Fuente: Revista Veintitrés
Es hija de un represor, Milita en el peronismo anti-K y organizó una marcha financiada por De Narváez y custodiada por Barrionuevo. Cree que la inseguridad se resuelve con mano dura y se define: “No soy fascista, tengo un marido judío”.
Una nueva ola de reclamos por mayor seguridad sacude el panorama político. El miedo ante los delitos callejeros se ubica en el primer lugar en las encuestas que indagan sobre las preocupaciones de la población.
Hace cinco años, durante otras crisis de inseguridad, y tras el asesinato de su hijo Axel, Juan Carlos Blumberg se convirtió en referente de un sector social que pugna por el endurecimiento de las leyes para combatir al delito. Con el tiempo, la luz mediática de Blumberg se fue apagando. Ahora asoma una nueva estrella en los militantes de la mano dura: Constanza Guglielmi, una mujer que se presenta como una ciudadana más pero tiene fluidos vínculos con la política. A saber: Guglielmi tuvo su primera aparición pública tras el asesinato de su hermana María Pía, en junio de 2006, en Palermo. Un crimen que aún no fue esclarecido. Pero la “nueva Blumberg” tiene una historia política previa dentro del peronismo. Fue secretaria del senador santafesino Carlos Reutemann y luego se sumó a las huestes de Alberto Rodríguez Saá. En su agenda abundan los números de varios dirigentes del pejotismo anti-K, entre los que se destaca el empresario y diputado Francisco de Narváez, un properonista que hizo foco en la inseguridad como eje de su permanente campaña electoral.
Guglielmi fue la promotora de la marcha del miércoles 18 de marzo, presentada previamente como un encuentro ecuménico de ciudadanos que reclamarían seguridad, pero sin estar embanderados detrás de ningún partido. La convocatoria estuvo respaldada por varios personajes de la farándula, un sector que llamativamente fue víctima, en las últimas semanas, de una seguidilla de delitos, entre ellos, el crimen del florista de Susana Giménez. Entre la repercusión de estos casos en los medios y la fuerte campaña a través de Internet para invitar al acto, la expectativa de la manifestación fue alta. El resultado no. Una plaza semivacía sorprendió a los organizadores.
Guglielmi estuvo en la primera fila del reclamo. Desde allí acompañó las palabras del rabino Sergio Bergman y fue acompañada por un puñadito de famosos que pasó por el sector vip de la marcha: Nito Artaza, Facha Martel, Carolina Baldini, Laurencio Adot, Anamá Ferreira y Ana María Giunta y no mucho más. Guglielmi agradeció sus presencias. En cambio, de algunas consignas que lucían rancias en ciertos carteles, las que reclamaban pena de muerte a los delincuentes o el regreso de los militares, la mujer no dijo nada. Quizá le traigan recuerdos de su tierna infancia.
Alejandro, su padre militar, fue denunciado por haber participado en un centro clandestino de detención en épocas del terrorismo de Estado. Guglielmi intenta aclarar: “Él sólo era un jinete de competición”. Y punto. Dice que prefiere hablar de los problemas actuales. Así lo hace ante Veintitrés en el estudio jurídico de su marido, el ex gobernador de Chubut Néstor Perl, un abogado laboralista que fue embajador de Carlos Menem y funcionario del Ministerio del Interior durante la gestión de Eduardo Duhalde. Está claro que Guglielmi conoce la fibra más íntima del cierto peronismo.
Las fotos familiares podrían confirmarlo: a su último cumpleaños –tiene 46–, festejado en su casa de Vicente López, asistieron el ex ministro del Interior Carlos Corach y la ex titular del PAMI Matilde Menéndez. Son años de roce político, al menos quince, que fue cuando se casó con Perl. Por cierto, eran tiempos convulsionados por la hiperinflación. Fue por entonces cuando Perl abandonó la gobernación de Chubut envuelto en un escándalo que podía derivar en un juicio político por supuesta malversación de caudales públicos. Perl siempre acusó al por entonces secretario general de la gobernación –y hoy gobernador– Mario Das Neves de haber estado detrás de la crisis.
Pero aquel escándalo no significó su retiro de la política: Menem lo nombró agregado para asuntos científicos, tecnológicos y culturales de la embajada argentina en Roma. Luego pasó por el Ministerio de Salud y Acción Social menemista. Duhalde lo regresó a la función pública, esta vez como secretario de Coordinación del Ministerio del Interior. Actualmente, Perl es de los patagónicos que recelan de Kirchner, su antiguo compañero. Al tiempo que asesora a la Asociación de Pilotos en el pleito de Aerolíneas Argentinas, participa de las cenas en el restaurante Lola, donde el núcleo duro del duhaldismo –Eduardo Camaño, Jorge Sarghini y Chiche Duhalde– sueña con retornar al centro del poder. Constanza, siempre a su lado.
Pero Perl, diplomático al fin, no rompe del todo sus lazos con el kirchnerismo: mantiene una buena relación con el ministro de Trabajo, Carlos Tomada. Leer más
Es hija de un represor, Milita en el peronismo anti-K y organizó una marcha financiada por De Narváez y custodiada por Barrionuevo. Cree que la inseguridad se resuelve con mano dura y se define: “No soy fascista, tengo un marido judío”.
Una nueva ola de reclamos por mayor seguridad sacude el panorama político. El miedo ante los delitos callejeros se ubica en el primer lugar en las encuestas que indagan sobre las preocupaciones de la población.
Hace cinco años, durante otras crisis de inseguridad, y tras el asesinato de su hijo Axel, Juan Carlos Blumberg se convirtió en referente de un sector social que pugna por el endurecimiento de las leyes para combatir al delito. Con el tiempo, la luz mediática de Blumberg se fue apagando. Ahora asoma una nueva estrella en los militantes de la mano dura: Constanza Guglielmi, una mujer que se presenta como una ciudadana más pero tiene fluidos vínculos con la política. A saber: Guglielmi tuvo su primera aparición pública tras el asesinato de su hermana María Pía, en junio de 2006, en Palermo. Un crimen que aún no fue esclarecido. Pero la “nueva Blumberg” tiene una historia política previa dentro del peronismo. Fue secretaria del senador santafesino Carlos Reutemann y luego se sumó a las huestes de Alberto Rodríguez Saá. En su agenda abundan los números de varios dirigentes del pejotismo anti-K, entre los que se destaca el empresario y diputado Francisco de Narváez, un properonista que hizo foco en la inseguridad como eje de su permanente campaña electoral.
Guglielmi fue la promotora de la marcha del miércoles 18 de marzo, presentada previamente como un encuentro ecuménico de ciudadanos que reclamarían seguridad, pero sin estar embanderados detrás de ningún partido. La convocatoria estuvo respaldada por varios personajes de la farándula, un sector que llamativamente fue víctima, en las últimas semanas, de una seguidilla de delitos, entre ellos, el crimen del florista de Susana Giménez. Entre la repercusión de estos casos en los medios y la fuerte campaña a través de Internet para invitar al acto, la expectativa de la manifestación fue alta. El resultado no. Una plaza semivacía sorprendió a los organizadores.
Guglielmi estuvo en la primera fila del reclamo. Desde allí acompañó las palabras del rabino Sergio Bergman y fue acompañada por un puñadito de famosos que pasó por el sector vip de la marcha: Nito Artaza, Facha Martel, Carolina Baldini, Laurencio Adot, Anamá Ferreira y Ana María Giunta y no mucho más. Guglielmi agradeció sus presencias. En cambio, de algunas consignas que lucían rancias en ciertos carteles, las que reclamaban pena de muerte a los delincuentes o el regreso de los militares, la mujer no dijo nada. Quizá le traigan recuerdos de su tierna infancia.
Alejandro, su padre militar, fue denunciado por haber participado en un centro clandestino de detención en épocas del terrorismo de Estado. Guglielmi intenta aclarar: “Él sólo era un jinete de competición”. Y punto. Dice que prefiere hablar de los problemas actuales. Así lo hace ante Veintitrés en el estudio jurídico de su marido, el ex gobernador de Chubut Néstor Perl, un abogado laboralista que fue embajador de Carlos Menem y funcionario del Ministerio del Interior durante la gestión de Eduardo Duhalde. Está claro que Guglielmi conoce la fibra más íntima del cierto peronismo.
Las fotos familiares podrían confirmarlo: a su último cumpleaños –tiene 46–, festejado en su casa de Vicente López, asistieron el ex ministro del Interior Carlos Corach y la ex titular del PAMI Matilde Menéndez. Son años de roce político, al menos quince, que fue cuando se casó con Perl. Por cierto, eran tiempos convulsionados por la hiperinflación. Fue por entonces cuando Perl abandonó la gobernación de Chubut envuelto en un escándalo que podía derivar en un juicio político por supuesta malversación de caudales públicos. Perl siempre acusó al por entonces secretario general de la gobernación –y hoy gobernador– Mario Das Neves de haber estado detrás de la crisis.
Pero aquel escándalo no significó su retiro de la política: Menem lo nombró agregado para asuntos científicos, tecnológicos y culturales de la embajada argentina en Roma. Luego pasó por el Ministerio de Salud y Acción Social menemista. Duhalde lo regresó a la función pública, esta vez como secretario de Coordinación del Ministerio del Interior. Actualmente, Perl es de los patagónicos que recelan de Kirchner, su antiguo compañero. Al tiempo que asesora a la Asociación de Pilotos en el pleito de Aerolíneas Argentinas, participa de las cenas en el restaurante Lola, donde el núcleo duro del duhaldismo –Eduardo Camaño, Jorge Sarghini y Chiche Duhalde– sueña con retornar al centro del poder. Constanza, siempre a su lado.
Pero Perl, diplomático al fin, no rompe del todo sus lazos con el kirchnerismo: mantiene una buena relación con el ministro de Trabajo, Carlos Tomada. Leer más
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