Por Hugo Rodrigues *
La detención del represor Orlando González Acuña en la localidad de Corcovado constituye un inesperado hecho, pero que no debiera sorprender si se suman algunos elementos para el análisis.
“Orlando”, como se lo conocía en Corcovado, era “Hormiga”, tal como lo conocían sus camaradas cuando era auxiliar en el servicio de inteligencia de la Esma durante los años de plomo de la dictadura militar. Era un vecino más en el pueblo. Hacía cuatro años que estaba afincado aquí. Se trata de un hombre pulcro, de carácter retraído, de unos 60 años de edad; el cual se veía siempre caminando sin compañía por las calles. Asistía periódicamente a las reuniones del Concejo Deliberante para presentar algunas inquietudes, tales como propuestas para el uso de la madera o el combate de la avispa chaqueta amarilla, por ejemplo. No se le conocía un trabajo o profesión, aunque él manifestaba que estaba escribiendo un libro acerca de temas sociológicos y psicológicos.
En el pueblo nadie sospechó que ese solitario individuo era buscado por la Justicia con orden de captura internacional y que fuese un asesino que participó de los crímenes y torturas que se perpetraron en la Esma durante la dictadura militar.
En los últimos dos años se hizo cargo de la administración de un aserradero perteneciente a la firma Pasquini SRL. Contrató personal y, durante un tiempo, se trabajó en el aserrío de rollizos.
La última actividad conocida de Orlando fue a mediados del 2008 cuando convocó a un curso de fotografía para jóvenes y niños que él ofrecía en el centro cultural de la municipalidad.
¿Porqué individuos como estos, disfrazados de “buen ciudadano”, viene a dar a un lugar como Corcovado?. Lo primero que surge como respuesta es que se trata de un pueblo aislado en el cual es fácil perder el rastro y pasar inadvertido ante quienes buscan justicia. Paradoja de quien colaboró en la desaparición de personas, que también desaparece aunque conservando su vida.
Pero “Hormiga” González Acuña no es el único que adoptó a Corcovado como lugar de retiro y ocultamiento. Aquí también residen otros sospechados personajes. Algunos llegaron apañados por altos dirigentes políticos. En general poseen causas pendientes con la justicia, en algún caso habiendo cometido graves delitos. Hay quien participó en las organizaciones guerrilleras de los ’70 y después sirvió a las Fuerzas Armadas durante la dictadura. El perfil que adoptan es el de buenos ciudadanos que desarrollan algún proyecto personal y de quienes no se posee ninguna referencia acerca de su pasado y origen.
No es casualidad que pueblos como Corcovado les haya dado cabida a tales individuos. Los distintos gobiernos municipales nunca supieron dar respuesta a cuestiones relacionadas con la seguridad de la ciudadanía y los derechos humanos. Abocados casi exclusivamente a la construcción de viviendas, dejan de lado otras iniciativas relacionadas con la cultura, la educación, la comunicación, la producción o el arte y toda cuestión que eleve la conciencia ciudadana. Los gobiernos municipales de estos tiempos sólo entienden de lotes de terrenos y ladrillos.
El ejemplo más contundente de esta situación fueron los 8 años de gobierno del intendente Horacio Daniel Toledo, ahora inhabilitado para ejercer cargos públicos. Caracterizado por un mandato autoritario, a la hora de discriminar Toledo fue absolutamente permeable al afincamiento de individuos de dudosos antecedentes y, por otro lado, sistemáticamente se encargó de no permitir la radicación de, por ejemplo, profesionales, familias emprendedoras o simplemente personas que pudiesen no comulgar con su pequeño reino de derecha. Una de sus reconocidas sentencias era “en mi pueblo no quiero hippies”…Pero recibió asesinos como “hormiga” González Acuña.
En su momento Bariloche, cuando era una pequeña aldea como Corcovado, también recibió y escondió a los criminales de guerra nazi. La responsabilidad que le cabe al poder político y la justicia apañando estas situaciones es total y son necesarios cómplices por su recurrencia y continuidad. Criminales, torturadores, estafadores, lavadores de dinero o poseedores de arsenales con los cuales convivimos hoy en día, son la lacra que no puede soportar un pequeño pueblo como este. El mapa de la violencia y la impunidad de Corcovado tiene como eje principal, esta situación de convivencia de los vecinos con estos individuos.
Este mapa se completa con el vandalismo y la delincuencia común, y la falta de acción por parte de la justicia y la policía, cosas que cunden hoy en día en cualquier lugar. Siempre teniendo presente el padecimiento de los familiares y comunidad en general por los distintos crímenes, como el reciente de Iván Bustos o la desaparición de Mónica Villagrán y su bebita.
* DNI 13297913
La detención del represor Orlando González Acuña en la localidad de Corcovado constituye un inesperado hecho, pero que no debiera sorprender si se suman algunos elementos para el análisis.
“Orlando”, como se lo conocía en Corcovado, era “Hormiga”, tal como lo conocían sus camaradas cuando era auxiliar en el servicio de inteligencia de la Esma durante los años de plomo de la dictadura militar. Era un vecino más en el pueblo. Hacía cuatro años que estaba afincado aquí. Se trata de un hombre pulcro, de carácter retraído, de unos 60 años de edad; el cual se veía siempre caminando sin compañía por las calles. Asistía periódicamente a las reuniones del Concejo Deliberante para presentar algunas inquietudes, tales como propuestas para el uso de la madera o el combate de la avispa chaqueta amarilla, por ejemplo. No se le conocía un trabajo o profesión, aunque él manifestaba que estaba escribiendo un libro acerca de temas sociológicos y psicológicos.
En el pueblo nadie sospechó que ese solitario individuo era buscado por la Justicia con orden de captura internacional y que fuese un asesino que participó de los crímenes y torturas que se perpetraron en la Esma durante la dictadura militar.
En los últimos dos años se hizo cargo de la administración de un aserradero perteneciente a la firma Pasquini SRL. Contrató personal y, durante un tiempo, se trabajó en el aserrío de rollizos.
La última actividad conocida de Orlando fue a mediados del 2008 cuando convocó a un curso de fotografía para jóvenes y niños que él ofrecía en el centro cultural de la municipalidad.
¿Porqué individuos como estos, disfrazados de “buen ciudadano”, viene a dar a un lugar como Corcovado?. Lo primero que surge como respuesta es que se trata de un pueblo aislado en el cual es fácil perder el rastro y pasar inadvertido ante quienes buscan justicia. Paradoja de quien colaboró en la desaparición de personas, que también desaparece aunque conservando su vida.
Pero “Hormiga” González Acuña no es el único que adoptó a Corcovado como lugar de retiro y ocultamiento. Aquí también residen otros sospechados personajes. Algunos llegaron apañados por altos dirigentes políticos. En general poseen causas pendientes con la justicia, en algún caso habiendo cometido graves delitos. Hay quien participó en las organizaciones guerrilleras de los ’70 y después sirvió a las Fuerzas Armadas durante la dictadura. El perfil que adoptan es el de buenos ciudadanos que desarrollan algún proyecto personal y de quienes no se posee ninguna referencia acerca de su pasado y origen.
No es casualidad que pueblos como Corcovado les haya dado cabida a tales individuos. Los distintos gobiernos municipales nunca supieron dar respuesta a cuestiones relacionadas con la seguridad de la ciudadanía y los derechos humanos. Abocados casi exclusivamente a la construcción de viviendas, dejan de lado otras iniciativas relacionadas con la cultura, la educación, la comunicación, la producción o el arte y toda cuestión que eleve la conciencia ciudadana. Los gobiernos municipales de estos tiempos sólo entienden de lotes de terrenos y ladrillos.
El ejemplo más contundente de esta situación fueron los 8 años de gobierno del intendente Horacio Daniel Toledo, ahora inhabilitado para ejercer cargos públicos. Caracterizado por un mandato autoritario, a la hora de discriminar Toledo fue absolutamente permeable al afincamiento de individuos de dudosos antecedentes y, por otro lado, sistemáticamente se encargó de no permitir la radicación de, por ejemplo, profesionales, familias emprendedoras o simplemente personas que pudiesen no comulgar con su pequeño reino de derecha. Una de sus reconocidas sentencias era “en mi pueblo no quiero hippies”…Pero recibió asesinos como “hormiga” González Acuña.
En su momento Bariloche, cuando era una pequeña aldea como Corcovado, también recibió y escondió a los criminales de guerra nazi. La responsabilidad que le cabe al poder político y la justicia apañando estas situaciones es total y son necesarios cómplices por su recurrencia y continuidad. Criminales, torturadores, estafadores, lavadores de dinero o poseedores de arsenales con los cuales convivimos hoy en día, son la lacra que no puede soportar un pequeño pueblo como este. El mapa de la violencia y la impunidad de Corcovado tiene como eje principal, esta situación de convivencia de los vecinos con estos individuos.
Este mapa se completa con el vandalismo y la delincuencia común, y la falta de acción por parte de la justicia y la policía, cosas que cunden hoy en día en cualquier lugar. Siempre teniendo presente el padecimiento de los familiares y comunidad en general por los distintos crímenes, como el reciente de Iván Bustos o la desaparición de Mónica Villagrán y su bebita.
* DNI 13297913
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