Por Cristian Hendrickse
Desde las palabras que el diputado Rachid dirigiera al cura párroco de Loncopué hasta la fecha, la expresión "fundamentalista" se ha usado descalificatoriamente contra integrantes de asambleas de vecinos que se oponen a la megaminería contaminante.
Y mal no está. Quienes estamos abiertamente por la oposición intransigente a los proyectos de muerte, evidentemente somos fundamentalistas, ya que razonamos y actuamos en pos de un fundamento. Un concepto fundamental: la vida.
Y entendemos que la vida no es negociable. Que la vida no es responsabilidad social de las empresas. Que la vida no está subordinada a ningún desarrollo. Que la vida, cuando se pierde, no es "remediable..." y por eso mismo no puede ser objeto de ninguna mediación, ni ningún proyecto de muerte puede ser beneficiario de la mínima tolerancia o concesión de parte nuestra.
Quizás por eso los "fundamentalistas" no podemos aprender ese lenguaje de "responsabilidad social empresaria", "iniciativa para el desarrollo sustentable" (términos ontológicamente contrapuestos), "mediación ambiental" (donde las futuras generaciones no están para participar de la mediación), "ordenamiento territorial" (como si algún lugar mereciera ser mas arrasado que otro, como si la naturaleza estuviera compartimentada...), "remediación" (como si una montaña después de dinamitada pudiera ser reconstruida...) y dejamos que esas palabras tan cantarinas empleadas para disfrazar la muerte, solo suenen en boca de los "fondamentalistas", aquellos que (directa o indirectamente) reciben fondos para justificar e instalar la fase pretendidamente "amigable" y "simpática" de la última etapa del saqueo y la conquista. La más difícil de ver. La más difusa y borrosa. La que debilita explotando inseguridades y falsas confianzas.
La que les toca (a todos y no a unos pocos), enfrentar ahora.
Cristian Fundamentalista (de la Vida)
integrante de A.V.A.L.
Loncopue - Neuquen
Desde las palabras que el diputado Rachid dirigiera al cura párroco de Loncopué hasta la fecha, la expresión "fundamentalista" se ha usado descalificatoriamente contra integrantes de asambleas de vecinos que se oponen a la megaminería contaminante.
Y mal no está. Quienes estamos abiertamente por la oposición intransigente a los proyectos de muerte, evidentemente somos fundamentalistas, ya que razonamos y actuamos en pos de un fundamento. Un concepto fundamental: la vida.
Y entendemos que la vida no es negociable. Que la vida no es responsabilidad social de las empresas. Que la vida no está subordinada a ningún desarrollo. Que la vida, cuando se pierde, no es "remediable..." y por eso mismo no puede ser objeto de ninguna mediación, ni ningún proyecto de muerte puede ser beneficiario de la mínima tolerancia o concesión de parte nuestra.
Quizás por eso los "fundamentalistas" no podemos aprender ese lenguaje de "responsabilidad social empresaria", "iniciativa para el desarrollo sustentable" (términos ontológicamente contrapuestos), "mediación ambiental" (donde las futuras generaciones no están para participar de la mediación), "ordenamiento territorial" (como si algún lugar mereciera ser mas arrasado que otro, como si la naturaleza estuviera compartimentada...), "remediación" (como si una montaña después de dinamitada pudiera ser reconstruida...) y dejamos que esas palabras tan cantarinas empleadas para disfrazar la muerte, solo suenen en boca de los "fondamentalistas", aquellos que (directa o indirectamente) reciben fondos para justificar e instalar la fase pretendidamente "amigable" y "simpática" de la última etapa del saqueo y la conquista. La más difícil de ver. La más difusa y borrosa. La que debilita explotando inseguridades y falsas confianzas.
La que les toca (a todos y no a unos pocos), enfrentar ahora.
Cristian Fundamentalista (de la Vida)
integrante de A.V.A.L.
Loncopue - Neuquen
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