Por Abla Carballo *
Los rasgos de la cultura actual que se perciben en nuestro país, reiterados hasta el cansancio por los medios de comunicación y repetido por una enorme franja de argentinos, es la exaltación del individualismo, el ateísmo, el materialismo, el afán de dominación y de lucro, la racionalidad científico-técnica, la pretensión de extender infinitamente el poder del hombre, etcétera.
Por otro lado, están quienes intentan formas nuevas de comprender y realizar la unidad del hombre con el conjunto de la creación, la relación de los hombres entre si y con Dios, la realidad y primacía de fines espirituales en la vida individual y social.
Los rasgos de la cultura actual que se perciben en nuestro país, reiterados hasta el cansancio por los medios de comunicación y repetido por una enorme franja de argentinos, es la exaltación del individualismo, el ateísmo, el materialismo, el afán de dominación y de lucro, la racionalidad científico-técnica, la pretensión de extender infinitamente el poder del hombre, etcétera.
Por otro lado, están quienes intentan formas nuevas de comprender y realizar la unidad del hombre con el conjunto de la creación, la relación de los hombres entre si y con Dios, la realidad y primacía de fines espirituales en la vida individual y social.
A la vista está cómo el impulso de superar los propios límites, el ansia de infinito del superhombre, en las sociedades supertécnicas que intentan dominar y controlar la totalidad del universo, también se expresan negativamente.
El olvido que distingue al hombre del resto de la naturaleza aparece como una tendencia, arrancándolo de su origen de humanidad. Es decir, el hombre hermano del hombre y no lobo descuidando negligentemente su origen.
Este olvido y esta fractura son, probablemente, la causa más profunda de la crisis pues llevan consigo un quebranto destructivo en todos los órdenes y dimensiones de la vida, con resultados de radicalización, de llevar a los límites las diferencias, la separación y el conflicto.
¿Y quién puede asumir la tentativa de superar la crisis que agobia a nuestra sociedad?
Quizás, el reservorio cultural y espiritual de un pueblo que todavía, calladamente, conserva reservas vitales en forma de cultura viviente aunque no se lo escuche. Hombres y mujeres que reconocen el mismo derecho, las mismas leyes y tienen intereses comunes.
Seguridad -Imputabilidad
“Quienes sostienen que bajar la edad de imputabilidad penal de los niños/as ayudaría a resolver los problemas de seguridad que desgarran a nuestra sociedad desconocen, ocultan o mienten en relación a la situación de los adolescentes que delinquen.
“¿Desconocen algunos comunicadores sociales y tantos pescadores de río revuelto, que a mayoría de los adultos encausados en las principales cárceles del país han pasado por instituciones del sistema de “minoridad”, en donde lejos de protegerlos y educarlos afianzaron la marginalidad, la violencia y el odio?
“Desconocen muchos de nuestros legisladores que hoy hay en nuestro país jóvenes condenados a reclusión perpetua por crímenes cometidos cuando eran menores de edad?
“Acaso ignoran que en aquellos países donde los índices de delincuencia infanto juvenil son bajos, no es por el endurecimiento de la ley Penal, sino por la consolidación de condiciones de vida dignas, con altos índices de inversión educativa y sin abismos sociales en los que se hunde, como en nuestro país, la mayoría de sus habitantes condenados a vivir y a morir en la pobreza?
“...no olvidemos que cientos de jóvenes argentinos asesinados estarían vivos si no hubiera policías, jueces y miembros del sistema penitenciario -protegidos por los grupos corruptos del poder político- que son cómplices cuando no eslabones de la cadena delictiva.
“Resolver el gravísimo problema de la seguridad, requiere un abordaje mucho más integral que el que se limita a una visión parcial en la que prevalecen el hormigón, los barrotes y el plomo. (Stella Maldonado - “Infancia es destino” -14 de mayo de 2004).
Por imputabilidad se entiende “la aptitud o capacidad personal para comprender lo injusto o antijurídico del hecho y para dirigir sus acciones conforme a esa comprensión”.
La Convención sobre los Derechos del Niño considera niño o niña a todos los seres humanos menores de 18 años. Este Tratado incluido en la Constitución nacional entiende que los chicos son ciudadanos; de lo que se desprende que la legislación actual debería caer por inconstitucional. Mientras otra concepción, regulada por la ley Agote, concede al Estado un poder absoluto e incuestionable sobre la vida de los adolescentes de hasta 16 años, junto con el Régimen Penal de Minoridad -originado durante la última dictadura- por el cual los adolescentes pueden ser punidos a partir de los 16.
“El sistema actual es ambigüo, y permite que los jueces tengan un poder discrecional para hacer lo que quieran con los menores de 16 años. Pero “responsabilidad penal” no quiere decir bajar la edad de imputabilidad, que es entrar desde más joven. Ahora son 16 años, algunos piden que sea desde los 14. Hay quienes van más allá y piden imputabilidad para los de 12 años. Hubo quien solicitó habilitación para la imputabilidad a partir de los 10 años”.
“Otra concepción es la que impulsa armar un sistema penal juvenil específico para chicos entre 14 y 18 años, con procedimientos e instituciones judiciales distintos y deja claramente asentado de que esto no significa elevar la edad de punibilidad, porque hasta los 18 años no ingresa en el sistema penal de adultos. Y se pide que los chicos antes de ser privados de libertad tengan por lo menos, las mismas garantías procesales como todo ciudadano. Con sanciones para aplicar a chicos entre 14 y 16, y otras aplicables a chicos entre 16 y 18 años. Frente a los hechos considerados como delitos, el Estado tiene que relacionarse con estos menores de edad de un modo legal y democrático, es decir, constitucional. (Diputada nacional Laura Musa - 1997).
De lo que se habla pero no se cumple
La ley debe aplicarse a todos por igual. Es obligación del Estado impulsar políticas de prevención que, es ni más ni menos, la superación de la pobreza, la educación, la recreación, el desarrollo cultural y la preparación para el empleo y el proyecto de vida.
Cuando desaparece la justicia social, las personas deben aprender a sobrevivir y a vivir en la calle y ejerciendo para ello prácticas que no son pacíficas. Casi siempre los victimarios adolescentes han sido excluidos y abusados de muchas formas.
Esta contracultura que hoy tanto se ve y ejerce nuestra sociedad, es la que pide bajar la edad de imputabilidad penal. La pregunta es ¿no es un retroceso y una violación a los convenios de derechos humanos suscritos por el país?
Además, mientras las políticas públicas no contemplen la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño respetando derechos y garantías ¿quién puede adjudicarse el poder de seguir bajando la edad de los chicos para hacerlos imputables?.
Esto no quiere decir que se promueva la impunidad. Sólo que la sociedad no puede negar su propia cuota de responsabilidad en la violencia juvenil.-
* DNI 4.159.560
Agradezco a mi amiga Cristina Di Carlo (abogada) quien me ayudó en la comprensión de los textos jurídicos y legales.
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