Por Nívea Benitez
Como todos ya sabemos, por la tele y los medios masivos, nos llegan más palos que consuelos.
Según la mayoría de los concienzudos y racionales agoreros, estamos fritos y sin posibilidades ante la “crisis mundial”, como si hasta aquí veníamos todos con el carrito del super desbordando y con la tarjeta dorada de recursos infinitos por el shopping de la existencia occidental.
Y nosotros no sólo a ponerle oreja, sino también a repetirlo como loros para que de tanto insistir, terminemos creyéndolo.
Y que sino buscarle la vuelta a las apreturas hemos hecho desde que nacimos. Somos expertos en crisis de toda índole y a mucha honra que sobrevivimos, nos procreamos y todavía nos queda tela para sueños maravillosos por desplegar.
Pensábamos acaso echarnos para atrás? Y dejar de creer en nuestras propias fuerzas?
Seríamos capaces de renunciar al cielo en la tierra que nos merecemos?
Por cuáles pecados deberíamos arder si nunca engordamos con el hambre ajeno?
Pasa que el tiempo de la Justicia Divina llegó y los de siempre quieren “compartir” con todos el castigo que esta vez es para “ellos”.
Los que vienen partiendo el pan con los demás, como enseñó Jesús y a puro amor y milagro cotidiano criaron a los hijos y a los hijos de sus hijos. Y de generación en generación familiar, cultivaron la verdad y multiplicaron el bien, no tienen de qué temer. Aunque fue un camino duro, más de una vez.
A quién no le floreció un amor de locos, alguna vez? O tuvo un “hijo doctor”
Si se podría hasta decir que de amor solamente nos hemos nutrido: “mi madre que era tan criolla le echaba amor a la olla”
A cuáles dolores les temeríamos tanto si ya los conocemos tuitos.
Qué no hemos pasado? Cuál tembladeral nos ha vencido? Si de muertos, porfiados, volvemos a encarnar para dar con la misma piedra otra vez y sacarla por fin del camino.
Y si llegado el caso, falta el entusiasmo, pues lo inventamos y creemos en él hasta que el pecho nos estalle de alegría. Basta con creer lo suficiente en lo provechoso para que salgan los brotes tiernos.
Basta con asomarse un ratito a la libertad del alma con la cabeza en silencio.
Nívea Benitez
Como todos ya sabemos, por la tele y los medios masivos, nos llegan más palos que consuelos.
Según la mayoría de los concienzudos y racionales agoreros, estamos fritos y sin posibilidades ante la “crisis mundial”, como si hasta aquí veníamos todos con el carrito del super desbordando y con la tarjeta dorada de recursos infinitos por el shopping de la existencia occidental.
Y nosotros no sólo a ponerle oreja, sino también a repetirlo como loros para que de tanto insistir, terminemos creyéndolo.
Y que sino buscarle la vuelta a las apreturas hemos hecho desde que nacimos. Somos expertos en crisis de toda índole y a mucha honra que sobrevivimos, nos procreamos y todavía nos queda tela para sueños maravillosos por desplegar.
Pensábamos acaso echarnos para atrás? Y dejar de creer en nuestras propias fuerzas?
Seríamos capaces de renunciar al cielo en la tierra que nos merecemos?
Por cuáles pecados deberíamos arder si nunca engordamos con el hambre ajeno?
Pasa que el tiempo de la Justicia Divina llegó y los de siempre quieren “compartir” con todos el castigo que esta vez es para “ellos”.
Los que vienen partiendo el pan con los demás, como enseñó Jesús y a puro amor y milagro cotidiano criaron a los hijos y a los hijos de sus hijos. Y de generación en generación familiar, cultivaron la verdad y multiplicaron el bien, no tienen de qué temer. Aunque fue un camino duro, más de una vez.
A quién no le floreció un amor de locos, alguna vez? O tuvo un “hijo doctor”
Si se podría hasta decir que de amor solamente nos hemos nutrido: “mi madre que era tan criolla le echaba amor a la olla”
A cuáles dolores les temeríamos tanto si ya los conocemos tuitos.
Qué no hemos pasado? Cuál tembladeral nos ha vencido? Si de muertos, porfiados, volvemos a encarnar para dar con la misma piedra otra vez y sacarla por fin del camino.
Y si llegado el caso, falta el entusiasmo, pues lo inventamos y creemos en él hasta que el pecho nos estalle de alegría. Basta con creer lo suficiente en lo provechoso para que salgan los brotes tiernos.
Basta con asomarse un ratito a la libertad del alma con la cabeza en silencio.
Nívea Benitez
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