Por Julio Saquero Lois *
Allanamiento oscuro, al amanecer, en El Pedregoso
Son las 5.30 a.m del martes 29 de noviembre, en el paraje El Pedregoso, Municipalidad de El Hoyo, Chubut, donde aún no termina de amanecer. En el silencio del bosque que flanquea la ruta nacional 40, a la altura del quilómetro 1890, los perros nerviosos encaran y ladran furiosos ante un confuso e insólito movimiento de vehículos y personas; se oyen voces, órdenes y finalmente golpes fuertes en la puerta, posibles culatazos, que terminarán por despertar a los dueños de casa, el joven matrimonio de Sonia y Ambrosio Merino, y asustarán a sus tres niños pequeños que no entienden qué está sucediendo.
¿Se tratará de otro incendio en el bosque como hace unos meses? ¿La abuela estará enferma? Todo es confuso aún en el cielo, que no termina de espabilarse con el sol, por la sombra de la cordillera, y en las mentes de los pequeños se introduce violentamente eso tan fantasmático y doloroso de todos los cuentos infantiles: el miedo. Pero esta vez, no es del libro de narrativas que nace. Nace del accionar de la policía provincial del Chubut.
Es la pura y dura realidad represiva chubutense que invade el despertar de adultos y niños en nuestra pequeña comunidad. Y esa realidad desciende en tropel de camionetas, motos, uniformes, armas. Muchos vehículos, ¿15?, muchos uniformes, ¿30?. Están alineados junto a la ruta nacional 40 y se desparraman por el bosque en formación especial de ataque. Son distintos uniformes y encuadres. La policía local de El Hoyo, a cuyo frente hay un nuevo oficial desde la noche anterior, la brigada de inteligencia, la criminalística de Esquel, la División de Asuntos Rurales, todos en la cita, tal como lo solicitó el Fiscal al Juez.
Una realidad represiva y violenta, que, en Chubut, parece ir paso a paso conformándose como en Formosa, como en Santiago del Estero, como en Corcovado, donde hubo en los meses recientes atropellos, amenazas, intervención de sicarios, allanamientos, desalojos y finalmente sangre campesina derramada, siempre signada por la ambición empresarial hambrienta de tierras. Siempre con la marca de la impunidad.
-¡Policía!, tenemos orden de allanamiento –, es la presentación de los uniformados que no admite réplicas.
Y las puertas se abren, sin objeciones, ¿cómo oponerse a la ley? ¿Y para qué?
- Esperen, me visto y les abro. Entren, buen día. ¿Qué pasa?
-No te preocupes si ves tanta policía, nos esperábamos a un tipo más grande, más bravo, y veníamos preparados por si resistía.
Los uniformados han permitido que el joven matrimonio se cubra rápidamente con las ropas que tiene a mano, les han aclarado que se trata de un allanamiento ordenado por el Juez Javier Allende ante una denuncia del Dr. Enrique Korn y empleados suyos, diez empleados suyos. Hay un Acta de Notificación e Imputación donde se verá de qué se trata y se le harán conocer sus derechos.
- Pueden llamar a un abogado y a dos testigos. Si no tienen, igual, nosotros traemos dos, aquí están.
Claro, a esa hora y sin haberse lavado la cara aún, el Artículo 82 del Código Procesal Penal chubutense, donde están estampados los derechos del ciudadano para el caso de ser allanado, no es algo digerible para Ambrosio y Sonia que sólo han cursado hasta sexto grado en la escuela 81 de El Hoyo, han vivido siempre en la cordillera, en el campo, y a quienes se les dibuja un infinito gesto de asombro e impotencia en sus rostros.
El acceso a la Justicia tal como lo describe la hojita fotocopiada que les dejaron sobre la mesa los policías, sólo puede parecer, a esa hora y en esa situación, una broma de mal gusto.
El Fiscal General, Fernando Rivarola, solicitó este procedimiento para secuestrar armas de guerra con las que Ambrosio y su mujer Sonia habrían amenazado y expulsado a correazos y rebencazos, como se desprende de la acusación, el 12 de julio del 2010 a las 16 hs., a 10 hombres uniformados de azul y negro, alguno de ellos armado, fuera del predio en que habitan, corriéndolos hasta la ruta 40. Los hombres, presuntos empleados o guardias privadas del empresario Enrique Korn, dirigidos aparentemente por un ex oficial de policía de Trelew, habían instalado dos casillas en el camino vecinal de acceso a sus pretendidas tierras para defenderlas de los usurpadores según dijeron y con fines de ocupación y amedrentamiento, impidiendo el paso público, según la versión de los vecinos de El Pedregoso.
Los dos niños de 11 y 7 años, amodorrados, se están vistiendo en medio de la confusión y el pánico provocado por el ingreso inaudito de extraños en la habitación en la que dormían en la humildísima vivienda de la familia.
-“Levante también al bebé”.
Y Sonia, pequeña, delgada, humilde, lo hace. Cubre con una manta a Aylé, de dos meses, como puede, y la pone en su pecho para calmar su llanto.
Dos policías femeninas levantan el colchón de la cunita y revuelven las sábanas. Otra está en el dormitorio haciendo lo mismo con las camas de los niños, con los colchones, con la cama matrimonial. Continúan abriendo armarios y cajones, revolviendo la ropa. Después irán a la heladera, revisarán la cocina, mirarán dentro del freezer, hurgarán entre las herramientas. No hay mucho espacio para tanto despliegue de uniformes e investigadores en la sala-cocina, recién inaugurada semanas atrás. Ni hay tantos muebles para controlar, apenas una mesa y algunos bancos rústicos de madera.
Una agente escribe sobre la mesa de la cocina un acta que al final del procedimiento harán firmar a los dos testigos que el destacamento policial trajo manu militari desde El Hoyo, y del que no dejarán copia a los Merino.
Diego, el mayorcito, está nervioso ¿lo dejarán ir a la escuela cuando llegue el micro a las 8? ¿Se llevarán presos a su papá y a su mamá? ¿Quién dará la teta a Aylé?.
Los policías de la brigada de investigaciones local ¿o son los de criminología?, han descubierto el pequeño revólver de plástico de cachas grises debajo de la almohada de Nazareno -7 años-, y lo están examinando. El está asustado, no le gusta que le toquen sus cosas.
Diego ve que su hermano menor está con mucho miedo y se le acerca para ayudarlo a atarse las zapatillas. Ojalá que no llore y se la aguante como yo, como los grandes. Dejan por fin el juguete sobre la mesa. ¿Se lo llevarán después?
Sonia, la mamá, de una treintena de años, firme, serena, digna, cubre con sus brazos a sus hijos como queriendo protegerlos de esa violencia a la que han sido sometidos y de la que ya no podrán volver atrás, que no olvidarán. Esa sombra violenta, que el poder político-empresarial-jurídico-policial chubutense, con total impunidad, ha instalado en sus hijos, dejará sin duda una herida muy difícil de cicatrizar: el trauma de ver quebrado el cristal de seguridad que es el hogar, el ver a sus padres tratados como delincuentes, el presenciar cómo gente armada registra su cama, su ropa, sus juguetes, una cosa que difícilmente se olvida. Algo que quienes dieron la orden y los que la ejecutaron seguramente no quisieran para sus hijos y que quienes lo han padecido durante la última dictadura aún no lo han olvidado.
Dos uniformados golpean el techo intentando descubrir un escondite. Uno vuelve victorioso de la habitación registrada, con un viejo rifle del abuelo, calibre 22, fuera de uso y con una cartuchera casera, rota, que usa Dieguito para sus juegos. Las llevarán como prueba requerida por la fiscalía en el expediente que preparan para el nuevo proceso judicial que se inicia con la misma estrategia que se utilizó en el caso Larenas. Poco a poco se irá engrosando el legajo con acusaciones de todo tipo y color que irán llenando los archiveros de Fiscalía en Esquel. Hasta que todo se consuma con el mismo ritual, con el mismo ensañamiento, con el mismo castigo final.
A Inés, la mamá de Sonia, algunos años atrás le quitaron, en un operativo similar, como prueba de su delito, una tranquerita de alambres con la que impedía que las vacas bajaran a la ruta, pero que según los peritos en criminalística, que sacaron muchas fotos aquel día, obstruía el paso. Después, le hicieron tres juicios penales por orden de la Fiscalía que estaba siempre flanqueada y acuciada por el mismo empresario acusándola de usurpación y amenazas.
También hoy, policías de distinto uniforme y condición se ocupan de fotografiar y filmar aperos, riendas y rebenques que usa Ambrosio para las cabalgatas con las que se gana la vida en tiempo de turismo. Otros policías filman al caballo que está en el corral y las tres monturas que están sobre un tronco. Ese animal, fotografiado, será otra evidencia contra Ambrosio, ya que en el expediente, los acusan de haber azotado y arriado a los guardias-empleados que llegaron con sus casillas a mediados del 2010 y haberlos empujado y pisoteado con sus caballos.
-No eran empleados, sostienen los vecinos e integrantes de las comunidades originarias que llegaron al lugar aquel 12 de julio del 2010, alertados por la invasión de los hombres contratados por el abogado-empresario. Eran guardias privados que vinieron para ponernos miedo y ocupar nuestras tierras dicen.
Sonia y Ambrosio están ahora acusados de haber atravesado sus caballos ante los hombres de Korn y haberlos arriado hasta la ruta. Un nuevo proceso judicial penal que se inicia contra los campesinos de El Pedregoso, pocos días antes de que el mismo Fiscal Rivarola y el Dr. Korn lleven a Inés por tercera vez a Juicio Penal, juicio que obstaculiza la instancia del Juicio Civil, donde debiera dirimirse la legitimidad de ella y su comunidad a acceder a la titulación de las tierras. Cosa que a todas luces trata de impedir el empresario, quien según lo dictaminado por la reciente investigación llevada a cabo por varios concejales del Municipio de El Hoyo, habría accedido al título mediante una operación fraudulenta del ex intendente y actual diputado a fin de mandato Chito Cárdenas. Investigación esta de los Concejales, que reitera lo ya dictaminado por la Fiscalía Anticorrupción de la Provincia del Chubut y la misma Fiscalía Penal de Esquel años atrás: los títulos posesorios que se esgrimen por parte del empresario son más que dudosos por los oscuros procedimientos con que fueron otorgados y el precio vil con que fue vendida la tierra por funcionarios municipales que habrían cometido un grave delito al hacerlo.
Faltan once días para que don Mario Das Neves finalice su mandato como Gobernador del Chubut, faltan escasas tres semanas para que se lleve a cabo una nueva instancia judicial, la tercera, para intentar desalojar y llevar a la cárcel a Inés Larenas por usurpación y amenazas. Quienes la acusan son el Dr. Enrique Korn y el Dr. Rivarola, Fiscal…
Sonia está acusada en los mismos términos, por el mismo delito y por las mismas personas que su madre. Su crimen es defender las tierras en que han vivido cinco generaciones de Larenas. Su esposo Ambrosio, el Negro, en el atardecer de este día tan duro, cuando nos alcanza un mate, sacude la cabeza tratando de entender, no puede alcanzar a ver aún todo el tamaño y la consistencia de la telaraña oscura y pegajosa con la que personajes notorios del empresariado, la política , la justicia y la policía chubutense están intentando envolver y chupar la tierra boscosa en la que nació, enturbiando, de paso, las aguas cristalinas de la Laguna El Espejo, de las que se siente heredero y custodio en nombre de la comunidad.
* A.P.D.H
Escuchá acá un extracto de la entrevista a Merino en “La Tijereta” (Radio Kalewche)
Nota relacionada: El Hoyo: el oficialismo impidió la aprobación del informe sobre las tierras de Enrique Korn
Allanamiento oscuro, al amanecer, en El Pedregoso
Son las 5.30 a.m del martes 29 de noviembre, en el paraje El Pedregoso, Municipalidad de El Hoyo, Chubut, donde aún no termina de amanecer. En el silencio del bosque que flanquea la ruta nacional 40, a la altura del quilómetro 1890, los perros nerviosos encaran y ladran furiosos ante un confuso e insólito movimiento de vehículos y personas; se oyen voces, órdenes y finalmente golpes fuertes en la puerta, posibles culatazos, que terminarán por despertar a los dueños de casa, el joven matrimonio de Sonia y Ambrosio Merino, y asustarán a sus tres niños pequeños que no entienden qué está sucediendo.
¿Se tratará de otro incendio en el bosque como hace unos meses? ¿La abuela estará enferma? Todo es confuso aún en el cielo, que no termina de espabilarse con el sol, por la sombra de la cordillera, y en las mentes de los pequeños se introduce violentamente eso tan fantasmático y doloroso de todos los cuentos infantiles: el miedo. Pero esta vez, no es del libro de narrativas que nace. Nace del accionar de la policía provincial del Chubut.
Es la pura y dura realidad represiva chubutense que invade el despertar de adultos y niños en nuestra pequeña comunidad. Y esa realidad desciende en tropel de camionetas, motos, uniformes, armas. Muchos vehículos, ¿15?, muchos uniformes, ¿30?. Están alineados junto a la ruta nacional 40 y se desparraman por el bosque en formación especial de ataque. Son distintos uniformes y encuadres. La policía local de El Hoyo, a cuyo frente hay un nuevo oficial desde la noche anterior, la brigada de inteligencia, la criminalística de Esquel, la División de Asuntos Rurales, todos en la cita, tal como lo solicitó el Fiscal al Juez.
Una realidad represiva y violenta, que, en Chubut, parece ir paso a paso conformándose como en Formosa, como en Santiago del Estero, como en Corcovado, donde hubo en los meses recientes atropellos, amenazas, intervención de sicarios, allanamientos, desalojos y finalmente sangre campesina derramada, siempre signada por la ambición empresarial hambrienta de tierras. Siempre con la marca de la impunidad.
-¡Policía!, tenemos orden de allanamiento –, es la presentación de los uniformados que no admite réplicas.
Y las puertas se abren, sin objeciones, ¿cómo oponerse a la ley? ¿Y para qué?
- Esperen, me visto y les abro. Entren, buen día. ¿Qué pasa?
-No te preocupes si ves tanta policía, nos esperábamos a un tipo más grande, más bravo, y veníamos preparados por si resistía.
Los uniformados han permitido que el joven matrimonio se cubra rápidamente con las ropas que tiene a mano, les han aclarado que se trata de un allanamiento ordenado por el Juez Javier Allende ante una denuncia del Dr. Enrique Korn y empleados suyos, diez empleados suyos. Hay un Acta de Notificación e Imputación donde se verá de qué se trata y se le harán conocer sus derechos.
- Pueden llamar a un abogado y a dos testigos. Si no tienen, igual, nosotros traemos dos, aquí están.
Claro, a esa hora y sin haberse lavado la cara aún, el Artículo 82 del Código Procesal Penal chubutense, donde están estampados los derechos del ciudadano para el caso de ser allanado, no es algo digerible para Ambrosio y Sonia que sólo han cursado hasta sexto grado en la escuela 81 de El Hoyo, han vivido siempre en la cordillera, en el campo, y a quienes se les dibuja un infinito gesto de asombro e impotencia en sus rostros.
El acceso a la Justicia tal como lo describe la hojita fotocopiada que les dejaron sobre la mesa los policías, sólo puede parecer, a esa hora y en esa situación, una broma de mal gusto.
El Fiscal General, Fernando Rivarola, solicitó este procedimiento para secuestrar armas de guerra con las que Ambrosio y su mujer Sonia habrían amenazado y expulsado a correazos y rebencazos, como se desprende de la acusación, el 12 de julio del 2010 a las 16 hs., a 10 hombres uniformados de azul y negro, alguno de ellos armado, fuera del predio en que habitan, corriéndolos hasta la ruta 40. Los hombres, presuntos empleados o guardias privadas del empresario Enrique Korn, dirigidos aparentemente por un ex oficial de policía de Trelew, habían instalado dos casillas en el camino vecinal de acceso a sus pretendidas tierras para defenderlas de los usurpadores según dijeron y con fines de ocupación y amedrentamiento, impidiendo el paso público, según la versión de los vecinos de El Pedregoso.
Los dos niños de 11 y 7 años, amodorrados, se están vistiendo en medio de la confusión y el pánico provocado por el ingreso inaudito de extraños en la habitación en la que dormían en la humildísima vivienda de la familia.
-“Levante también al bebé”.
Y Sonia, pequeña, delgada, humilde, lo hace. Cubre con una manta a Aylé, de dos meses, como puede, y la pone en su pecho para calmar su llanto.
Dos policías femeninas levantan el colchón de la cunita y revuelven las sábanas. Otra está en el dormitorio haciendo lo mismo con las camas de los niños, con los colchones, con la cama matrimonial. Continúan abriendo armarios y cajones, revolviendo la ropa. Después irán a la heladera, revisarán la cocina, mirarán dentro del freezer, hurgarán entre las herramientas. No hay mucho espacio para tanto despliegue de uniformes e investigadores en la sala-cocina, recién inaugurada semanas atrás. Ni hay tantos muebles para controlar, apenas una mesa y algunos bancos rústicos de madera.
Una agente escribe sobre la mesa de la cocina un acta que al final del procedimiento harán firmar a los dos testigos que el destacamento policial trajo manu militari desde El Hoyo, y del que no dejarán copia a los Merino.
Diego, el mayorcito, está nervioso ¿lo dejarán ir a la escuela cuando llegue el micro a las 8? ¿Se llevarán presos a su papá y a su mamá? ¿Quién dará la teta a Aylé?.
Los policías de la brigada de investigaciones local ¿o son los de criminología?, han descubierto el pequeño revólver de plástico de cachas grises debajo de la almohada de Nazareno -7 años-, y lo están examinando. El está asustado, no le gusta que le toquen sus cosas.
Diego ve que su hermano menor está con mucho miedo y se le acerca para ayudarlo a atarse las zapatillas. Ojalá que no llore y se la aguante como yo, como los grandes. Dejan por fin el juguete sobre la mesa. ¿Se lo llevarán después?
Sonia, la mamá, de una treintena de años, firme, serena, digna, cubre con sus brazos a sus hijos como queriendo protegerlos de esa violencia a la que han sido sometidos y de la que ya no podrán volver atrás, que no olvidarán. Esa sombra violenta, que el poder político-empresarial-jurídico-policial chubutense, con total impunidad, ha instalado en sus hijos, dejará sin duda una herida muy difícil de cicatrizar: el trauma de ver quebrado el cristal de seguridad que es el hogar, el ver a sus padres tratados como delincuentes, el presenciar cómo gente armada registra su cama, su ropa, sus juguetes, una cosa que difícilmente se olvida. Algo que quienes dieron la orden y los que la ejecutaron seguramente no quisieran para sus hijos y que quienes lo han padecido durante la última dictadura aún no lo han olvidado.
Dos uniformados golpean el techo intentando descubrir un escondite. Uno vuelve victorioso de la habitación registrada, con un viejo rifle del abuelo, calibre 22, fuera de uso y con una cartuchera casera, rota, que usa Dieguito para sus juegos. Las llevarán como prueba requerida por la fiscalía en el expediente que preparan para el nuevo proceso judicial que se inicia con la misma estrategia que se utilizó en el caso Larenas. Poco a poco se irá engrosando el legajo con acusaciones de todo tipo y color que irán llenando los archiveros de Fiscalía en Esquel. Hasta que todo se consuma con el mismo ritual, con el mismo ensañamiento, con el mismo castigo final.
A Inés, la mamá de Sonia, algunos años atrás le quitaron, en un operativo similar, como prueba de su delito, una tranquerita de alambres con la que impedía que las vacas bajaran a la ruta, pero que según los peritos en criminalística, que sacaron muchas fotos aquel día, obstruía el paso. Después, le hicieron tres juicios penales por orden de la Fiscalía que estaba siempre flanqueada y acuciada por el mismo empresario acusándola de usurpación y amenazas.
También hoy, policías de distinto uniforme y condición se ocupan de fotografiar y filmar aperos, riendas y rebenques que usa Ambrosio para las cabalgatas con las que se gana la vida en tiempo de turismo. Otros policías filman al caballo que está en el corral y las tres monturas que están sobre un tronco. Ese animal, fotografiado, será otra evidencia contra Ambrosio, ya que en el expediente, los acusan de haber azotado y arriado a los guardias-empleados que llegaron con sus casillas a mediados del 2010 y haberlos empujado y pisoteado con sus caballos.
-No eran empleados, sostienen los vecinos e integrantes de las comunidades originarias que llegaron al lugar aquel 12 de julio del 2010, alertados por la invasión de los hombres contratados por el abogado-empresario. Eran guardias privados que vinieron para ponernos miedo y ocupar nuestras tierras dicen.
Sonia y Ambrosio están ahora acusados de haber atravesado sus caballos ante los hombres de Korn y haberlos arriado hasta la ruta. Un nuevo proceso judicial penal que se inicia contra los campesinos de El Pedregoso, pocos días antes de que el mismo Fiscal Rivarola y el Dr. Korn lleven a Inés por tercera vez a Juicio Penal, juicio que obstaculiza la instancia del Juicio Civil, donde debiera dirimirse la legitimidad de ella y su comunidad a acceder a la titulación de las tierras. Cosa que a todas luces trata de impedir el empresario, quien según lo dictaminado por la reciente investigación llevada a cabo por varios concejales del Municipio de El Hoyo, habría accedido al título mediante una operación fraudulenta del ex intendente y actual diputado a fin de mandato Chito Cárdenas. Investigación esta de los Concejales, que reitera lo ya dictaminado por la Fiscalía Anticorrupción de la Provincia del Chubut y la misma Fiscalía Penal de Esquel años atrás: los títulos posesorios que se esgrimen por parte del empresario son más que dudosos por los oscuros procedimientos con que fueron otorgados y el precio vil con que fue vendida la tierra por funcionarios municipales que habrían cometido un grave delito al hacerlo.
Faltan once días para que don Mario Das Neves finalice su mandato como Gobernador del Chubut, faltan escasas tres semanas para que se lleve a cabo una nueva instancia judicial, la tercera, para intentar desalojar y llevar a la cárcel a Inés Larenas por usurpación y amenazas. Quienes la acusan son el Dr. Enrique Korn y el Dr. Rivarola, Fiscal…
Sonia está acusada en los mismos términos, por el mismo delito y por las mismas personas que su madre. Su crimen es defender las tierras en que han vivido cinco generaciones de Larenas. Su esposo Ambrosio, el Negro, en el atardecer de este día tan duro, cuando nos alcanza un mate, sacude la cabeza tratando de entender, no puede alcanzar a ver aún todo el tamaño y la consistencia de la telaraña oscura y pegajosa con la que personajes notorios del empresariado, la política , la justicia y la policía chubutense están intentando envolver y chupar la tierra boscosa en la que nació, enturbiando, de paso, las aguas cristalinas de la Laguna El Espejo, de las que se siente heredero y custodio en nombre de la comunidad.
* A.P.D.H
Escuchá acá un extracto de la entrevista a Merino en “La Tijereta” (Radio Kalewche)
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