Por Ángel Daniel Morales *
La discusión generada por el club
El Refugio de El Bolsón se tornaría estéril e insalubre si no son cotejados
seriamente los fundamentos del reclamo, que ambas partes manifiestan para adjudicarse
el edificio de Casa de la
Cultura.
A partir de entender que el club
no es de un socio vitalicio ni es del intendente; es patrimonio social y
cultural del pueblo, ambas partes, tanto miembros del club como integrantes de
la sociedad deberán discernir y
manifestarse a través de sus representantes para determinar el valor específico
y destino del lugar, erradicando el largo rosario de inverosímiles dimes y
diretes. Porque está en juego un valor patrimonial y no los influyentes
compromisos políticos, que no faltan a la hora de resolver los temas para el
bien común y el desarrollo de esta ciudad.
Discusiones estériles y
altisonantes hasta hoy hacen que la gente no pueda digerir con facilidad la
puja, hartándose de los discursos sin lógica ni destino. Sólo generan desidia
producto de banales antagonismos de personajes que, por el hecho de
considerarse poblador se atribuyen una potestad sin derechos, pretendiendo
arrebatarle a la cultura lugareña lo que le pertenece por naturaleza. Haciendo
que su propia existencia sea una impúdica exhibición ante los medios que
propagan sus caprichosas posiciones sin ningún rubor. En El Bolsón es moneda
corriente discutir para llegar a ninguna parte.
El edificio fue fundado hace algo
más de medio siglo por viejos pobladores. Luego los hijos, vaya alguien saber
porqué razón, falta de voluntad u olvido, dejaron que el club social se cayera
hasta el deterioro. Abandonado a la deriva, el
“viejo y querido club” que hoy se quiere recuperar fue decisión del
estado salvarlo con una onerosa inversión, remodelación que lo sacó del acabose
definitivo. Sin embargo, pese a ello, los reclamantes sin ningún pudor piden a
gritos la devolución ¿para qué fines? ¿Con qué propósitos?
El gobierno tiene la obligación
de recuperar el espacio destinado a la vida social, cultural y educativa de la
gente, del pueblo, sin que le pese la dimensión generacional que separan a la
nostalgia del progreso. Sólo superando esas vetustas ideas en danza de quienes
lo pretenden ahora, después de la costosa remodelación, podrá definir sin
culpas su expropiación por ser un bien patrimonial intransferible del estado.
Para ello bastará con exigirles documentación fidedigna del registro de
propiedad, de sus estatutos, legalidad en los balances y registros contables
que un club de asociados debe cumplimentar para sus funciones porque es el
propio estado quien lo requiere.
Sería necesario, de manera
efectiva en la sesión de concejo, la participación de pobladores que expresen
su genuino sentimiento por el actual edificio, como también la gente en general y en particular, el
conjunto de la sociedad de artistas en todos sus géneros a pronunciarse por éste ámbito que hoy fomenta
la vida cultural de toda la región. Una clave que, probablemente, podría
escindir de los propósitos personales de quienes arremeten sin importarles lo
que se llevan puestos, aún a costa de sus propios y egoístas errores.
Ambiciones personales que llevan a la confusión para lograr ganancias. Algo así
está sucediendo con el reclamo y devolución de El Refugio.
Este lunes el Concejo Deliberante
de El Bolsón tratará el tema aunque de antemano se vaticina que por
“compromisos y presiones” del poder político los ediles oficialistas tendrían
definido el voto para la aprobación con pase a comisión. De ser así,
trasluciría el camino a tomar por parte del Poder Ejecutivo, que dejaría de
velar por ese bien patrimonial si no aplica con autoridad su decisión en favor
de la cultura. En todo caso, para honor de su propio gobierno la vía de una
consulta popular remediaría el conflicto.
Que Dios lo ilumine.
* Periodista / Ex director de
cultura
Nota relacionada: El Bolsón: “Entregar el refugio es renunciar a la cultura”, por Ángel Daniel Morales
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