martes, mayo 31, 2011

Crónica: “La Primavera en otoño”

Por Gabriel Levinas (desde Formosa)
Enviado por Alicia Jardel

Crónica desde la provincia donde los qom son perseguidos. Vigilancia policial a nuestro enviado, la asamblea de la comunidad y el retrato vivo de unos aborígenes que sólo reclaman por sus tierras.

Apenas llegamos a la capital de Formosa, en nuestro camino hacia la colonia La Primavera, se acercó un morocho retacón de pelo corto: hablaba por teléfono mientras nos miraba. Estaba pasando el informe. Estábamos cansados. Después de viajar más de 1000 kilómetros nos sentamos a comer y durante todo el almuerzo, el gordo nos miraba de lejos y cada tanto volvía a informar.

Ni bien nos levantamos para ir a buscar el auto, sonó el teléfono de Félix Díaz: era el viceministro del Interior. Fue el encargado de notificarle a Félix que la reunión del lunes 23, iba a ser postergada una semana. La causa invocada: se avecinaba el día 25 de mayo y todos los funcionarios iban a estar ocupados con las fiestas. Félix le recriminó duramente, no podía ser que ese mínimo compromiso tomado no fuera respetado.

Sin hacerse esperar, Pablo Pimentel, de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos hizo sonar la alarma a las diferentes organizaciones que actúan como garantes del pacto con el gobierno nacional, para que llamaran al Ministerio del Interior para exigir su cumplimiento.

Finalmente, la reunión pactada no se realizó.

Seguimos caminando hacia el vehículo, una mujer embarazada se acercó a pedirnos su paga por haberlo cuidado. El sol se sentía en la cara.

Durante el siguiente viaje que duró cerca de una hora y media, Félix me contó de unos pequeños habitantes que muy poca gente logra ver, los weraik que viven en el interior de Laguna Blanca. Son mágicos y forman parte de su cultura. Los más grandes viven en el agua, los mas pequeños en la orilla. También me habló del conejo-pájaro, que descubrió casualmente cuando construyó su primera casa en la Primavera, el conejo-pájaro emplumado, alado, con dos patas de ave, cara y orejas de conejo levantaba vuelo tras una veloz carrera de una decena de metros. El extraño animal debió mudarse de su antigua morada por la feroz insistencia del perro de Félix.

Apenas doblamos en la ruta 86, pasamos por el lugar de la represión donde el amigo de Félix, Roberto López, murió acribillado por las balas policiales. Un poco más adelante había un puesto de control de la Gendarmería: este puesto fue ubicado allí en cumplimiento de la disposición de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que exigió al gobierno argentino cuidar la seguridad y la vida de Félix Díaz, su familia y su comunidad.

El puesto, conformado por dos vehículos y un vagón rodante, está exactamente apostado en el camino de entrada a la casa de Félix. Detrás del puesto, había más de un centenar de qoms que, según supe después, habían estado firmemente esperando nuestro arribo desde las ocho de la mañana sin moverse del lugar. Seis meses habían pasado desde que Félix había partido para ser recibido por la presidenta Cristina Fernández. A pesar del calor y del fuerte sol, algunos conservaban camperas y pulóveres con que seguramente habían salido de sus casas a la madrugada. Gorras celestes, amarillas, rojas, azules, camisas coloridas, distinguían inmediatamente a los qom de los pocos criollos allí presentes. Pómulos grandes, tez oscura, una fuerte cabellera negra. Ni bien bajó Félix, comenzó una sucesión interminable de abrazos, besos y lágrimas: cada uno de los allí presentes transmitía su alegría al líder. Mi compañera de equipo Pilar, lloraba igual que ellos por solo presenciar ese afectuoso ritual. El solo hecho de ser amigo de Félix hizo que uno por uno, luego me saludara a mi y a cada uno de quienes viajaron desde Buenos Aires. Nota completa

Nota relacionada: Informe: “Qom doblemente desalojados”

0 Comentá esta nota:

Publicar un comentario