Enviado por Gonzalo Pérez Álvarez
Esta nota busca dar una respuesta a la editorial que el Diario “El Chubut” ha publicado en su edición del 1º de septiembre en la sección Puerto Madryn (pegamos debajo la editorial a la que hacemos referencia, ver link: http://www.elchubut.com.ar/despliegue-noticias.php?idnoticia=168991). Nos gustaría, y sería lo correcto, que dicho diario publicara esta respuesta a modo de descargo.
Esos “grupos de ultraizquierda”
En dicha edición del 1º de septiembre del Diario “El Chubut” se publica un editorial titulado “¿Hay una organización detrás de las ocupaciones?”. La pregunta hace relación al fenómeno de ocupación de tierras que se viene desarrollando en la región y en todo el país: la respuesta indica que, obviamente, para el autor de esa nota hay una organización atrás de este proceso.
Esto, según la visión del editorialista, implica que las ocupaciones no responden a una necesidad evidente en todo nuestro país: la falta de viviendas y la lucha por un lugar digno para vivir. No es así para el autor de esa nota: todo se trataría de una maquiavélica operación de una organización que actúa “al amparo de las sombras de la noche” (sic). Esa organización sería un “grupo de ultraizquierda” que estaría desarrollándose en la ciudad. Y se trataría del MIR, el Movimiento de Izquierda Revolucionaria.
En la nota el editorialista plantea que dicho desarrollo debe ser investigado por las autoridades. Parece olvidarse el autor que nuestro país vive en democracia. Y que esa democracia nos alcanza también a los que sostenemos que el sistema capitalista es injusto y que debemos luchar por cambiarlo. Para el autor el desarrollo del MIR debe ser investigado como si se tratara de un hecho delictivo.
Las “pruebas” de la “acusación”
Las pruebas que esgrime el editorialista parecen más que contundentes. La primera es que los ocupantes están organizados. La segunda es que están informados, saben lo que hacen, han estudiado el terreno antes de actuar. La tercera es que se defienden ante la represión y conocen distintos mecanismos de seguridad interna. Y la fundamental es que en cada nueva ocupación aparecen ocupantes de otros terrenos que van a llevar su solidaridad.
En la visión que plantea el autor subyace la idea de que nuestro pueblo es incapaz de cualquier expresión autónoma. No hay posibilidad, para él, de que los de abajo sepan organizarse para luchar. Menos aún de que tengan voz propia, que estudien, que entiendan sus acciones y que las preparen: siempre debe haber alguien detrás, que los maneje como títeres.
Y obviamente al editorialista le parece imposible imaginar la solidaridad: ¿cómo y por qué alguien daría algo a cambio de nada?; ¿por qué alguien iría a apoyar una toma de terrenos?; ¿acaso porque lo considera justo?; ¿acaso porque sufre cada injusticia cometida contra cualquiera como un dolor propio? Todas mentiras. Eso no es posible. Nadie hace nada sin buscar algo personal a cambio… ¿o no es así?
Nuestra moral y la de ellos
En el extremo opuesto de esa moral individualista estamos nosotros y tantos otros que luchan por un mundo justo. Poniendo nuestra fuerza día a día para luchar porque ya no haya dolores ni sufrimientos innecesarios.
Nuestra moral es bien distinta. La solidaridad nos parece obvia y necesaria. Nuestra organización está allí para colaborar con cada lucha justa de nuestro pueblo. Y así es como crecemos. No “detrás” de las luchas, sino como parte de ellas.
El MIR crece como parte del pueblo en lucha. No sustituyéndola, sino alimentándose de ella y, a su vez, tratando de alimentarla con el conocimiento acumulado que una organización política puede plantear. Pero la organización fundamental es la del pueblo, no la nuestra. Cuando crecemos en una nueva ciudad es porque parte de ese pueblo en lucha vio en nuestro proyecto político la expresión de sus anhelos.
Una prueba más plantea el editorialista para que se sepa que somos nosotros los que estamos “atrás” de las ocupaciones: que realizamos pintadas planteando “la tierra es de quién la necesita”. Un increíble ataque a la sacrosanta propiedad privada. O bien una consigna tan simple, tan evidente en su justicia, que no hay forma de atacarla. Depende del lugar que se lo mire, ¿no?.
Un dato llamativo es que al editorialista no parecen molestarle los miles de afiches y pintadas del PJ, en sus distintas variantes, que pueblan todas las paredes de la provincia. Sí le molesta que una organización pequeña, sin fondos, pero independiente y orgullosamente autónoma de todo poder estatal y patronal, pueda expresar sus ideas y sus proyectos de la única forma que su falta de recursos le permite: usando las paredes, eso que Rodolfo Walsh llamaba “la imprenta de los pueblos”.
Nuestra lucha
Es claro que este editorial además es un mensaje hacia nuestra organización. Parece ser una amenaza, un intento de atacar la posibilidad de difundir nuestras ideas y, sobre todo, una forma de ir legitimando posibles represiones ante nuestra política. Muchos de nosotros somos más que conocidos en la región, somos militantes públicos desde hace años en cada lucha contra la represión y por la justicia, y nadie puede decir que nuestra organización actúe “en las sombras”.
Lejos de ser nosotros un “grupo de ultraizquierda”, somos una parte del pueblo en lucha que trabaja cada día por una sociedad distinta, que ya no se base en la explotación sino en el derecho de cada hombre y cada mujer a vivir dignamente. Una sociedad donde no pueda existir alguien con millones de hectáreas junto a una familia sin un mísero terreno para construir su vivienda. Donde ya no existan hombres con millones en los bancos mientras miles de niños pasan hambre por no tener para comer de forma adecuada.
En verdad si hay un “grupúsculo” en este país es el de aquel que nos explota y nos saquea. Ese grupúsculo es odiado en cada calle de cada barrio popular. Nosotros podemos caminar tranquilos por allí cada día y cada noche. Ese grupúsculo no puede hacerlo. La organización popular sigue creciendo. Y eso pasa, simplemente, porque siempre hay lucha cuando hay necesidades. Sin que haya nadie detrás de nada.
MOVIMIENTO DE IZQUIERDA REVOLUCIONARIA
Nota relacionada: Diario “El Chubut”: ¿Hay una organización detrás de las ocupaciones?
Esta nota busca dar una respuesta a la editorial que el Diario “El Chubut” ha publicado en su edición del 1º de septiembre en la sección Puerto Madryn (pegamos debajo la editorial a la que hacemos referencia, ver link: http://www.elchubut.com.ar/despliegue-noticias.php?idnoticia=168991). Nos gustaría, y sería lo correcto, que dicho diario publicara esta respuesta a modo de descargo.
Esos “grupos de ultraizquierda”
En dicha edición del 1º de septiembre del Diario “El Chubut” se publica un editorial titulado “¿Hay una organización detrás de las ocupaciones?”. La pregunta hace relación al fenómeno de ocupación de tierras que se viene desarrollando en la región y en todo el país: la respuesta indica que, obviamente, para el autor de esa nota hay una organización atrás de este proceso.
Esto, según la visión del editorialista, implica que las ocupaciones no responden a una necesidad evidente en todo nuestro país: la falta de viviendas y la lucha por un lugar digno para vivir. No es así para el autor de esa nota: todo se trataría de una maquiavélica operación de una organización que actúa “al amparo de las sombras de la noche” (sic). Esa organización sería un “grupo de ultraizquierda” que estaría desarrollándose en la ciudad. Y se trataría del MIR, el Movimiento de Izquierda Revolucionaria.
En la nota el editorialista plantea que dicho desarrollo debe ser investigado por las autoridades. Parece olvidarse el autor que nuestro país vive en democracia. Y que esa democracia nos alcanza también a los que sostenemos que el sistema capitalista es injusto y que debemos luchar por cambiarlo. Para el autor el desarrollo del MIR debe ser investigado como si se tratara de un hecho delictivo.
Las “pruebas” de la “acusación”
Las pruebas que esgrime el editorialista parecen más que contundentes. La primera es que los ocupantes están organizados. La segunda es que están informados, saben lo que hacen, han estudiado el terreno antes de actuar. La tercera es que se defienden ante la represión y conocen distintos mecanismos de seguridad interna. Y la fundamental es que en cada nueva ocupación aparecen ocupantes de otros terrenos que van a llevar su solidaridad.
En la visión que plantea el autor subyace la idea de que nuestro pueblo es incapaz de cualquier expresión autónoma. No hay posibilidad, para él, de que los de abajo sepan organizarse para luchar. Menos aún de que tengan voz propia, que estudien, que entiendan sus acciones y que las preparen: siempre debe haber alguien detrás, que los maneje como títeres.
Y obviamente al editorialista le parece imposible imaginar la solidaridad: ¿cómo y por qué alguien daría algo a cambio de nada?; ¿por qué alguien iría a apoyar una toma de terrenos?; ¿acaso porque lo considera justo?; ¿acaso porque sufre cada injusticia cometida contra cualquiera como un dolor propio? Todas mentiras. Eso no es posible. Nadie hace nada sin buscar algo personal a cambio… ¿o no es así?
Nuestra moral y la de ellos
En el extremo opuesto de esa moral individualista estamos nosotros y tantos otros que luchan por un mundo justo. Poniendo nuestra fuerza día a día para luchar porque ya no haya dolores ni sufrimientos innecesarios.
Nuestra moral es bien distinta. La solidaridad nos parece obvia y necesaria. Nuestra organización está allí para colaborar con cada lucha justa de nuestro pueblo. Y así es como crecemos. No “detrás” de las luchas, sino como parte de ellas.
El MIR crece como parte del pueblo en lucha. No sustituyéndola, sino alimentándose de ella y, a su vez, tratando de alimentarla con el conocimiento acumulado que una organización política puede plantear. Pero la organización fundamental es la del pueblo, no la nuestra. Cuando crecemos en una nueva ciudad es porque parte de ese pueblo en lucha vio en nuestro proyecto político la expresión de sus anhelos.
Una prueba más plantea el editorialista para que se sepa que somos nosotros los que estamos “atrás” de las ocupaciones: que realizamos pintadas planteando “la tierra es de quién la necesita”. Un increíble ataque a la sacrosanta propiedad privada. O bien una consigna tan simple, tan evidente en su justicia, que no hay forma de atacarla. Depende del lugar que se lo mire, ¿no?.
Un dato llamativo es que al editorialista no parecen molestarle los miles de afiches y pintadas del PJ, en sus distintas variantes, que pueblan todas las paredes de la provincia. Sí le molesta que una organización pequeña, sin fondos, pero independiente y orgullosamente autónoma de todo poder estatal y patronal, pueda expresar sus ideas y sus proyectos de la única forma que su falta de recursos le permite: usando las paredes, eso que Rodolfo Walsh llamaba “la imprenta de los pueblos”.
Nuestra lucha
Es claro que este editorial además es un mensaje hacia nuestra organización. Parece ser una amenaza, un intento de atacar la posibilidad de difundir nuestras ideas y, sobre todo, una forma de ir legitimando posibles represiones ante nuestra política. Muchos de nosotros somos más que conocidos en la región, somos militantes públicos desde hace años en cada lucha contra la represión y por la justicia, y nadie puede decir que nuestra organización actúe “en las sombras”.
Lejos de ser nosotros un “grupo de ultraizquierda”, somos una parte del pueblo en lucha que trabaja cada día por una sociedad distinta, que ya no se base en la explotación sino en el derecho de cada hombre y cada mujer a vivir dignamente. Una sociedad donde no pueda existir alguien con millones de hectáreas junto a una familia sin un mísero terreno para construir su vivienda. Donde ya no existan hombres con millones en los bancos mientras miles de niños pasan hambre por no tener para comer de forma adecuada.
En verdad si hay un “grupúsculo” en este país es el de aquel que nos explota y nos saquea. Ese grupúsculo es odiado en cada calle de cada barrio popular. Nosotros podemos caminar tranquilos por allí cada día y cada noche. Ese grupúsculo no puede hacerlo. La organización popular sigue creciendo. Y eso pasa, simplemente, porque siempre hay lucha cuando hay necesidades. Sin que haya nadie detrás de nada.
MOVIMIENTO DE IZQUIERDA REVOLUCIONARIA
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