El 24 de Marzo de 1976, se inició en el país lo que podríamos llamar junto con otros, “la segunda noche más oscura y terrorífica del país”. De la primera poco se habla y necesita también de reivindicación, fue el genocidio de los Pueblos Originarios, cuya verdad y justicia también llaman a la memoria.
Fue una larga Noche de miedo, de silencio, de muerte.
Miedo, porque la dictadura militar junto al más recalcitrante poder conservador cívico-religioso de la argentina, que fieles a intereses foráneos, imponía el Terrorismo de Estado bajo la doctrina de la Seguridad Nacional y las consignas de “Reorganización Nacional”, “Orden” y “lucha contra la subversión”. Desarticularon el funcionamiento de los Congresos, de los partidos políticos, de la actividad sindical y de todo tipo de organizaciones civiles que tuviera por objetivo pensar, organizarse, defender los derechos de los ciudadanos. Así también prohibieron la alegría, quitando el carnaval de las calles. Con la Dictadura, se puso en marcha el “no te metas”, el “por algo será” el, “yo, argentino”, generando la desconfianza de los unos para con los otros, la sospecha. Sin embargo, el miedo será desafiado a partir del 30 de abril de 1977, con la primera ronda en la Plaza de Mayo de las Madres, un pequeña luz en la noche. Luz que el 10 de diciembre del 77 quiso ser apagada con el asesinato de + Azucena Villaflor, iniciadora da aquellas primeras rondas. Pero no pudieron ya que ellos “tuvieron miedo de los que no tuvieron miedo”.
El Silencio, fue otra característica de esa larga noche. Se callaron los grandes Medios de Comunicación que van a asumir una postura hegemónica y monopólica de la verdad. Se callaron las Iglesias conservadoras, haciéndose cómplices del terror. Se callaron los Sindicatos de los Gordos, siendo encubridores del régimen. Sin embargo, no faltaron las voces valientes que no soportaron el silencio y hablaron pagando con su vida romper ese círculo como, entre otros mas anónimos, el periodista-escritor Rodolfo Walch, o el obispo de La Rioja Enrique Angeleli; o los que conservando la vida, tuvieron que emigrar y hacer oír sus voces fuera del país, como el Premio Nobel de la Paz, Rodolfo Pérez Esquivel, junto a otros músicos y actores.
Finalmente la cultura de la Muerte fue el signo mas espantoso de esta larga noche que no podemos olvidar y por lo que debemos mantener viva y activa la Memoria. Fueron miles los muertos y 30 mil los desaparecidos que dejó la dictadura cívico-militar.
La luz comenzó a brillar con más fuerza en las movilizaciones populares de comienzo de los años 80´, sobre todo por el engaño que agregó más muerte inocentes, como la guerra de Malvinas. Con la recuperación de la calle se llevó a cabo la caída del régimen dictatorial y en 1983 recuperamos definitivamente la democracia. Democracia que se fue fortaleciendo con el Juicio a la Junta Militar y el Nunca Más. Que sufrió debilitamientos con la Ley de Punto Final, Obediencia Debida y posterior indulto, así como con la imposición de un sistema neoliberal atroz.
Hoy, con un Modelo de País en el que la Política asume su rol de gobernar y habla de distribución de las riquezas dándole valor a la producción nacional generando empleo; un gobierno que reinicia el juicio a los Militares asesinos y de algunos civiles cómplices, (aún faltan los que transfirieron al pueblo su deuda privada haciéndola pública), vemos la gran posibilidad que las organizaciones sociales tenemos de expresarnos.
Por eso, como Biblioteca Popular Tolkeyen, articuladores del Banco Popular de la Buena Fe, queremos unirnos en esta construcción de la Memoria por la Verdad y la Justicia que apuesta a la cultura de la vida. Ofrecemos una amplia bibliografía sobre el tema de Derechos Humanos y las ediciones de la revista de Madres y la Memoria. Asumimos el compromiso de difundirla reivindicando además, la lucha de los pueblos originarios. Queremos ofrecer y generar espacios que desafíe al pensamiento, espacios de discusión grupal y barrial y brindar la herramienta del microcrédito para reconstruir el tejido social, reforzando los valores de la solidaridad, de la palabra dada, de la confianza y la alegría.
Para finalizar, no podemos dejar de agradecer a esas “Mujeres de Pañuelos Blancos” que a lo largo de los años permanecieron de pie y se constituyen hoy en un testimonio de fortaleza para todos los argentinos. Tanto “Madres”, “Abuelas” e “Hijos”, nos muestran el camino para no tener miedo, para animarnos a hablar y a vencer la muerte con la verdad y la justicia.
Sandra Moyano - Enrique Monay
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