miércoles, marzo 21, 2012

Opinión: “24 de Marzo”, por Grupo Los Altares


Por Grupo Los Altares

Cada 24 de marzo nos convoca desde las mismas históricas banderas, pero con nuevas consignas, con nuevos logros, y renovadas razones para seguir luchando.

La dictadura militar implantó un nuevo modelo económico y financiero fuertemente ligado a las corporaciones, y lo hizo sostenida en el terror. Es decir: la desaparición de miles de compañeros y compañeras luchadoras y militantes fue condición de posibilidad de estos cambios, pero fundamentalmente su realización simbólica se encontró en el silencio que sobre ellos y ellas primó durante las décadas siguientes, cimentando aquel discurso de la inevitabilidad del neoliberalismo de los noventa.

Para quienes pasamos nuestra infancia o adolescencia durante aquellos años, la llegada de Néstor Kirchner en 2004 a la ESMA a pedir perdón en nombre del Estado por haber callado durante veinte años de democracia los crímenes cometidos fue el inicio del camino de un sueño. Estos años desde aquel día implicaron no solo bajar el cuadro de Videla y dar pie a la derogación de las leyes de impunidad para la reanudación de los juicios. También significó la conformación de una nueva Corte Suprema que permitiera renovar la confianza del pueblo en la justicia; de una policía que no reprimiera la protesta social; de la recuperación de la idea de derecho vinculado a la dignidad y a la universalidad, al trabajo, al espacio público, a la felicidad. Esos pasos fueron desmontando ese relato único fundado en el miedo, en la cultura de la delación y del sálvese-quien-pueda. Recuperaron la política en su más amplio sentido: como aquello que los hombres y mujeres podemos reconocer como propio, como construcción, como histórico y contingente. Porque lo que no está dado puede transformarse.

Pero entre todas esas cosas, estos ocho años de construcción colectiva permitieron recuperar las vidas, obras y sueños de aquellos y aquellas militantes. Traerlos de regreso de la despolitización. Pudieron dejar de ser solo los desaparecidos, congelados en sus fotografías blanco y negro, para portar sus historias de vida orgullosamente. Pudimos dejar de presentarlos y presentarlas como solo víctimas para recuperarlos íntegramente. Porque de lo contrario, las víctimas no hablan, no hacen, no piden, no sueñan. Y hoy podemos decir que ninguna militancia ni estrategia puede haber habilitado el uso del aparato del Estado de modo sistemático para el secuestro, tortura, asesinato o desaparición de personas, ni mucho menos a perpetuar ese delito en la sustracción de la identidad de sus hijos e hijas, que ya tienen hoy sus propios hijos e hijas. El nuevo prólogo del NUNCA MÁS elaborado en 2006 no niega el anterior, sino que nos invita a pensar cómo la teoría de los dos demonios solapó el objetivo de disciplinamiento del terrorismo de Estado. Ese delgado hielo vinieron a quebrar los HIJOS con el colorido del escrache, allí donde no había justicia pero tampoco venganza.

Desde Chubut estamos reconstruyendo también una memoria (o múltiples y subterráneas memorias). Memoria que desde tiempos de Roca ha sabido de genocidios. Memoria de la cárcel de Rawson y su vida cotidiana. Memoria de la Base Zar marcada por la masacre pero también hoy por un juicio que involucra a las Fuerzas Armadas y sus actividades ilegales. Memoria de los parques industriales y de sus persianas bajas durante los noventa. Memoria de una tierra que albergó a migrantes galeses perseguidos en su tierra, y que hoy teme enfrentarse a otras migraciones. Memoria del aeropuerto viejo y de tener nuestros propios desaparecidos, con nombre, foto y convicciones. Memoria obrera y memoria rural, y de frontera. La memoria de la piel que tiene las marcas del frío y del viento, pero también del mar y la nieve.

Hoy quienes nos reconocemos en distintas vertientes de la tradición nacional, popular y democrática, y por lo tanto en el proyecto de país construido en los últimos años, sentimos que hemos recuperado el valor de la militancia como herramienta de transformación, y también al Estado como garante del estado de derecho y del estado de justicia. Queda mucho por hacer, es cierto. Pero tenemos un paso adelante porque hemos recuperado la alegría y sabemos que los pueblos deprimidos no vencen. Porque como decían las Madres ya durante la dictadura, “el silencio no será una respuesta ni el tiempo cerrará las heridas”. Porque para transformar hay que encontrarse, hay que organizarse, hay que mirarse a los ojos y mirar a los ojos de los otros, en su dolor y en su celebración. Y para todo eso hace falta perder el miedo, incluso el miedo a equivocarse.

Este 24 de marzo renovamos votos de confianza en este camino sinuoso que es el de quienes nos antecedieron y de los y las que vendrán, y que es necesariamente el de la descolonización de nuestro pensamiento. Como dijo algún maestro de la Patria, América Latina es tierra de ensayos. O inventamos o erramos. Grupo Los Altares es el ensayo de un sueño.

Marchamos el 24 de marzo.  Marchamos en Buenos Aires y en cada ciudad de la provincia del Chubut

Si querés sumarte escribinos a grupolosaltares@gmail.com

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