Por Luis Colombatto *
Cuando se inicia un trabajo de tamaña envergadura, realmente no se tiene en claro el objetivo ni más aún la trascendencia que puede cobrar. Es como iniciar un largo viaje turístico. ¿Por dónde y hasta dónde? Se verá sobre la marcha de un pensamiento primigenio y global. "Algún día hemos de llegar, después sabremos adonde", dice José Hernández en el 'Martín Fierro'.
Cierta vez leí que el mejor discurso de cualquier eximio orador se inicia con una idea fuerza; se esbozan sobre el papel los conceptos centrales; se redacta apuntando a un objetivo precario; se corrige luego de varias lecturas; en la marcha se comprende que no reúne la idea fuerza y se lo descarta; se vuelve a redactar, leer, releer y previo a su exposición en público se le cambian palabras. Finalmente, frente al auditorio, se termina improvisando en base al modelo escrito. Dicen que el mejor discurso termina siendo el posterior al evento, cuando se liberaron las tensiones del momento y se escucharon las críticas de los allegados.
La presente obra pasó por varias de estas etapas, en austera soledad que se fue pronunciando a través de 19 años desde 1988, con sucesivas correcciones e incorporaciones documentales que no se habían previsto en un comienzo. Primero fue la objetividad lisa y llana; luego se recargó con opiniones desprejuiciadas; finalmente fue un volver equilibrado evaluando tiempo de perdurabilidad, variedad criteriosa de lectores y objetivo a sembrar evolucionando de criticar a construir. Este último proceso es primo-hermano de la autocensura, pero necesario antes de desviar la meta fijada en un principio y en el mismo título de la obra.
Es norma sanitaria de la justicia formal castigar para que el desviado no vuelva a incursionar por igual camino, y defender a quien fue maltratado. Pero tampoco es cuestión de detenerse en hechos extremadamente puntuales y a veces fortuitos. Aquí no se enfatiza en el "¿Estuvo ese día y a esa hora en ese lugar?" que puede ser muy engañoso, sino que se trata de mantener una visión más abarcativa y criteriosa. Ni es cuestión de hacer de bracero trasladando de aquí para allá lo que otros hicieron, construyendo un monumento al pasillo con más de 6.000 páginas entintadas. Entonces, se han elaborado juicios valorativos, no represivos, pero también para que el desviado (sociedad y/o algunos de sus miembros) no se transforme en reincidente.
Elaboración intelectual significa aquí tomar los datos, verificarlos, relacionarlos, generalizar tendencias, aplicar criterio y dejar mensajes a futuro. Cuando se pudo, se hizo. Es más: considerando que me demoró casi cuatro lustros la investigación y redacción, los criterios fueron variando sobradamente y la depuración final fue obligada cuando en sus inicios había dejado para siempre el misticismo niño pero me encontraba en pleno materialismo vituperante. El equilibrio de medio siglo a cuestas me hizo comprender que denunciar alteraciones populares sería en definitiva una grave alteración a futuro y rebajé y hasta borré acusaciones inconvenientes.
Frente al lector puntual puedo enfatizar las barrabasadas cometidas en tiempo y espacio patagónicos; frente a un oratorio podría denunciar errores pasados y hasta presentes; frente al papel que leerán chicos y grandes, legos y eruditos, gobernados y gobernantes, víctimas y victimarios, apenas si puedo enunciar diferencias de criterio (ver uno de los cerros Tres Picos, como ejemplo).
Los dolores y las críticas no pretenden fabricar popularidad o trascendencia momentánea, sino desparasitar la tierra para que prosperen a futuro mejores especies. Es una manera de defender y enriquecer lo propio: nuestra Patagonia.
En una empresa cualquiera -ésta es una gran empresa- se deben resolver una serie de cuestionamientos que se inician con: qué, quién(es), cómo, cuándo, dónde y porqué?
Estos interrogantes se presentan hasta para hacer el más simple trámite, pero hay una pregunta que muy raras veces el hombre sabe resolver: ¿para qué?
¿Para qué pido la palabra en una reunión?
¿Para qué trabajo todos los días?
¿Para qué me incorporo u opongo a una tendencia?
¿Para qué elaboro una obra de miles de páginas que nadie leerá de cabo a rabo en el planeta?
El cimbronazo replanteó el objetivo originario. Ya no era cuestión de redactar un trabajo más sobre la región, ni hurgar en el mínimo detalle temático, ni presentar un infinito listado de plantas, animales, personas, etc., ni adosar miles de artículos descolgados entre sí, ni…
Había que resolver el "para qué" y sobre la marcha llegaron varias respuestas de lo particular a lo general:
a- para demostrarme que podía hacer una vasta obra respondiendo a las expectativas de mis ancestros.
b- para confirmar que mi existencia no había sido en vano o pueril.
c- para condensar tanta información dispersa.
d- para facilitarle al lector la búsqueda rápida de cualquier tema puntual.
e- para consulta de chicos y grandes, legos y eruditos, gobernados y gobernantes.
f- para mostrar gráficamente que la región tiene riqueza en todas las áreas del saber.
g- para demostrar que Patagonia tiene peso propio y reforzar entonces el sentimiento de arraigo.
h- para inculcar que esta tierra tiene poder y sembrar la capacidad de hacer grandes cosas.
i- para gobernar. Sí, gobernar a los nuestros; que los nuestros gobiernen a las futuras generaciones y que ellas se expandan en tiempo y espacio.
Algún día los patagónicos dejaremos de preguntarnos ¿a qué vienen? –física o virtualmente- y comenzaremos a resolver ¿a qué voy? (alguien ya hizo punta).
Cuidemos la cultura porque, aunque poco se la ve, son las zapatas que sustentan a cada sociedad, desde el zócalo hasta el dintel, o como decía Menéndez y Pelayo: "donde no se conserva piadosamente la herencia de lo pasado, pobre o rica, grande o pequeña, no esperemos que brote un pensamiento original, ni idea dominadora". Digamos aquí que la profusión y difusión de datos y recordatorios –efemérides- tanto nacionales como internacionales en desmedro de otros más cercanos geográficamente, cercena cualquier sentimiento localista y hace a sus integrantes más maleables (léase, fáciles de gobernar a distancia).
Previo a este gran cambio de actitud debemos consolidar nuestro conocimiento, saber de dónde venimos, qué somos, qué ambiente habitamos, qué poder disponemos; debemos conocer lo más grande que tenemos: nuestra tierra.
Objetivo resuelto.
Imprímase, dése a conocer a todos los ciudadanos, emúlese en el resto del país y luego
NO se archive.
Será justicia. Esta vez sí, será justicia.
* DNI 12.474.450 - Autor del portal Patapedia.com.ar
Cuando se inicia un trabajo de tamaña envergadura, realmente no se tiene en claro el objetivo ni más aún la trascendencia que puede cobrar. Es como iniciar un largo viaje turístico. ¿Por dónde y hasta dónde? Se verá sobre la marcha de un pensamiento primigenio y global. "Algún día hemos de llegar, después sabremos adonde", dice José Hernández en el 'Martín Fierro'.
Cierta vez leí que el mejor discurso de cualquier eximio orador se inicia con una idea fuerza; se esbozan sobre el papel los conceptos centrales; se redacta apuntando a un objetivo precario; se corrige luego de varias lecturas; en la marcha se comprende que no reúne la idea fuerza y se lo descarta; se vuelve a redactar, leer, releer y previo a su exposición en público se le cambian palabras. Finalmente, frente al auditorio, se termina improvisando en base al modelo escrito. Dicen que el mejor discurso termina siendo el posterior al evento, cuando se liberaron las tensiones del momento y se escucharon las críticas de los allegados.
La presente obra pasó por varias de estas etapas, en austera soledad que se fue pronunciando a través de 19 años desde 1988, con sucesivas correcciones e incorporaciones documentales que no se habían previsto en un comienzo. Primero fue la objetividad lisa y llana; luego se recargó con opiniones desprejuiciadas; finalmente fue un volver equilibrado evaluando tiempo de perdurabilidad, variedad criteriosa de lectores y objetivo a sembrar evolucionando de criticar a construir. Este último proceso es primo-hermano de la autocensura, pero necesario antes de desviar la meta fijada en un principio y en el mismo título de la obra.
Es norma sanitaria de la justicia formal castigar para que el desviado no vuelva a incursionar por igual camino, y defender a quien fue maltratado. Pero tampoco es cuestión de detenerse en hechos extremadamente puntuales y a veces fortuitos. Aquí no se enfatiza en el "¿Estuvo ese día y a esa hora en ese lugar?" que puede ser muy engañoso, sino que se trata de mantener una visión más abarcativa y criteriosa. Ni es cuestión de hacer de bracero trasladando de aquí para allá lo que otros hicieron, construyendo un monumento al pasillo con más de 6.000 páginas entintadas. Entonces, se han elaborado juicios valorativos, no represivos, pero también para que el desviado (sociedad y/o algunos de sus miembros) no se transforme en reincidente.
Elaboración intelectual significa aquí tomar los datos, verificarlos, relacionarlos, generalizar tendencias, aplicar criterio y dejar mensajes a futuro. Cuando se pudo, se hizo. Es más: considerando que me demoró casi cuatro lustros la investigación y redacción, los criterios fueron variando sobradamente y la depuración final fue obligada cuando en sus inicios había dejado para siempre el misticismo niño pero me encontraba en pleno materialismo vituperante. El equilibrio de medio siglo a cuestas me hizo comprender que denunciar alteraciones populares sería en definitiva una grave alteración a futuro y rebajé y hasta borré acusaciones inconvenientes.
Frente al lector puntual puedo enfatizar las barrabasadas cometidas en tiempo y espacio patagónicos; frente a un oratorio podría denunciar errores pasados y hasta presentes; frente al papel que leerán chicos y grandes, legos y eruditos, gobernados y gobernantes, víctimas y victimarios, apenas si puedo enunciar diferencias de criterio (ver uno de los cerros Tres Picos, como ejemplo).
Los dolores y las críticas no pretenden fabricar popularidad o trascendencia momentánea, sino desparasitar la tierra para que prosperen a futuro mejores especies. Es una manera de defender y enriquecer lo propio: nuestra Patagonia.
En una empresa cualquiera -ésta es una gran empresa- se deben resolver una serie de cuestionamientos que se inician con: qué, quién(es), cómo, cuándo, dónde y porqué?
Estos interrogantes se presentan hasta para hacer el más simple trámite, pero hay una pregunta que muy raras veces el hombre sabe resolver: ¿para qué?
¿Para qué pido la palabra en una reunión?
¿Para qué trabajo todos los días?
¿Para qué me incorporo u opongo a una tendencia?
¿Para qué elaboro una obra de miles de páginas que nadie leerá de cabo a rabo en el planeta?
El cimbronazo replanteó el objetivo originario. Ya no era cuestión de redactar un trabajo más sobre la región, ni hurgar en el mínimo detalle temático, ni presentar un infinito listado de plantas, animales, personas, etc., ni adosar miles de artículos descolgados entre sí, ni…
Había que resolver el "para qué" y sobre la marcha llegaron varias respuestas de lo particular a lo general:
a- para demostrarme que podía hacer una vasta obra respondiendo a las expectativas de mis ancestros.
b- para confirmar que mi existencia no había sido en vano o pueril.
c- para condensar tanta información dispersa.
d- para facilitarle al lector la búsqueda rápida de cualquier tema puntual.
e- para consulta de chicos y grandes, legos y eruditos, gobernados y gobernantes.
f- para mostrar gráficamente que la región tiene riqueza en todas las áreas del saber.
g- para demostrar que Patagonia tiene peso propio y reforzar entonces el sentimiento de arraigo.
h- para inculcar que esta tierra tiene poder y sembrar la capacidad de hacer grandes cosas.
i- para gobernar. Sí, gobernar a los nuestros; que los nuestros gobiernen a las futuras generaciones y que ellas se expandan en tiempo y espacio.
Algún día los patagónicos dejaremos de preguntarnos ¿a qué vienen? –física o virtualmente- y comenzaremos a resolver ¿a qué voy? (alguien ya hizo punta).
Cuidemos la cultura porque, aunque poco se la ve, son las zapatas que sustentan a cada sociedad, desde el zócalo hasta el dintel, o como decía Menéndez y Pelayo: "donde no se conserva piadosamente la herencia de lo pasado, pobre o rica, grande o pequeña, no esperemos que brote un pensamiento original, ni idea dominadora". Digamos aquí que la profusión y difusión de datos y recordatorios –efemérides- tanto nacionales como internacionales en desmedro de otros más cercanos geográficamente, cercena cualquier sentimiento localista y hace a sus integrantes más maleables (léase, fáciles de gobernar a distancia).
Previo a este gran cambio de actitud debemos consolidar nuestro conocimiento, saber de dónde venimos, qué somos, qué ambiente habitamos, qué poder disponemos; debemos conocer lo más grande que tenemos: nuestra tierra.
Objetivo resuelto.
Imprímase, dése a conocer a todos los ciudadanos, emúlese en el resto del país y luego
NO se archive.
Será justicia. Esta vez sí, será justicia.
* DNI 12.474.450 - Autor del portal Patapedia.com.ar
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