Fuente: Agencia Pelota de Trapo
(APe).- A la hora de pensar el futuro, el sistema se echa al
hombro a los niños como una bolsa de peligros. Como semillas de alboradas, los
ellos son luces de alerta en el esquema prefijado. Y como a toda amenaza se les
acota el futuro con hambres, venenos, gatillo ligero y cárceles a cielo
abierto. Los niños de Esquel, aquella ciudad del sur que plantó bandera contra
la minería a cianuro casi una década atrás, tienen otra vez sobre sus cabezas
la espada del veneno. Los pediatras, los que les miden el peso y les escuchan
las toses con la oreja en la espalda, son los que advierten ahora sobre el
futuro sombrío de los que crezcan bebiendo las aguas de cianuro y arsénico. En
Esquel, que resistió y resiste con la esperanza de que los retoños crezcan con
la fibra firme de la dignidad y la rebeldía.
La tradición judeo-cristiana habla de un mundo
extremadamente pequeño en su origen, paradisíaco, feliz. De un mundo en el que
tras la expulsión de Adán y Eva la utopía fue el eterno lugar al que se quiere
volver pero al que el hombre ha hecho y sigue haciendo lo imposible por
destruir, por dominar, por apropiarse. Por vivir en un esquema de
victimario-sujeto y víctima-objeto en donde el amor, la felicidad, la armonía
quedaron absolutamente expatriados. Muy lejos de esa estructuración de
pensamiento religioso, sin adanes ni evas danzando mágicamente en una
escenografía de edén, se sigue profundizando una pulseada feroz entre la
cultura de la muerte y la cultura de la vida en la que los desconocidos de
siempre son los que sobreviven, transpiran y padecen entre las migajas del
sistema capitalista.
No hay modo más feraz de entender en clave de presente y de
futuro esa puja que a través del modelo extractivo de la megaminería. Vaciar a
la tierra de historia, de savia; ahondar en sus recovecos más íntimos; llenarla
de su esperma tóxico hasta hacerla estallar; derramar sus aguas y contagiarla
de muerte. Silenciosamente. Reptando entre sus ríos y sus venas. Hasta vencer.
Eso sí: en el tiempo, cuando no muchos recuerden ya el nombre del veneno
asesino.
Esquel es una fotografía anclada en el profundo sur. Un
diminuto David que se eyectó a los grandes medios cuando el 81 por ciento de su
población le dijo no al Goliat de la Meridian Gold. Aquel 23 de marzo de 2003 pasó a
la historia no sólo porque un pequeño pueblo de no más de 30.000 habitantes
logró alzar su voz diciendo no a la explotación minera sino que además fue la
bandera de muchos otros pueblos que querían espejarse en el mismo cristal.
Sanagasta, Huaco, Santa Vera Cruz, Castro Barros, San Blas de los Sauces, Olta,
Patquía, Chamical, Guandacol, Jachal, Chilecito, Famatina, Andalgalá, Amaicha o
Belén.
La
Meridian Gold ofrecía entonces a las gentes de Esquel, 400
puestos de trabajo y una inyección de 120 millones de dólares en una economía
vapuleada por aquel diciembre de 2001 que plagó de sangre las calles. En esos
días sumaban 12.000 los desempleados. El 40 por ciento de toda la ciudad.
“Les decimos a los
megamineros, a sus socios, a sus protectores políticos y a sus gerentes de todo
tipo: no descansaremos, señores, no bajaremos los brazos, aquí nos tendrán,
inagotables, hasta que su sordera oiga, hasta que se dignen a respetar al
pueblo. Porque en este pueblo, señores, por si no lo recuerdan, la dignidad ya
fue plebiscitada, y ganó por mayoría”, escribieron en letras de molde para la
historia. Esquel “municipio no tóxico” y de “ambiente sustentable”.
Ahora son los pediatras del Area Sanitaria Noroeste del
Chubut, miembros de la
Sociedad Argentina de Pediatría sede Esquel y el Servicio de
Pediatría y Neonatología del Hospital Zonal quienes salieron a redoblar la
apuesta y a explicar por qué hay que decir que no a la megaminería.
Alfredo Pérez Maldonado es el jefe de Pediatría del Hospital
Zonal esquelense y uno de quienes trabajaron en el informe. “Nos quieren vender
espejitos de colores”, dijo a APe. “Una de las enfermedades que presumimos
pueden desarrollarse, de aquí a 10 ó 15 años, es el arsenicismo, el ACRE
(Arsenicismo Crónico Endémico). Desde lesiones de distinto tipo en la piel
hasta cáncer. Si el agua se contamina con arsénico vamos a tener mayor
incidencia de cáncer de piel; si se contamina con cianuro, vamos a padecer los
efectos del cianuro, que tiene un grado letal de enorme relevancia. Vamos a
tener déficit de agua. Se va a generar la migración de las poblaciones, va a
cambiar el estilo de vida de la región, a afectar la salud psicológica de los
chicos y sus familias y se va a generar conflicto social, que tal vez es algo
que hoy no se mida. La megaminería trata de reinstalar el tema constantemente,
comprando gente aquí y allá. Y sobre todo, ocurre en una región que no la
quiere tener, que decidió que no quiere un proyecto que le va a generar daño.
No todo es dinero. Y no toda promesa de bienestar económico se refleja después
en la vida cotidiana de la gente. El balance económico no es más importante que
el balance humano. No todo vale la pena. Acá la sociedad dijo basta. Es un
principio básico de la autodeterminación de los pueblos sobre cómo queremos
vivir”.
Los pediatras y neonatólogos alertan que la extracción
requiere muchos más que los 18
litros de agua al segundo enunciados por la empresa.
“Para un proyecto del tamaño del de Esquel, como por ejemplo la Mina Gualcamayo,
en San Juan, el caudal de agua en realidad utilizado es de 108 litros por segundo,
lo que coincide con las cantidades utilizadas por otras empresas similares.
Esto sería la mitad de lo que toda la población de Esquel consume en un día”.
Es decir: 9.331.200
litros al día. La Organización Mundial
de la Salud
considera que “la cantidad básica de agua que un ser humano requiere para su
vida, que es de 80 litros
por día, implica que con los requerimientos diarios aun exageradamente modestos
que se pretenden declarar para este proyecto, podrían abastecerse básicamente
casi 20.000 personas al día, y no menos. También debe tenerse en cuenta que
gran parte de esa agua no podrá ser utilizada posteriormente jamás por seres
vivos por quedar definitivamente contaminada”.
El agua potable no tiene sustituto, escribe Elsa Bruzzone.
Si una fuente de agua se agota, se pierde; si se contamina y no la podemos
descontaminar también se pierde, agrega.
Cuando el sistema se dispone a diseñar el futuro y a
olfatear como perro salvaje el sitial de las riquezas a engullir, suele ser el
momento exacto del final. Los hombres y mujeres de los abrojales, sin embargo,
lanzaron al viento su grito. Dijeron que no entregarán el mañana de sus niños
en parte de pago. Que seguirán blandiendo sus dignidades en ese alarido tsonek
porque así nació su tierra. Entre los coirones, los neneos, los abrojos que le
dieron nombre a su pueblo. Mientras riegan amorosamente la fibra de la rebeldía
que se eyecta pétrea y tiernamente contra los portadores de la muerte.
Nota relacionada: Esquel: contundente rechazo de pediatras de la región noroeste a los proyectos de megaminería
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