miércoles, septiembre 02, 2009

Opinión: “Bienvenidos a Trevelin, capital provincial del tren delantero”, por Díaz Varela


Por José Hernán Díaz Varela *

Cuando cualquier automovilista ingresa desde Esquel hacia Trevelin por la ruta 259 –que, por otra parte, es la única posibilidad viniendo desde el este hacia la cordillera-, luego de una curva bastante tupida de árboles divisamos el Pueblo del Molino, y ahí comienzan las tribulaciones para el desprevenido conductor.

Primero es recibido por atenuadores blancos sobre la ruta, no uno o dos para marcar el ingreso a zona urbana sino varios, reforzados por ridículos carteles de velocidad máxima, que primero marcan 60, luego 80 y luego 60 nuevamente mientras el auto rebota y rebota parejito; luego viene un semáforo automático, a la altura de la primera estación de servicio del pueblo, el cual no funciona o al que nadie le da bola, que vendría a ser más o menos lo mismo.

Después otro lomito de burro, un amarillo durito, uno de esos famosos revienta-rótulas, medio bandeado ya por la carga de los camiones con sobrepeso que permanentemente ingresan a Trevelin por, insisto, esa única entrada. Es cierto que desde hace un tiempo se desvían allí para ingresar… ¡por la costanera!. Sí, en Trevelin el tránsito pesado es por la costa del río Percy. Pero ese es otro tema. No nos desviemos del recorrido.

Pocos metros más adelante llegamos a la “rotonda” (léase así, entre comillas) de ingreso formal, digamos, al pueblo. Su diseño sobrio, minimalista, es decir, un simple redondel delimitado por un cordón de hormigón armado, obtura el ingreso a la avenida Patagonia, de tipo boulevard. También cumple una importante función educativa, ya que es un buen modelo para enseñar, en las cátedras de Urbanismo, la construcción de rotondas por el absurdo.

Cuando el conductor termina de bordear y embocar el auto entre los cordones del círculo infernal y la esquina de la primera manzana (en cuya vereda hay protectores para evitar que alguno estacione en el comedor de la casa esquinera) lo recibe un tremendo e inevitable pozo a modo de preámbulo de lo que le espera.

Valiente, el chofer putea por lo bajo y agarra firme el volante, para las antenas y recorre cauto las primeras cuadras, llega a la emblemática plaza facetada, muy bella por cierto, la bordea lentamente y se cuela relajado por la avenida San Martín, extenso cordón umbilical que une la plaza con el puesto de Gendarmería en las Cinco Esquinas, que plantea un sosegado tránsito ida y vuelta por dos vasos capilares separados por placitas centrales, quizás demasiado anchas para la actual carga vehicular que no tiene muchas alternativas de circulación.

Pero luego de tres, cuatro cuadras de rodar llega a una esquina cualquiera, y digo cualquiera porque están todas destruidas, se acuerda del intendente y toda su familia, y así va sufriendo hasta llegar al cruce de John Murray Thomas.

De repente, el Primer Mundo. Algunas cuadras de hormigón emparchado, una obra ejecutada por segunda vez en pocos años que se rajó a la altura del Hospital antes de ser habilitada al tránsito. El conductor pasa frente al supermercado recientemente inaugurado, ese que siente aprecio por usted, mucho más que los funcionarios responsables del estado de las calles. Sigue paseando, sortea algunos pozos, llega a las Cinco Esquinas, saluda a los muchachos de verde y retorna por el otro capilar. Y allí viene lo peor.

La mano de regreso desde el puesto de Gendarmería puede compararse perfectamente con las calles de Kosovo de hace diez años atrás… y salen ganando los kosovares. El asfalto está destruido, y hay una huella central porque allí se excavó y se construyó una especie de tubo de geotextil, relleno con piedras bocha para que los mallines aledaños desagoten en forma subterránea. Planificada “a lo Trevelin”, la obra se terminó de apuro justo antes de la estación de lluvias. Sin reasfaltar, claro.

Ya se renombró popularmente como Combate de los Pozos. Pero como actualmente se está en la noble tarea de adjudicar nombres a las calles nuevas del pueblo, propongo rebautizar la mano Este de la avenida San Martín como “Estrellas del Fontana”, en honor a las míticas formaciones futboleras locales, y ponerle a cada pozo el nombre de un jugador. Como hay para hacer dulce, podemos incluir titulares, suplentes, técnicos, miembros de la comisión directiva y hasta algún hincha destacado.

Por supuesto, no merecen mayor comentario las calles de tierra, que son la mayoría. Mantenimiento cero. Mil pozos por cuadra. Y que no me vengan con la cantinela de la lluvia y el invierno ya que en otoño, primavera y verano con sequía eran la misma porquería. Con versito y todo.

Eso sí, la eficiente planta política municipal ya está previendo un nuevo aumento en la patente de automotores, que vendrá a sumarse al sablazo del 50 por ciento de aumento sancionado el año pasado. Y para autopremiar su brillante gestión ya encaran un proyecto de aumento de sueldos, no sólo para los trabajadores de planta permanente, lo cual es justo y necesario, sino también para el Ejecutivo y su cohorte de funcionarios precarios, que pagaremos por supuesto los salames contribuyentes que, a esta altura de las circunstancias, ya tenemos las rótulas hinchadas.

* DNI 17536512
Trevelin - Chubut

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