Por Javier Rodríguez Pardo *
Glaciólogos del Conicet contratados por Barrick Gold, ejecutivos del gobierno al servicio de las mineras, funcionarios accionistas, el veto Barrick a la ley de glaciares, los acuerdos de Toronto de la presidente, las universidades al servicio de las transnacionales extractivas, el IANIGLA asalariado por mineras para sentenciar glaciares que “únicamente se degradan por el cambio climático”- involucrados además para asesorar leyes de protección de glaciares, provincias que sostienen a las corporaciones mineras, gobernantes que las proveen de insumos, diputados y senadores que dibujan comisiones del congreso coligados con los trust mineros, componen un cuadro de inmoralidad, corrupción y despojo del patrimonio nacional que necesariamente hay que denunciar. Los fondos del estado -IANIGLA- nunca inventariaron glaciares, el instituto oficial de nivología adeuda imparcialidad y dedicación. Los glaciólogos no se ponen de acuerdo. ¿Qué es un glaciar? ¿Qué se entiende por área periglacial? ¿Cuál es el bien jurídico que se intenta proteger?
Hace veintitantos años fuimos testigos de un fuerte debate entre geólogos. Por suerte para nosotros, quienes impulsamos la lucha contra el basurero nuclear de Gastre (Repositorio de Desechos Radiactivos de Alta Actividad), la intervención del Consejo Superior Profesional de Geología echó por tierra la trama urdida por la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) que había elevado a la presidencia de la nación (Raúl Alfonsín, 1986) el proyecto de prefactibilidad del faraónico sepulcro radiactivo. Los estudios presentados eran inconclusos y falaces y al mismo tiempo resultaban desentrañables para legos en cuestiones geológicas: la primera gran mentira consistió en la inexistencia de hidrogeólogos investigando los alrededores de la masa granítica, estudios multidisciplinarios que publicitaba la CNEA con seriedad científica; la segunda farsa mencionaba estabilidad geológica en el sitio elegido, en un pasado entre cien mil y un millón de años, pero en opinión del Consejo Superior Profesional de Geología, hubo movimientos telúricos en el cuaternario, en Sierra del Medio, lo que impedía asegurar la disposición final de radionucleidos como el plutonio, activo por más de 250.000 años. La tercera gran hipocresía ofrecida por los “expertos geólogos nucleares” consistió en afirmar que la roca granítica estudiada para “guardar” secularmente dichos isótopos letales, era la apropiada, cuando en realidad los cilindros testigo del granito exhibido, correspondían a una región de Suecia, donde también buscaban enterrar escoria radiactiva que, hasta el día de hoy, no tienen gestión definitiva en el planeta. Aquel debate entre las partes lo transcribimos literalmente en “La roca elegida”, capítulo 10 del libro “En La Patagonia No”. (1)
¿Por qué traigo a consideración esta historia? Porque la cuestión glaciar y periglaciar de la Cordillera de los Andes, enfrenta a geólogos, algunos surgidos de las mismas universidades, y reaviva nuestra memoria.
La discusión entonces abarcó otros conceptos porque para unos geólogos era una cuenca cerrada -la de Gastre- y para otros una cuenca abierta. Había una sola verdad coincidente, “los estudios de la circulación del agua subterránea en la zona, no se habían realizado debidamente”; el agua podía ir, o no, al río Chubut, transportando ulteriores radioisótopos como el plutonio. Quienes negaban tal hipótesis cuestionaban a los que aseguraban lo contrario: “¿Cómo podés certificar algo que no se sabe?”
“Por la misma razón que ustedes lo niegan, nosotros afirmamos la posibilidad, porque los estudios no fueron hechos”. Ante la discusión de los geólogos discerníamos consternados acerca de medidas tan relevantes tratadas con impudicia, cuando el proyecto de prefactibilidad se hallaba a la firma del presidente de la nación, y con estudios inconclusos. Nosotros éramos los cándidos, “profanos en el asunto”- como bien había afirmado el físico nuclear Dan Benison, árbitro ocasional de la puja, abrumado por un debate viciado. Nota completa
* Movimiento Antinuclear del Chubut (MACH)-Red Nacional de Acción Ecologista (RENACE)-Unión de Asambleas Ciudadanas (UAC)
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Glaciólogos del Conicet contratados por Barrick Gold, ejecutivos del gobierno al servicio de las mineras, funcionarios accionistas, el veto Barrick a la ley de glaciares, los acuerdos de Toronto de la presidente, las universidades al servicio de las transnacionales extractivas, el IANIGLA asalariado por mineras para sentenciar glaciares que “únicamente se degradan por el cambio climático”- involucrados además para asesorar leyes de protección de glaciares, provincias que sostienen a las corporaciones mineras, gobernantes que las proveen de insumos, diputados y senadores que dibujan comisiones del congreso coligados con los trust mineros, componen un cuadro de inmoralidad, corrupción y despojo del patrimonio nacional que necesariamente hay que denunciar. Los fondos del estado -IANIGLA- nunca inventariaron glaciares, el instituto oficial de nivología adeuda imparcialidad y dedicación. Los glaciólogos no se ponen de acuerdo. ¿Qué es un glaciar? ¿Qué se entiende por área periglacial? ¿Cuál es el bien jurídico que se intenta proteger?
Hace veintitantos años fuimos testigos de un fuerte debate entre geólogos. Por suerte para nosotros, quienes impulsamos la lucha contra el basurero nuclear de Gastre (Repositorio de Desechos Radiactivos de Alta Actividad), la intervención del Consejo Superior Profesional de Geología echó por tierra la trama urdida por la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) que había elevado a la presidencia de la nación (Raúl Alfonsín, 1986) el proyecto de prefactibilidad del faraónico sepulcro radiactivo. Los estudios presentados eran inconclusos y falaces y al mismo tiempo resultaban desentrañables para legos en cuestiones geológicas: la primera gran mentira consistió en la inexistencia de hidrogeólogos investigando los alrededores de la masa granítica, estudios multidisciplinarios que publicitaba la CNEA con seriedad científica; la segunda farsa mencionaba estabilidad geológica en el sitio elegido, en un pasado entre cien mil y un millón de años, pero en opinión del Consejo Superior Profesional de Geología, hubo movimientos telúricos en el cuaternario, en Sierra del Medio, lo que impedía asegurar la disposición final de radionucleidos como el plutonio, activo por más de 250.000 años. La tercera gran hipocresía ofrecida por los “expertos geólogos nucleares” consistió en afirmar que la roca granítica estudiada para “guardar” secularmente dichos isótopos letales, era la apropiada, cuando en realidad los cilindros testigo del granito exhibido, correspondían a una región de Suecia, donde también buscaban enterrar escoria radiactiva que, hasta el día de hoy, no tienen gestión definitiva en el planeta. Aquel debate entre las partes lo transcribimos literalmente en “La roca elegida”, capítulo 10 del libro “En La Patagonia No”. (1)
¿Por qué traigo a consideración esta historia? Porque la cuestión glaciar y periglaciar de la Cordillera de los Andes, enfrenta a geólogos, algunos surgidos de las mismas universidades, y reaviva nuestra memoria.
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“Por la misma razón que ustedes lo niegan, nosotros afirmamos la posibilidad, porque los estudios no fueron hechos”. Ante la discusión de los geólogos discerníamos consternados acerca de medidas tan relevantes tratadas con impudicia, cuando el proyecto de prefactibilidad se hallaba a la firma del presidente de la nación, y con estudios inconclusos. Nosotros éramos los cándidos, “profanos en el asunto”- como bien había afirmado el físico nuclear Dan Benison, árbitro ocasional de la puja, abrumado por un debate viciado. Nota completa
* Movimiento Antinuclear del Chubut (MACH)-Red Nacional de Acción Ecologista (RENACE)-Unión de Asambleas Ciudadanas (UAC)
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