Enviado por Estela Vilma
Fuente: Ipodagua
Estela Knez es bióloga y se encuentra recorriendo la zona afectada por el volcán Pueyehue. En esta oportunidad nos acerca un relato sobre su recorrido por la ciudad de Bariloche: “los barilochenses, sin distinción alguna, han recibido los efectos del famoso volcán chileno”.
Recorrer como “extranjera” la ciudad en estos días da la apariencia de que todos los barilochenses, sin distinción alguna, han recibido los efectos del famoso volcán chileno. Ceniza y arena cubren calles pavimentadas o de tierra, techos de lujosos hoteles y de viviendas humildes. Y cuando el viento embate con fuerza desde el oeste, hasta el paisaje se desdibuja. Las montañas y el lago casi no se distinguen. Como en una penumbra, las construcciones pierden sus diferencias. Pero cuando el viento sopla del este, esa “uniformidad” desaparece, y vuelven a hacerse visibles los contrastes. Cuando la bruma de cenizas se disipa, surge una especie de muro simbólico, que parte en dos a la ciudad, y resalta las diferencias sociales, económicas, culturales. La edificación se muestra como verdaderamente es, desnudando el bajo y el alto Bariloche.
Los sectores que concentran más poder económico se ubican geográficamente en el bajo, de frente al lago, la mejor zona de la ciudad, con locales con empleados lindos, rubios, de ojos claros. Semeja una postal europea, con construcciones típicas de una ciudad que bien podría parecerse a alguna suiza. El alto en cambio, presenta características propias de cualquier pueblo humilde de nuestra América, con necesidades insatisfechas, con muchas personas mapuches (los verdaderos dueños de estas tierras), históricamente perseguidos, discriminados, y hoy además relegados a hacer las tareas menos gratas, aquellas que la mayoría de los turistas no ven en esta linda localidad.
En estas horas las diferencias resaltan aun más, cuando los empresarios temerosos de no poder obtener las ganancias a las que están acostumbrados, recurren prontamente al gobierno municipal y provincial, y estos a su vez lo hacen con el nacional, para paliar la crisis originada por este inoportuno volcán chileno que no ha tenido mejor idea que erupcionar en plena temporada. Veo que muchos se apresuraron a cerrar sus locales, negocios, hoteles, restaurantes, y paralizar sus obras, provocando con ello desocupación en los sectores más humildes del Alto. Me pregunto por qué tan poco apoyo, compromiso y contención para quienes lo dan todo, su trabajo, sin especulaciones, y sin esperar de asistencialismos ni limosnas, que no dignifican y generan dependencia. ¿Hará falta un volcán más potente para que haga desaparecer tanta desigualdad? Y para terminar. El muro del que hablo, lo percibí, no lo pude ver, pero que existe no hay dudas, estas fotos que tomé lo demuestran.
Estela Knez, bióloga, en colaboración con Ipodagua.com.ar
Nota relacionada: Opinión: “La erupción del Puyehue, la naturaleza y la humanidad”, por Belén Etcheverry
Fuente: Ipodagua
Estela Knez es bióloga y se encuentra recorriendo la zona afectada por el volcán Pueyehue. En esta oportunidad nos acerca un relato sobre su recorrido por la ciudad de Bariloche: “los barilochenses, sin distinción alguna, han recibido los efectos del famoso volcán chileno”.
Recorrer como “extranjera” la ciudad en estos días da la apariencia de que todos los barilochenses, sin distinción alguna, han recibido los efectos del famoso volcán chileno. Ceniza y arena cubren calles pavimentadas o de tierra, techos de lujosos hoteles y de viviendas humildes. Y cuando el viento embate con fuerza desde el oeste, hasta el paisaje se desdibuja. Las montañas y el lago casi no se distinguen. Como en una penumbra, las construcciones pierden sus diferencias. Pero cuando el viento sopla del este, esa “uniformidad” desaparece, y vuelven a hacerse visibles los contrastes. Cuando la bruma de cenizas se disipa, surge una especie de muro simbólico, que parte en dos a la ciudad, y resalta las diferencias sociales, económicas, culturales. La edificación se muestra como verdaderamente es, desnudando el bajo y el alto Bariloche.
Los sectores que concentran más poder económico se ubican geográficamente en el bajo, de frente al lago, la mejor zona de la ciudad, con locales con empleados lindos, rubios, de ojos claros. Semeja una postal europea, con construcciones típicas de una ciudad que bien podría parecerse a alguna suiza. El alto en cambio, presenta características propias de cualquier pueblo humilde de nuestra América, con necesidades insatisfechas, con muchas personas mapuches (los verdaderos dueños de estas tierras), históricamente perseguidos, discriminados, y hoy además relegados a hacer las tareas menos gratas, aquellas que la mayoría de los turistas no ven en esta linda localidad.
En estas horas las diferencias resaltan aun más, cuando los empresarios temerosos de no poder obtener las ganancias a las que están acostumbrados, recurren prontamente al gobierno municipal y provincial, y estos a su vez lo hacen con el nacional, para paliar la crisis originada por este inoportuno volcán chileno que no ha tenido mejor idea que erupcionar en plena temporada. Veo que muchos se apresuraron a cerrar sus locales, negocios, hoteles, restaurantes, y paralizar sus obras, provocando con ello desocupación en los sectores más humildes del Alto. Me pregunto por qué tan poco apoyo, compromiso y contención para quienes lo dan todo, su trabajo, sin especulaciones, y sin esperar de asistencialismos ni limosnas, que no dignifican y generan dependencia. ¿Hará falta un volcán más potente para que haga desaparecer tanta desigualdad? Y para terminar. El muro del que hablo, lo percibí, no lo pude ver, pero que existe no hay dudas, estas fotos que tomé lo demuestran.
Estela Knez, bióloga, en colaboración con Ipodagua.com.ar
Nota relacionada: Opinión: “La erupción del Puyehue, la naturaleza y la humanidad”, por Belén Etcheverry
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