Por Pablo Quintana *
La actitud asumida por los medios escritos en la edición del día lunes 5 de setiembre, demuestra la caprichosa intención de discutir una problemática como la minera basándose en hechos distorsionados o groseramente manipulados. La pretendida polémica no es más que un intento por ubicar la apetencia multinacional, en lo particular, y los intereses de la dirigencia política, en general. Eso sí, siempre basándose en dislocaciones.
Cuando los hechos ni siquiera forman parte de los titulares de un diario (el genocida Videla decía: “el desaparecido, es un ente, no está, no existe”), o la obstinada intención por mirar con un solo ojo la realidad, difícilmente se pueda estar a las puertas de una discusión seria y profunda como le gusta decir a algunos actores, los mismos que se “informan” a través de esos insuficientes periódicos.
En tiempos donde muchos sectores estuvieron interiorizados en la ley de Medios, la democratización de la información o el debate en torno al rol de las empresas periodísticas, sería bueno comenzar con un ejercicio más sencillo y al alcance de la mano como el que proponen el diario El Oeste, Jornada y El Chubut.
Groseramente, estos tres pasquines, decidieron obviar la movilización que los vecinos protagonizaron por las calles de la ciudad de Esquel bajo una intensa nevada, alcanzando las 600 personas en rechazo a los emprendimientos mineros (a El Chubut se le “filtró” al día siguiente una foto epígrafe de lo acontecido).
Dos días antes (en las ediciones del sábado El Oeste y Jornada) prefirieron presentar el armado de una conferencia de prensa que un grupo de diez pobladores de Paso del Sapo brindaron en el centro de la plaza, reclamando por puestos de trabajo y demostrando su beneplácito por la llegada minera.
Por eso sería interesante, que aquella discusión nacional (saludable y enhorabuena) acerca del semblante mercantilista de la información y donde los medios se ven cada vez más influenciado y cooptado por los grandes capitales, fuera trasladada a la aldea local. Claro, aquella más sutil que esta burda negación en la construcción de la realidad. Pero así como aquella discusión merece ingresar al debate social, no menos lugar debería tener la maniobra impúdica que orquestaron los medios locales de prensa escritos.
El año pasado debimos observar como el edil pachista, Gustavo Difiori estaba colérico porque uno de los medios locales (Puerta E), se había dignado a sacar a la luz el adoctrinamiento de niños a través de la policía y de la mano de una parte de la curia. ¿Qué dirá el concejal ahora, ya que estuvo tan presto a analizar los medios y el periodismo en aquel entonces? ¿Será el concejo caja de resonancia de estas burlas orquestada por el silencio mediático?)
Como dice el ya desaparecido periodista polaco, Ryszard Kapuscinski: “Desde que empezó a ser considerada como una mercancía, la información dejó de someterse a los criterios tradicionales de verificación, autenticidad y error. Ella está ahora regida por las leyes del mercado. Esta evolución es la más significativa entre todos las que han afectado al dominio de la cultura. Consecuencias: hemos sustituido a los viejos héroes del periodismo, por un número imponente de trabajadores de los “media”, prácticamente todos sumidos en el anonimato. La terminología utilizada en los Estados Unidos es reveladora de este fenómeno: el media worker, o trabajador de los “media”, sustituye a menudo al journalist, o periodista”. ¿Cuál será la labor que realizan los colegas? Y nótese que digo colegas, no empresarios devenidos en “informantes” que juegan a la objetividad mientras hacen lobbies por las mineras. Ese rol ya lo conocemos y está, por ahora, fuera de este análisis.
Es cierto, que sería una ingenuidad pensar que tenemos un acceso inmediato a través de los medios de comunicación “al mundo que nos rodea”. Pero la desaparición (¡con el peso que este término tienen en nuestro país!) de los hechos acontecidos en las calles de la ciudad ponen al descubierto la operación que desde hace tiempo vienen elucubrando.
A comienzos del 2008, la Suprema Corte de la India (uno de los centros de la pobreza mundial) tuvo que intervenir para que el hambre pudiera regresar a la primera plana de la prensa. ¿Se imaginan teniendo que recurrir a la justicia para que ésta les indique a los editores que presten mayor atención al reclamo de una comunidad que, movilizada, busca rechazar las bondades mineras?
Los mismos agoreros que alentaban el proyecto minero en el 2002/2003, así como la propia multinacional de entonces (Meridian Gold) y su consultora (recuérdese la tristemente célebre Business for Social Responsibility –BSR-), decían que el problema fue comunicacional, “no supimos llegar con el mensaje a la comunidad”. Ahora tampoco. Por eso fragmentan. Prefieren, ante la contundente realidad, directamente no contar, obviar, callar.
De no obtener la mentada licencia social, por lo menos en su construcción social apelan a recrear una sensación térmica que cuanto menos no les sea tan desfavorable.
En 1948 en su Carta Internacional de los Derechos Humanos las Naciones Unidas reza: "Todo ciudadano tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión", y agrega: "Este derecho incluye el no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir información y el de difundirla". Desde entonces, el marco legal sostiene y subraya: el derecho a recibir informaciones y opiniones.
Pero pareciera que para algunas conciencias democráticas, el derecho a informar no lo es todo. Se puede prostituir la realidad de acuerdo a los placeres económicos del sistema. Así como se prostituyen políticos cambiando de bando más allá de cualquier encuadre ideológico (si existiera) y de tiempo transcurrido. Ahora bien. ¿De quién es la responsabilidad que tengamos estos medios tan vulgares? ¿Sólo de la empresa que ya cerró su negocio y acomoda las fotos como mejor ilustre el emprendimiento? ¿O de los que casi en un estado de inconsciencia, terminan adquiriendo un pasquin burdamente adulterado? ¿O los empleados y funcionarios de oficinas públicas que reciben las gentilezas y ojean su contenido sin sentido crítico? ¿O de quien se dice periodista y no cuenta lo que pasa? ¿O de los comerciantes que, como quien realiza un aporte voluntario a una asociación de beneficencia, tributan su publicidad mes a mes sin distinción en un producto poco saludable para la sociedad en la que se desarrollan? ¿O del gobierno, que impone sus jugosas pautas oficiales y garantiza así los propósitos comerciales de quien dirige ese medio?
“Creo que ya nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, ciegos que ven, ciegos que, viendo, no ven”. Con esta reflexión termina la novela de José Saramago, ‘Ensayo de la Ceguera’, que da fin a una epidemia contagiosa llamada ceguera blanca, pero también el principio del reconocimiento de que el ojo aún viendo ya no ve. Al contrario de lo que pensaban los griegos de la vista como el más privilegiado de los sentidos, aquél por el que se adquieren más conocimientos y por el que se descubren diversos matices de la realidad, José Saramago pensaría que el ojo ya no sirve para ver, sino que se ha enfermado de una ceguera tal que ya no es capaz de mirar su propia condición y menos aún la condición de los otros”. (**)
(**) Fragmento de Lecciones de extranjería, capítulo 11: José Saramago o la mirada de la invisibilidad, por Norma Garza
* Periodista - Conductor de "La Tijereta" (Radio Kalewche-Esquel)
Nota relacionada: Esquel: cerca de 600 vecinos marcharon por la ciudad en rechazo a la embestida minera
La actitud asumida por los medios escritos en la edición del día lunes 5 de setiembre, demuestra la caprichosa intención de discutir una problemática como la minera basándose en hechos distorsionados o groseramente manipulados. La pretendida polémica no es más que un intento por ubicar la apetencia multinacional, en lo particular, y los intereses de la dirigencia política, en general. Eso sí, siempre basándose en dislocaciones.
Cuando los hechos ni siquiera forman parte de los titulares de un diario (el genocida Videla decía: “el desaparecido, es un ente, no está, no existe”), o la obstinada intención por mirar con un solo ojo la realidad, difícilmente se pueda estar a las puertas de una discusión seria y profunda como le gusta decir a algunos actores, los mismos que se “informan” a través de esos insuficientes periódicos.
En tiempos donde muchos sectores estuvieron interiorizados en la ley de Medios, la democratización de la información o el debate en torno al rol de las empresas periodísticas, sería bueno comenzar con un ejercicio más sencillo y al alcance de la mano como el que proponen el diario El Oeste, Jornada y El Chubut.
Groseramente, estos tres pasquines, decidieron obviar la movilización que los vecinos protagonizaron por las calles de la ciudad de Esquel bajo una intensa nevada, alcanzando las 600 personas en rechazo a los emprendimientos mineros (a El Chubut se le “filtró” al día siguiente una foto epígrafe de lo acontecido).
Dos días antes (en las ediciones del sábado El Oeste y Jornada) prefirieron presentar el armado de una conferencia de prensa que un grupo de diez pobladores de Paso del Sapo brindaron en el centro de la plaza, reclamando por puestos de trabajo y demostrando su beneplácito por la llegada minera.
Por eso sería interesante, que aquella discusión nacional (saludable y enhorabuena) acerca del semblante mercantilista de la información y donde los medios se ven cada vez más influenciado y cooptado por los grandes capitales, fuera trasladada a la aldea local. Claro, aquella más sutil que esta burda negación en la construcción de la realidad. Pero así como aquella discusión merece ingresar al debate social, no menos lugar debería tener la maniobra impúdica que orquestaron los medios locales de prensa escritos.
El año pasado debimos observar como el edil pachista, Gustavo Difiori estaba colérico porque uno de los medios locales (Puerta E), se había dignado a sacar a la luz el adoctrinamiento de niños a través de la policía y de la mano de una parte de la curia. ¿Qué dirá el concejal ahora, ya que estuvo tan presto a analizar los medios y el periodismo en aquel entonces? ¿Será el concejo caja de resonancia de estas burlas orquestada por el silencio mediático?)
Como dice el ya desaparecido periodista polaco, Ryszard Kapuscinski: “Desde que empezó a ser considerada como una mercancía, la información dejó de someterse a los criterios tradicionales de verificación, autenticidad y error. Ella está ahora regida por las leyes del mercado. Esta evolución es la más significativa entre todos las que han afectado al dominio de la cultura. Consecuencias: hemos sustituido a los viejos héroes del periodismo, por un número imponente de trabajadores de los “media”, prácticamente todos sumidos en el anonimato. La terminología utilizada en los Estados Unidos es reveladora de este fenómeno: el media worker, o trabajador de los “media”, sustituye a menudo al journalist, o periodista”. ¿Cuál será la labor que realizan los colegas? Y nótese que digo colegas, no empresarios devenidos en “informantes” que juegan a la objetividad mientras hacen lobbies por las mineras. Ese rol ya lo conocemos y está, por ahora, fuera de este análisis.
Es cierto, que sería una ingenuidad pensar que tenemos un acceso inmediato a través de los medios de comunicación “al mundo que nos rodea”. Pero la desaparición (¡con el peso que este término tienen en nuestro país!) de los hechos acontecidos en las calles de la ciudad ponen al descubierto la operación que desde hace tiempo vienen elucubrando.
A comienzos del 2008, la Suprema Corte de la India (uno de los centros de la pobreza mundial) tuvo que intervenir para que el hambre pudiera regresar a la primera plana de la prensa. ¿Se imaginan teniendo que recurrir a la justicia para que ésta les indique a los editores que presten mayor atención al reclamo de una comunidad que, movilizada, busca rechazar las bondades mineras?
Los mismos agoreros que alentaban el proyecto minero en el 2002/2003, así como la propia multinacional de entonces (Meridian Gold) y su consultora (recuérdese la tristemente célebre Business for Social Responsibility –BSR-), decían que el problema fue comunicacional, “no supimos llegar con el mensaje a la comunidad”. Ahora tampoco. Por eso fragmentan. Prefieren, ante la contundente realidad, directamente no contar, obviar, callar.
De no obtener la mentada licencia social, por lo menos en su construcción social apelan a recrear una sensación térmica que cuanto menos no les sea tan desfavorable.
En 1948 en su Carta Internacional de los Derechos Humanos las Naciones Unidas reza: "Todo ciudadano tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión", y agrega: "Este derecho incluye el no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir información y el de difundirla". Desde entonces, el marco legal sostiene y subraya: el derecho a recibir informaciones y opiniones.
Pero pareciera que para algunas conciencias democráticas, el derecho a informar no lo es todo. Se puede prostituir la realidad de acuerdo a los placeres económicos del sistema. Así como se prostituyen políticos cambiando de bando más allá de cualquier encuadre ideológico (si existiera) y de tiempo transcurrido. Ahora bien. ¿De quién es la responsabilidad que tengamos estos medios tan vulgares? ¿Sólo de la empresa que ya cerró su negocio y acomoda las fotos como mejor ilustre el emprendimiento? ¿O de los que casi en un estado de inconsciencia, terminan adquiriendo un pasquin burdamente adulterado? ¿O los empleados y funcionarios de oficinas públicas que reciben las gentilezas y ojean su contenido sin sentido crítico? ¿O de quien se dice periodista y no cuenta lo que pasa? ¿O de los comerciantes que, como quien realiza un aporte voluntario a una asociación de beneficencia, tributan su publicidad mes a mes sin distinción en un producto poco saludable para la sociedad en la que se desarrollan? ¿O del gobierno, que impone sus jugosas pautas oficiales y garantiza así los propósitos comerciales de quien dirige ese medio?
“Creo que ya nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, ciegos que ven, ciegos que, viendo, no ven”. Con esta reflexión termina la novela de José Saramago, ‘Ensayo de la Ceguera’, que da fin a una epidemia contagiosa llamada ceguera blanca, pero también el principio del reconocimiento de que el ojo aún viendo ya no ve. Al contrario de lo que pensaban los griegos de la vista como el más privilegiado de los sentidos, aquél por el que se adquieren más conocimientos y por el que se descubren diversos matices de la realidad, José Saramago pensaría que el ojo ya no sirve para ver, sino que se ha enfermado de una ceguera tal que ya no es capaz de mirar su propia condición y menos aún la condición de los otros”. (**)
(**) Fragmento de Lecciones de extranjería, capítulo 11: José Saramago o la mirada de la invisibilidad, por Norma Garza
* Periodista - Conductor de "La Tijereta" (Radio Kalewche-Esquel)
Nota relacionada: Esquel: cerca de 600 vecinos marcharon por la ciudad en rechazo a la embestida minera
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