viernes, octubre 15, 2010

Grupo de Reflexión Rural: “Colonias del Siglo XXI: alimentos, especulación y arrebato territorial”

Por el GRR Grupo de Reflexión Rural
Enviado por Javier Frondizi


De la Fiebre del Oro a la Fiebre de Tierras y el avance del modelo sojero en la Patagonia Argentina

El gobierno de Río Negro gestiona inversiones para agronegocios, en este caso de China, con una superficie inicial de 200.000 hectáreas. Organizaciones sociales y políticas provinciales y nacionales, estudiantes, investigadores, productores y vecinos de las localidades comprendidas en estos nuevos “mapas del poder transnacional”, ya han marcado las razones del rechazo. El gobierno provincial, sin embargo, insiste en replicar el libreto de las agencias internacionales de crédito como el BID y el Banco Mundial, o de instituciones como el INTA y el CONICET, sumamente enredadas con las corporaciones de la alimentación, con el manejo privado de cuencas y energía y el mercado de semillas. Además, actúan por delegación, sustrayendo a la propia población del proceso productivo/creativo y se usa el secreto respecto a las negociaciones.

Es por ello que consideramos estratégico proponer los siguientes ejes para un debate más amplio:

Dentro del modelo extractivista y las reestructuraciones globales asociadas a los agronegocios, la Patagonia es nuevamente presentada como un lugar lleno de “riquezas” fronterizas. Las fuerzas políticas nacionales deberían reconsiderar el significado de ese término, “riqueza”, pues remite al cálculo distante y a la aplicación de métodos puramente extractivos, a la supuesta inevitabilidad de “explotar los bienes comunes” como si fueran “recursos” propios, para y del capital transnacional, con la mayor rentabilidad, y a subordinar territorios a los caprichos de los grandes centros de consumo, a crear otro patio trasero que se explota y se contamina sin considerar la multiplicidad de consecuencias sociales y ambientales asociadas, a corto y largo plazo. Estos nuevos cercamientos van más allá de correr alambrados para apropiarse de la tierra fértil que queda en el mundo. Solo en África, calcula la ONU, se han entregado al control externo más de 50 millones de hectáreas, casi una vez y media la Provincia de Buenos Aires. Igual proceso ocurre en América Latina. Es ahora el gobierno de una provincia de la Patagonia el que intenta agregar territorio a esos espacios del capital transnacional.

A partir del golpe militar del 76 con Martínez de Hoz a la cabeza y particularmente en los últimos veinte años, nuestro país ha sufrido a escalas nunca antes vistas, la presión de gobiernos y corporaciones para “integrar” a la Argentina a las exigencias de los mercados globales. Esas sujeciones de nuestra economía, que con tanta liviandad presentan técnicos y funcionarios gubernamentales como “demandas del mercado”, son importantes para comprender las consecuencias habidas en todos los planos de la vida nacional. Desde los despoblamientos territoriales a las urbanizaciones de miseria en que se concentran los desarraigados del campo, desempleados de la agricultura y de la industria. Desde las modificaciones en los hábitos alimentarios de los argentinos a la reproducción de partidos políticos sin ideales que tengan relación con un Proyecto Nacional, ni mayores diferencias programáticas, que se turnan en la administración de la cosa pública, mientras el verdadero poder reside en las corporaciones con sus hombres de confianza que ocupan altos puestos de gobierno y diseñan las Políticas de Estado.
Se trata fundamentalmente de un modelo de agroexportación de commodities transgénicas, en un principio destinado a proveer forrajes para las producciones de carnes en encierro tanto en Europa como en China, así como harinas y subproductos industriales de la producción de aceites. Ese modelo se complementó con un sistema de agronegocios que modificó radicalmente el espíritu del productor tanto como el del consumidor. La imagen ganadora del agronegocio logró cambiar los modos de hacer agricultura, impulsando la escala y el uso masivo de insumos, a la vez que desarraigando al agricultor de su tierra, sujetándolo a la búsqueda de rindes mayores y de máximas ganancias. Con la instalación de un sistema de cadenas agroalimentarias e hipermercadismo, se apropiaron asimismo de la mesa de los argentinos, modificaron las pautas alimentarias de la población, supeditaron el consumidor a los nuevos gustos y a los nuevos sistemas de venta, e impusieron la comida chatarra, que en el país se desconocía, comidas industrializadas y basadas en pastas básicas de sojas y maíces transgénicos con añadidos químicos. En realidad lo que en su momento denominamos con buena capacidad de síntesis, como una agricultura sin agricultores, fue el comienzo de un arrebato masivo del territorio por parte de las corporaciones, que culmina actualmente, en la desolación de un pueblo privado de sus suelos y del arraigo a la tierra…Nota completa

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