Paso de la marcha de poetas y artistas por Dolavon
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Por Bruno Di Benedetto
Marcha de poetas y artista contra la megaminería
Día 3.
Las Chapas – Las Plumas
(A partir de los relatos telefónicos de Lucho y Luz)
Anoche comimos un guiso riquísimo que hizo la Tere, dice Luz. La Tere y el Raúl son los padres
de Lucho, que dejaron todo para acompañar a su hijo (y acompañarnos) en la Marcha. Raúl, siempre
atento en su auto, cuidando a los caminantes, disfruta del camino y la
aventura. La Tere,
con su mano maestra, se gana esta noche sinceros aplausos de la tropa famélica.
Levantar campamento esta vez fue más fácil y rápido. El
anciano de barba blanca de Las Chapas nos dio una gran ayuda dejándonos dormir
en su casa abierta, así que a las diez de la mañana ya estábamos en la Ruta 25 dispuestos a cubrir
los 60 kilómetros
del tercer día. Hay mucha ansiedad por llegar a Las Plumas, porque allá hay
mucho que hacer. Había mucho sol, pero el viento estaba jodido, helado, dice
Lucho. Pero al poco de andar deja de ser problema, los cuerpos se nos van
calentando con el ritmo de la marcha, y el viento refresca y despierta.
Durante la marcha los caminantes van inventando modos de la
alegría: un grupo repite el “delivery de poesía al paso” de ayer, mientras
otro, el que va adelante, va dejando pequeños regalos para los que vienen
atrás: mensajes, saludos con piedritas, cartitas adornadas con plumas... Al
final de la marcha habremos creado toda una cultura poética de la ruta...
El tercer día trajo para nuestra colección de arte rutero un
regalo espléndido, inesperado: una punta de flecha blanca, perfecta. Una
compañera señala su hallazgo con gesto conmovido: una cosa así no se encuentra
todos los días, y menos al borde de una ruta tan transitada. Tampoco, sienten
todos, es cosa de levantarla del suelo así nomás. Por suerte hay compañeros y
compañeras que saben o inventan qué hacer: una pequeña rogativa al borde del
camino. Se echa un poco de yerba como ofrenda y se le pide permiso a la Mapu para tomar su tesoro. La
punta de flecha, de talla delicada, pasa de mano en mano, es mirada y admirada,
y después hay deliberación para decidir qué hacer con ella. Se piensa en
llevarla al museo arqueológico, pero no: al final la talla se devuelve a la
tierra, a la Mapu. Lo
tomamos como un buen augurio de la
Pachamama, dice Luz.Necesitamos ese buen augurio: los poetas
y artistas solamente contamos con la voluntad y con estas delicadas magias para
oponernos a las toneladas de dinamita, a las excavadoras gigantes, a los
camiones de doscientas toneladas, a la codicia de mil toneladas.
Lo que no anda bien es lo de la comida del mediodía, dice
Lucho. Terminamos los 15
kilómetros con mucha hambre. En efecto, es un tema
complicado al que todavía no se le encontró la vuelta. En teoría, los sesenta
kilómetros diarios se iban a cubrir antes de las dos de la tarde, lo que daba
un margen para acampar y preparar una comida rápida. La teoría es muy bonita,
pero la práctica impone sus tiempos y modos inflexibles. Ahora uno toma
dimensión de lo que debe haber sido para San Martín organizar el cruce de los
Andes, dice el Chino Huayquilaf. Bueno, el caso es que hay escasez de personal
auxiliar: nadie quiere perderse la caminata. Tampoco hay mulas ni, mucho menos,
sargentos que disciplinen la tropa: el grupo se mueve como el agua, todas las
moléculas plásticamente juntas, pero cada una a su tiempo. Tal vez sea la
manera más sabia de avanzar: la del agua. Otra cosa que se aprende
caminando.Como sea, se encuentra una solución bastante práctica: cada grupo de
caminantes cargará una ración de pan, latas de picadillo de carne o
“corned-beef”, y manzanas o naranjas, y así podrán detenerse en el camino para
tomar un ligero refuerzo. Esperemos que haya suficientes abrelatas...
Marchamos por la ruta 25 al ritmo creciente de los bocinazos
conque nos saludan los automovilistas y los camioneros. Es interesante: los que
saludan son los que viajan a la velocidad legal de 100 o 110 km. Por hora. Los autos
que pasan a 160, ni pío. Parece que sólo les importa llegar.
A la llegada a Las Plumas, la ruta parece convertirse en un
remanso: los pobladores nos estaban esperando con inmensa solidaridad: allí
donde contábamos con uno o dos contactos, donde imaginábamos una mayoría indiferente,
hay decenas de manos dispuestas a colaborar: nos ofrecen baños, agua caliente,
sonrisas, una cocina de las grandes para cocinar una rica polenta (sí, otra vez
la Tere y
pequeño equipo). También nos prestan el Salón de Usos Múltiples (el famoso S.U.M.
Patagónico, generalmente la única construcción que se ve desde lejos en los
minúsculos pueblitos).Allí se descansa un ratito, se toma mate y empieza la
verdadera fiesta: llegan un montón de chicos y grandes a participar de los
juegos sociales que organiza Cu.Ju.Ca. (Cumbre de Juegos Callejeros), el
guitarrero Artemio, que vino especialmente, desgrana unas cuantas canciones,
los poetas dicen poemas y todos, caminantes y pobladores corean las consignas
anti- minería.Ya ampliaremos esta crónica con el relato directo de los
caminantes. Mientras, algunos mensajes dejados en el facebook, la mejor manera,
por ahora, de transmitir lo que se ha vivido en Las Plumas
Julieta (que va y vuelve incansable desde Trelew trayendo y
llevando artistas, alpargatas, rodilleras, buena onda):
De vuelta de las Plumas!! maravilloso día
con los cumpas de Marcha de Poetas y Artistas!!
una fiesta, la gente que nos recibe súper solidaria!!
Los pibes de las Plumas de fiesta y todos
cantando las consignas contra la megaminería!
la resistencia se hace fiesta popular!!
Mariela, apoyando desde lejos:
¡Que la resistencia se vista de fiesta! Primer evento
cultural en Las Plumas.
Que los caminantes de la marcha de poetas y artistas sigan
adelante,
que sigan y que bailen, canten, abracen, rían, contagien.
Que corra la voz, que corra: ahí vienen los caminantes
y su mensaje es sí a la vida, si a la hermandad del pueblo,
si a la contundencia del no a la mina.
Cantemos, bailemos, caminemos con ellos.
¡Que la resistencia se vista de fiesta!
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