lunes, noviembre 30, 2009

“El último viaje”, por Jorge Luis Ardans


Enviado por Biblioteca Tolkeyen de Esquel

Sentada en el asiento trasero del auto viendo los árboles pintados de amarillo, que bailaban con la suave brisa otoñal Melanie va de camino a su nuevo hogar.
Observando los paisajes, su mirada se segó hacia una vieja casa desolada, que se encontraba casi al borde de la carretera, sin embargo, rápidamente su atención se rigió a un extraño ruido que provenía de la parte delantera del automóvil.
- ¿qué sucede papá? Pregunta Melanie con inquietud
- ¡No lo sé! Creo que se averió el motor, tendremos que parar.
- Espero que esto no tome demasiado tiempo, vamos tarde a la firma del contrato. Dice la señora Thomson un poco enfadada.
- No logre hacer nada, pero iré a ver si hay alguien en aquella casa que nos pueda ayudar.
- ¡Vamos contigo, papá! Grita Melanie esperanzada.
Por el contrario, en torno Melanie se iba acercando a la residencia, empezaba a sentir una sensación de temor y melancolía que la consumían segundo a segundo. Los viejos postigos de madera gastada y acabada por el pasar del tiempo hacían experimentar a la niña, un gran pudor.
Su padre abrió el portón de hierro oxidado que hacía parecer que estaba allí de hace varias décadas, golpeó con gran fuerza la enorme puerta de madera, humedecida por la lluvia y destruida por los fuertes vientos de esa zona. Segundos después los atendió una pareja de ancianos, con un aspecto fantasmal y una mirada penetrante que lograban percibir el temor desde lo más profundo.
- Buenas tardes ¿en qué podemos ayudarlos?
- Hola ¿Qué tal?, se nos averió el auto y…
- Si, por esta región pasa muy a menudo. Dice el anciano con un tono determinante.
- Pero no se queden ahí afuera, por favor pasen y pónganse cómodos. Grita la señora Allen con amabilidad.
La familia Thomson acepta la invitación y entran lentamente, Melanie ve a su alrededor, la enorme y antigua casa repleta de antigüedades y demás artimañas desconocidas para ella.
- Siéntense
- Gracias. Murmura la señora Thomson, y mientras su familia platica con los Allen, Melanie sube sigilosamente las escaleras para explorar la extraña residencia.
Halla una habitación colmada de objetos raros y con un olor nauseabundo y desagradable, pero eso no impidió que la niña irrumpiera en el extravagante cuarto.
Se va acercando hacia un pequeño féretro, que llamaba numerosamente su atención, ubicado en centro de la alcoba.
- ¿qué haces aquí niña? Aparece repentinamente el señor Allen
- Nada, sólo quería ir al baño
- Vamos, no hay nada que hacer aquí el baño está abajo.
Descendieron al primer piso y Melanie ve a su papá venir del patio trasero.
- Ya se llevaron el auto, mañana lo traerán y nos podremos ir.
- Bien, ya que se van mañana, pasen la noche aquí, hay suficiente espacio y abundante comida.
- Aceptamos, y muchas gracias por su hospitalidad.
Aunque a Melanie no le agradaba para nada la idea, tubo que aceptarla.
Ya llegada la noche, la niña y su familia, estaban instalados en sus cuartos, apagaron la vela del candelabro para poder conciliar el sueño, sin embargo Melanie no podía dormirse por la curiosidad de saber que había dentro del ataúd. Sin perder más tiempo tomo una vela encendida que se encontraba en la esquina del pasillo, y sigilosamente se dirigió al cuarto.
Tomo el picaporte y lo giró lentamente para no causar ningún tipo de ruido, dejó el candelero sobre una pequeña mesa y con gran temor abrió rápidamente el cajón. Fue tan sorprendente lo que vio allí que su mirada se perdió en la oscuridad durante varios segundos. Al volver en sí, salió horrorizada, hacia el jardín delantero de la vivienda de los Allen, y se adentró hacia un espeso y sombrío bosque, donde horas después descubrió una pequeña iglesia, cubierta por las tinieblas de esa oscura noche.
Entró con un gran pánico, y la atendió un monje, que se encontraba allí rezando.
- ¿Qué sucede niña?
- Por favor ayúdeme, son unos asesinos
- ¿qué? ¿de qué hablas?
- Acompáñeme, se lo ruego
- Está bien, vamos. Pero cálmate.
Melanie y el fraile, luego de haber recorrido varios kilómetros, y de haberle contado la historia al chica, llegaron a la tétrica casa.
Abrieron la puerta cuidadosamente, para no ser oídos. La niña se voltea hacia atrás para indicarle al padre el cuarto, pero cuando gira nuevamente ya no estaba allí.
Melanie dio un suspiro con gran temor y se aventuró, hacia las ruidosas y rancias escaleras, en las que presagiaba que cada peldaño que subía podía ser el último paso de su vida.
Al llegar arriba sintió un pequeño alivio, que se iba esfumando a medida que se acercaba a la entrada de la alcoba.
Entró pausadamente, pero sus ojos se llenaron de lágrimas, al ver una imagen verdaderamente atroz. Justo en frente de ella, se encontraban el monje, y sus padres descuartizados a hachazos, precisamente también como había sido asesinado el niño que se encontraba en al sarcófago.
Melanie ya no tenía nada por hacer sólo le restaba esperar a que pasaran las horas.
Despertó a mitad de la noche, vio a su alrededor y recordó la espantosa pesadilla que estaba viviendo. Se levanto de las piernas de sus padres y se acercó a la ventana para ver si pasaba alguien por la carretera. Pero sólo fue tiempo perdido.
Se aproximó hacia la puerta, alumbrándose con la vela que anteriormente había dejado allí. Por el contrario al tocar el picaporte se dio cuenta que la puerta estaba cerrada con llave, del lado del pasillo.
Melanie ya no podía permanecer en esa escalofriante habitación con tan terrible cuadro. La voz de los Allen retumba en su cabeza una y mil veces.
Unos minutos después, la niña oye pasos que se acercan hacia la alcoba fuertemente y se detienen justo delante de la puerta, la cual se empieza a abrir pacientemente, hasta chocar contra un muro. Melanie ve a los Allen, sus rostros representaban la maldad pura.
- muy bien Melanie llegó tu hora
- ¿por qué hacen esto?
- Si quieres una respuesta la tendrás, y la verdad es que nos da gusto ver la cara de sufrimiento de nuestras víctimas, imagínate si ni de nuestro hijo tuvimos piedad.
-ese niño es…
Melanie queda tan sorprendida que tira el candelabro con la vela encendida. Rápidamente el fuego se empieza a propagar por la espeluznante casa, hasta que se ve envuelta en llamas, con Melanie y los Allen dentro.
Por la mañana, llegan las autoridades hasta el lugar.
Aunque no habrá nunca investigación alguna que compruebe verdaderamente lo que pasó aquella noche, ya que del único testigo que pudo presenciar los asesinatos, quedaban sólo unas simples cenizas.

Autor: Ardans Jorge Luis. 15 años. Esquel, Chubut, Argentina

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