Por Juan Gasparini *
Un año atrás, cuatro “procedimientos especiales” de la ONU anunciaron oficialmente que preparaban un informe sobre las detenciones secretas en el marco de la lucha antioterrorista. La diplomática fórmula denomina con ese título a la gran invención de Naciones Unidas en materia de derechos humanos, especialistas también conocidos bajo el nombre de “relatores”, a veces trabajando entre varios conformando “grupos de trabajo”.
Todos ellos se ocupan de investigar, denunciar y proponer medidas para frenar las violaciones de los derechos humanos. Son alrededor de 50, personalidades de autoridad moral que actúan de manera benévola, sujetas al control del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, al cual rinden cuentas, quien los designa para mandatos de tres años, renovables una sola vez.
Fue así que el 26 de enero pasado, expertos de la ONU contra la tortura, la detención arbitraria, las desapariciones, y por el respeto de los derechos humanos en el combate contra el terrorismo, dieron a conocer su esperado informe. Es un voluminoso documento de 221 páginas, que relata la historia desde el nacimiento de los centros clandestinos de detención durante el nazismo y los gulags del fenecido imperio soviético, pasando por el desvastador Plan Condor en América Latina, concluyendo en Guantánamo y sus tentáculos a través de diversos países de la Unión Europea.
El problema es que un informe colgado en un portal de internet de la ONU que no haya sido puesto en deliberación pública entre Estados, adoptado, y promovido correctivos, sirve solo a título declamatorio. El problema se agranda cuando un grupo compacto de países se opone a su tratamiento, postrando en la inoperancia una investigación de tal envergadura y relevancia histórica.
Lo interesante es que la negativa a exponer la cuestión no proviene de los Estados Unidos y su cómplice, Gran Bretaña, sindicados como los grandes responsables de la vigencia del fenómeno actualmente, sino del grupo de países africanos, supuestamente extranjeros o lejanos a la maquinaria reproductiva de atrocidades puesta bajo la lupa en el informe.
El africano es uno de los cinco grupos regionales mediante los cuales funciona Naciones Unidas. Dispone de 13 de los 47 escaños del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, órgano cuyos miembros se eligen rotativa y anualmente por el voto secreto de la Asamblea General de la ONU. América Latina tiene 8 bancas, Asia 13, el este europeo 6, y otros 6 Occidente (EEUU, Canadá y la Unión Europea)
Lo imprevisible del desenlace lo aporta el transversal apoyo a que se archive el informe articulado por los 57 países de la Conferencia Islámica, con influencia en los grupos regionales asiático y el de los países del este europeo, descontando el africano. Se desconoce la posición que podrían asumir los 118 adherentes del Movimiento de Países No Alineados, hegemonizado por Cuba, guarecida en un inesperado silencio. Leer más
Un año atrás, cuatro “procedimientos especiales” de la ONU anunciaron oficialmente que preparaban un informe sobre las detenciones secretas en el marco de la lucha antioterrorista. La diplomática fórmula denomina con ese título a la gran invención de Naciones Unidas en materia de derechos humanos, especialistas también conocidos bajo el nombre de “relatores”, a veces trabajando entre varios conformando “grupos de trabajo”.
Todos ellos se ocupan de investigar, denunciar y proponer medidas para frenar las violaciones de los derechos humanos. Son alrededor de 50, personalidades de autoridad moral que actúan de manera benévola, sujetas al control del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, al cual rinden cuentas, quien los designa para mandatos de tres años, renovables una sola vez.
Fue así que el 26 de enero pasado, expertos de la ONU contra la tortura, la detención arbitraria, las desapariciones, y por el respeto de los derechos humanos en el combate contra el terrorismo, dieron a conocer su esperado informe. Es un voluminoso documento de 221 páginas, que relata la historia desde el nacimiento de los centros clandestinos de detención durante el nazismo y los gulags del fenecido imperio soviético, pasando por el desvastador Plan Condor en América Latina, concluyendo en Guantánamo y sus tentáculos a través de diversos países de la Unión Europea.
El problema es que un informe colgado en un portal de internet de la ONU que no haya sido puesto en deliberación pública entre Estados, adoptado, y promovido correctivos, sirve solo a título declamatorio. El problema se agranda cuando un grupo compacto de países se opone a su tratamiento, postrando en la inoperancia una investigación de tal envergadura y relevancia histórica.
Lo interesante es que la negativa a exponer la cuestión no proviene de los Estados Unidos y su cómplice, Gran Bretaña, sindicados como los grandes responsables de la vigencia del fenómeno actualmente, sino del grupo de países africanos, supuestamente extranjeros o lejanos a la maquinaria reproductiva de atrocidades puesta bajo la lupa en el informe.
El africano es uno de los cinco grupos regionales mediante los cuales funciona Naciones Unidas. Dispone de 13 de los 47 escaños del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, órgano cuyos miembros se eligen rotativa y anualmente por el voto secreto de la Asamblea General de la ONU. América Latina tiene 8 bancas, Asia 13, el este europeo 6, y otros 6 Occidente (EEUU, Canadá y la Unión Europea)
Lo imprevisible del desenlace lo aporta el transversal apoyo a que se archive el informe articulado por los 57 países de la Conferencia Islámica, con influencia en los grupos regionales asiático y el de los países del este europeo, descontando el africano. Se desconoce la posición que podrían asumir los 118 adherentes del Movimiento de Países No Alineados, hegemonizado por Cuba, guarecida en un inesperado silencio. Leer más
* En Ginebra
http://www.juangasparini.com/
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