miércoles, marzo 17, 2010

“Roman Polanski: venganzas paralelas”


Por Juan Gasparini *

La salas europeas acogen este mes El escritor fantasma (The ghost writer) la última película de Roman Polanski, que le valió el mes pasado el Oso de Oro del Festival de Berlin a la mejor dirección. Se han disparado las especulaciones sobre los vínculos entre su contenido -un ex primer ministro del Reino Unido implicado en ayudar a los Estados Unidos en el rapto y tortura de cuatro presuntos terroristas islámicos de nacionalidad inglesa en Pakistán- y lo sucedido al cineasta, detenido preventivamente en Suiza por un pedido de extradición de la justicia californiana, inculpado de “relaciones sexuales ilegales” en perjuicio de una menor de 13 años, cometidas en marzo de 1977.

Su arrestación se llevó a cabo en Zurich el 26 de septiembre pasado, tras la finalización del montaje de la cinta por la que ha logrado el premio y desencadenado semejante expectativa. No es superfluo rastrear si pudieran detectarse puntos de contacto entre la obra de ficción, que imputa explícitamente a la Administración Bush -e implícitamente al gobierno británico de Tony Blair- violaciones graves y sistemáticas de los derechos humanos, y la privación tardía de la libertad del artista, requerido por Estados Unidos en virtud de un acto de pedofilia perpetrado hace 33 años, cuya víctima ha desistido de perseguirlo en tribunales.

El film llegará a Latinoamérica recién agosto próximo. No obstante, el libro del cual se inspira, existe traducido al castellano desde 2008, editado por Grijaldo (El poder en la sombra). Su autor, el inglés Robert Harris, es coguionista junto a Polanski, descontándose que el libreto resulta fiel a la novela, negra, no policial sino política.

Harris es un celebre ex periodista a quien le endilgan servirse de un thriller literario para exponer la supuesta traición a Inglaterra de su compatriota, el otrora primer ministro Tony Blair (Pierce Brosnan). Lo describe sometido voluntariamente a los designios de Washington para combatir clandestinamente el terrorismo islámico, transgrediendo los derechos humanos mediante secuestros, habilitando la utilización de la tortura en centros clandestinos de detención.

El personaje central es un escritor a sueldo, que acepta redactar las memorias del sosia de Blair, para que éste las firme como propias. Debe reemplazar a otro escritor, muerto en extrañas circunstancias, quien ha dejado un manuscrito inacabado, donde encripta la conexión entre el mandatario y la CIA. El protagonista (Ewan McGregor) retoma la tarea inconclusa y asiste a la culminación de la intriga, con resonancias que retumban en el presente, rodeando la caída de Polanski.

En resumidas cuentas, el ex canciller del imaginario Blair, convertido ulteriormente en alto funcionario en Naciones Unidas, lo denuncia ante la Corte Penal Internacional (CPI), aportando la prueba documental de colaboración, instigación y facilitación de la guerra sucia de la CIA contra el terrorismo islamista. El biógrafo en las sombras recaba la confesión del ex primer ministro confirmando la acusación, pero el sumario preliminar de la CPI queda trunco.

Lo interrumpen los asesinatos sucesivos del émulo de Blair y su ministro detractor. El escritor fantasma deja un relato inédito, puesto a buen recaudo y solo publicable si el destino le reservara igual suerte, exactamente el mismo texto que llega a los ojos del lector, admitiendo el homicidio del narrador en sus tramos finales.

Tanta desgracia abatiendo a los tres protagonistas, ponen un marco inquietante a la situación del realizador que los ha elevado a la pantalla. En las vísperas de su arribo a Zurich para recibir un homenaje por el conjunto de su labor en el celuloide, Suiza tomó la iniciativa de preguntar a los Estados Unidos si interesaba su captura por una infracción imprescriptible que parecía abandonada. Eran fechas de gran presión de Washington sobre Berna, para que se desmantelara el secreto bancario que protege a los extranjeros evasores de impuestos, cuando el principal banco local, la UBS, peligraba de perder su licencia en Estados Unidos por incitación a la sustracción y el fraude fiscal.

La Confederación Helvética cedió sobre el secreto bancario, salvó a la UBS y encarceló a Polanski, tal vez ya condenado a la extradición por una demanda relativa a un episodio repudiable, pero reflotado 33 años después, ya vacía de credibilidad. La estatuilla de la Berlinale y la retrospectiva de sus 18 largometrajes que le dedica la Cinemateca Suiza el presente mes de marzo, quizás son los únicos consuelos por un osado gesto de verdad cinematográfica, doblemente meritorio pues se funda en una verdad histórica.

No habrá proceso en la Corte Penal Internacional (CPI) contra Blair. Sin embargo, la justicia en Londres acaba de conseguir desclasificar documentos gubernamentales que revelan el enlace de sus servicios secretos con la CIA, aplicando castigos crueles, inhumanos y degradantes en Pakistán a uno de sus ciudadanos de origen etiope. Los lugares donde estos detenidos reciben semejantes malos tratos, son objeto de un pormenorizado informe que ha sido puesto a consideración del Consejo de Derechos Humanos de la ONU en Ginebra. Los campos de concentración podrían al fin entrar en la lista de crímenes de lesa humanidad.

* Desde Suiza, Juan Gasparini (http://www.juangasparini.com/)

0 Comentá esta nota:

Publicar un comentario