si al menos por un instante se tuviera en cuenta que este acontecimiento posee su propio ritmo; es muy probable que el interés por lo que sucede no estaría sujeto a los parámetros de algún iluminado que a tres mil kilómetros de distancia pretende acelerar la anunciada ruptura. Se trata, quizá, de la difencia entre lo que pasa y lo que tendría que pasar.En este mismo contexto, la tecnología de las comunicaciones permite que por primera vez se realice la transmisión de los gélidos eventos en vivo y por Internet hacia todo el planeta. Para millones de personas de ese mismo planeta que hoy entrega ecosistemas completos a la codicia y la especulación en desmedro de los recursos naturales. Una paradoja típicamente humana: maravillarse con lo natural, sin tener en cuenta el propio impacto sobre esa naturaleza.Si de algo se habla poco, por cierto, es de lo que significa ser testigos de un pequeñísimo lapso en la historia de un campo de hielo milenario, cuyos "últimos momentos" se vienen repitiendo en una escala temporal que nos supera por completo.
* Prensa de Parques Nacionales
(Puerta E) Desde los medios de comunicación en general, ya que afortunadamente hay otras formas de comunicar, se realiza una cobertura informativa con altos índices de ansiedad por la primicia o por el pronóstico certero del momento preciso en que se derrumben los hielos frente a las cámaras. Y esta actitud mediática no es más que una pretensión muy egoísta sobre la difusión masiva de un fenómeno natural que, por sobre todas las cosas, no se rige por los indicadores de audiencia. Afortunadamente.La ansiedad por lo inminente termina por provocar fantasías e involucra tanto a aquellos que tratan de pesquisar el dato mágico que predecirá el derrumbe certeramente, hasta al afortunado turista que arriesga una apuesta virtual sobre un hipotético colapso nocturno de la mole blanca "porque así fue la última vez". En definitiva, una gran encuentro de neo-glaciólogos deseosos de expresar su teoría en veinte segundos.Acostumbrados a la inmediatez, que termina por obturar algunas secciones del razonamiento, los hacedores de primicias presionan sobre los trabajadores de prensa que viajaron enormes distancias para hacer - involuntariamente - su contribución a esta dinámica de lo simultáneo.La insistencia que caracteriza a los productores de noticias termina por horadar la estrategia del enviado al lugar de los hechos, deteriorando un producto (que son las noticias) en su calidad potencial. Si al menos por un instante se tuviera en cuenta que este acontecimiento posee su propio ritmo; es muy probable que el interés por lo que sucede no estaría sujeto a los parámetros de algún iluminado que a tres mil kilómetros de distancia pretende acelerar la anunciada ruptura. Se trata, quizá, de la difencia entre lo que pasa y lo que tendría que pasar.En este mismo contexto, la tecnología de las comunicaciones permite que por primera vez se realice la transmisión de los gélidos eventos en vivo y por Internet hacia todo el planeta. Para millones de personas de ese mismo planeta que hoy entrega ecosistemas completos a la codicia y la especulación en desmedro de los recursos naturales. Una paradoja típicamente humana: maravillarse con lo natural, sin tener en cuenta el propio impacto sobre esa naturaleza.Si de algo se habla poco, por cierto, es de lo que significa ser testigos de un pequeñísimo lapso en la historia de un campo de hielo milenario, cuyos "últimos momentos" se vienen repitiendo en una escala temporal que nos supera por completo.
* Prensa de Parques Nacionales
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