Por Grupo Los Altares
Cada 24 de marzo nos convoca desde las mismas históricas
banderas, pero con nuevas consignas, con nuevos logros, y renovadas razones
para seguir luchando.
La dictadura militar implantó un nuevo modelo económico y
financiero fuertemente ligado a las corporaciones, y lo hizo sostenida en el
terror. Es decir: la desaparición de miles de compañeros y compañeras
luchadoras y militantes fue condición de posibilidad de estos cambios, pero
fundamentalmente su realización simbólica se encontró en el silencio que sobre
ellos y ellas primó durante las décadas siguientes, cimentando aquel discurso
de la inevitabilidad del neoliberalismo de los noventa.
Para quienes pasamos nuestra infancia o adolescencia durante
aquellos años, la llegada de Néstor Kirchner en 2004 a la ESMA a pedir perdón en nombre
del Estado por haber callado durante veinte años de democracia los crímenes
cometidos fue el inicio del camino de un sueño. Estos años desde aquel día
implicaron no solo bajar el cuadro de Videla y dar pie a la derogación de las
leyes de impunidad para la reanudación de los juicios. También significó la
conformación de una nueva Corte Suprema que permitiera renovar la confianza del
pueblo en la justicia; de una policía que no reprimiera la protesta social; de
la recuperación de la idea de derecho vinculado a la dignidad y a la
universalidad, al trabajo, al espacio público, a la felicidad. Esos pasos
fueron desmontando ese relato único fundado en el miedo, en la cultura de la delación
y del sálvese-quien-pueda. Recuperaron la política en su más amplio sentido:
como aquello que los hombres y mujeres podemos reconocer como propio, como
construcción, como histórico y contingente. Porque lo que no está dado puede
transformarse.
Pero entre todas esas cosas, estos ocho años de construcción
colectiva permitieron recuperar las vidas, obras y sueños de aquellos y
aquellas militantes. Traerlos de regreso de la despolitización. Pudieron dejar
de ser solo los desaparecidos, congelados en sus fotografías blanco y negro,
para portar sus historias de vida orgullosamente. Pudimos dejar de presentarlos
y presentarlas como solo víctimas para recuperarlos íntegramente. Porque de lo
contrario, las víctimas no hablan, no hacen, no piden, no sueñan. Y hoy podemos
decir que ninguna militancia ni estrategia puede haber habilitado el uso del
aparato del Estado de modo sistemático para el secuestro, tortura, asesinato o
desaparición de personas, ni mucho menos a perpetuar ese delito en la
sustracción de la identidad de sus hijos e hijas, que ya tienen hoy sus propios
hijos e hijas. El nuevo prólogo del NUNCA MÁS elaborado en 2006 no niega el
anterior, sino que nos invita a pensar cómo la teoría de los dos demonios
solapó el objetivo de disciplinamiento del terrorismo de Estado. Ese delgado
hielo vinieron a quebrar los HIJOS con el colorido del escrache, allí donde no
había justicia pero tampoco venganza.
Desde Chubut estamos reconstruyendo también una memoria (o
múltiples y subterráneas memorias). Memoria que desde tiempos de Roca ha sabido
de genocidios. Memoria de la cárcel de Rawson y su vida cotidiana. Memoria de la Base Zar marcada por la
masacre pero también hoy por un juicio que involucra a las Fuerzas Armadas y
sus actividades ilegales. Memoria de los parques industriales y de sus
persianas bajas durante los noventa. Memoria de una tierra que albergó a
migrantes galeses perseguidos en su tierra, y que hoy teme enfrentarse a otras
migraciones. Memoria del aeropuerto viejo y de tener nuestros propios
desaparecidos, con nombre, foto y convicciones. Memoria obrera y memoria rural,
y de frontera. La memoria de la piel que tiene las marcas del frío y del
viento, pero también del mar y la nieve.
Hoy quienes nos reconocemos en distintas vertientes de la tradición
nacional, popular y democrática, y por lo tanto en el proyecto de país
construido en los últimos años, sentimos que hemos recuperado el valor de la
militancia como herramienta de transformación, y también al Estado como garante
del estado de derecho y del estado de justicia. Queda mucho por hacer, es
cierto. Pero tenemos un paso adelante porque hemos recuperado la alegría y
sabemos que los pueblos deprimidos no vencen. Porque como decían las Madres ya
durante la dictadura, “el silencio no será una respuesta ni el tiempo cerrará
las heridas”. Porque para transformar hay que encontrarse, hay que organizarse,
hay que mirarse a los ojos y mirar a los ojos de los otros, en su dolor y en su
celebración. Y para todo eso hace falta perder el miedo, incluso el miedo a
equivocarse.
Este 24 de marzo renovamos votos de confianza en este camino
sinuoso que es el de quienes nos antecedieron y de los y las que vendrán, y que
es necesariamente el de la descolonización de nuestro pensamiento. Como dijo
algún maestro de la Patria,
América Latina es tierra de ensayos. O inventamos o erramos. Grupo Los Altares
es el ensayo de un sueño.
Marchamos el 24 de marzo.
Marchamos en Buenos Aires y en cada ciudad de la provincia del Chubut
Si querés sumarte escribinos a grupolosaltares@gmail.com
0 Comentá esta nota:
Publicar un comentario