sábado, septiembre 26, 2009

Opinión: “Incredulidad + subestimación + mediocridad = decadencia ambiental”


Por Bernardita Bielsa *

Ahora bien, muchas veces el impacto perjudicial y nocivo de un proyecto (no importando de qué índole sea, el tamaño y las consecuencias del mismo), y una inusitada fe, confianza y dosis altas de autoestima, hacen que los lugareños no permanezcan callados y obren en consecuencia. Los milagros a veces son posibles gracias a pequeñas poblaciones que le ponen el pecho a la adversidad, y cuyo número de habitantes se puede contar con los dedos de las manos quienes con la inocencia y tranquilidad de antaño, junto a sus montañas, lagunas, pantanos, ríos, arroyos y bosques silvestres forman una mezcla viva de tierra y sangre sin ama(n)sar.

Estos ciudadanos en su mayoría anónimos, verdaderos caciques y cabecillas, no recuerdan si alguien se los ha enseñado o lo experimentaron por necesidad y rebeldía, pero han aprendido a decir NO. Como lógica consecuencia, los resultados a favor de sus propios intereses, del ambiente y de la vida misma, y en contra de las ambiciones y codicias del poder y las multinacionales son absolutamente extraordinarios. El ataque sorpresa es posible además porque estos hombres y mujeres de cualquier edad y condición social, y que vaya curiosidad todavía no están contaminados, se transforman ellos mismos en agitadores sociales, un ejército defensivo cuasi mágico que en vez de acallar y matar prende el fuego interior y produce el soplo que da nueva vida. En un claro ejercicio de ir y venir hacia lo más recóndito de cada uno y sacando fuerzas y razones de vivir inexploradas, estas verdaderas BOMBAS DE PAZ se convierten cada uno en sus propios líderes y generales, incubando, desencadenando y haciendo estallar movimientos sociales de resistencia civil, pacífica y no violenta sin antecedentes en el mundo.

Se despiertan así y en estas situaciones de conflictos los llamados líderes o animadores sociales. Vitale dice que la animación es la “búsqueda de paz interior, no sólo exterior; es reafirmación de la realidad, no acostumbramiento; es continua revisión de nuestros hábitos, que cambia la existencia niveladora del pensamiento ligado a la acumulación de objetos y de cosas”. Y Frances Berrigan agrega algo que no deja de ser paradójico e inquietante y que dice textualmente. “Aquellas comunidades no animadas, aceptan pasivamente las deficiencias de las estructuras establecidas. La animación es esa energía que origina una renovación a través de la buena voluntad de participar del cambio. Parte de la animación es intensificar la confianza y la determinación; llegar a las metas a través de la presión sobre los planificadores; es mucho más que un ingrediente. Es el animador el que incita las energías de la comunidad en vez de establecer líneas de acción preestablecidas. Su habilidad radica en energizar a otros para participar. Se establecen entonces las condiciones sobre las cuales la comunidad pueda decidir sobre sus propias actividades”.

Mediocridad


El hombre de la calle sabe. Y define a la mediocridad de manera muy contundente cuando parafrasea alegremente y dice “ni chicha ni limonada” o “ni pito ni flauta”, y del mediocre que es aquel que ante una eventualidad sólo sabe resolverla atando todo con ¡alambre! Algunos autores la definen como zonas grises, algo entre lo grande y lo pequeño, entre lo bueno y lo malo, donde se esconden y ocultan las propias torpezas, la vulgaridad, la insignificancia, la mezquindad.

El mediocre no sólo mira el mundo desde el propio ombligo sino que además transita caminos de desesperanzas, tiende al estoicismo y a la indiferencia. Manifiesta un profundo temor a la trasgresión, a la exposición pública, al que dirán y al fracaso, evidencias todas de una frustración latente y de un proceso sin retorno una despersonalización, pérdida de identidad y de individualidad. El mediocre vive una realidad donde todo vale o donde da lo mismo cualquier cosa, y como su conducta no es neutral actúa y corrompe todos los niveles y estructuras, arruinando así los mejores proyectos y programas. La presencia de uno solo de ellos genera profundas, nefastas e indeseables consecuencias no sólo en el propio individuo sino en el tejido social más sano y perfecto.

Visto desde otro ángulo se podría señalar además que la mediocridad es una falta o ausencia de libertad espiritual y emocional, y de deseos genuinos y verdaderos de hacer las cosas dando lo mejor de cada cual, creyendo que la sabiduría, la generosidad y el amor al prójimo se pudieran conseguir preelaborados en estantes de hipermercados. La excelencia es una conquista, es ser optimistas, es no ser impasibles, es vivir en la realidad, cuestionar las bases, usar el derecho al “pataleo”, y sobre todo tener capacidad de autocrítica, porque “todo depende de que el hombre sea como es, de que no se avergüence de querer lo que quiera y de desear lo que desea. La gente suele ser esclava de las ordenanzas. Alguien les ha dicho que deben ser de tal o cual manera y ellos tratan de ser así y jamás llegan a saber quienes eran y quienes son. Al final ya no son ni nadie ni nada, actúan de una forma ambigua y oscura. El hombre debe tener ante todo el valor de ser él mismo” (2).

Decadencia ambiental


La sumatoria de hechos comprobados de sometimiento social, descreimiento generalizado, una educación que ya no sirve y mira para otro lado, la impunidad como un hecho no fortuito sino como política de Estado, la obscenidad de la avaricia, la creencia cierta de que existe el fracaso, y los reiterados engaños sirvieron como peso muerto hundiendo comunidades enteras, muchos de cuyos procesos de degradación ambiental pueden ser considerados irreversibles, eventos de depredación y barbarie que no siempre se muestran en los medios masivos de comunicación, salvo que a alguien le convenga destapar la olla, o algo menos honroso como lo es lavar y colgar a la vista de todos los sucios trapos ajenos.

A la pérdida de suelos, fauna, bosques nativos, contaminación de todo tipo y niveles, uso de tecnologías inapropiadas y contaminantes, disparates dichos a través de discursos e ideas difundidos y apoyados ampliamente, se suman como consecuencias la desidia de los llamados ambientalistas que por temor a cerrar sus quiosquitos – sus organizaciones, no sólo venden a su madre sino que también la entregan, el deterioro en las relaciones entre las personas y por ende hambrunas y guerras, y el descuido y la segregación racial de miles y miles de descendientes de comunidades aborígenes que no están tras una vidriera de museo o en fotografías de libros de historia como se los pretende mostrar sino mendigando en las calles y pariendo hijos en salas de hospitales públicos.

El círculo vicioso de proyectos que desde el inicio mismo están podridos y tienen mal olor, la impunidad como filosa arma defensiva, la necesidad imperiosa de denunciar porque los plazos ahorcan, la protesta generalizada de miles y miles de personas que cortan calles y rutas, y la represión medida y cuidada hasta en los más mínimos detalles que en la encerrona elige y sabe de antemano a quien va a matar, da como resultado un Estado inoperante y decadente, que no ha podido (o no ha querido) asimilar la real realidad, acercar las diferencias, ni ha encontrado su destino imponiendo a la época una fuerte impronta de generación suicida.

El sinceramiento con nosotros mismos debería enseñarnos que no somos ovejas y que no tenemos que ir tras un proyecto que no tiene salida. Ya no valen las buenas intenciones, hay que actuar, porque mientras sólo se persiga lo inmediato, el esfuerzo en resolver problemas del día a día y de subsistencia, y se descuiden las estructuras sociales y las minorías, no habrá alternativas democráticas porque como dice Albert Einstein “la vida se ha tornado peligrosa, no por los que hacen el mal, sino por los que se sientan a ver que pasa”.

(*)DNI 13.057.402 - ECO – DDHH Activista. Escribe free lance. Se ha desempeñado como guía naturalista del Parque Nacional Lago Puelo y está especializada en aves. Ha escrito libros para niños con temática ambiental.

(1) Leff – “Educación Ambiental y Desarrollo Sustentable” - Formación Ambiental, Vol 9 – 10, No 20 – 21
(2) Praga 1967. La Broma de Milán Kundera es llamada la Biblia de la contrarrevolución.

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