Por Marcelo Valko
Ciertamente conmemorar un día entre los 365 que tiene un
año, no sirve de mucho, apenas para cumplir con el mandato del calendario. Pero
si la fecha en cuestión es el 12 de octubre, el asunto adquiere otro matiz.
Hasta no hace mucho, cuando estudiábamos en la escuela, festejábamos el Día de la Raza que consistía en
celebrar la “providencial” llegada de Colón para “descubrir” estas tierras
alejadas de la mano de Dios que confundieron con “La India”.
Hasta no hace mucho, se hacía un poderoso culto de la
desmemoria, en realidad se le imponía a la sociedad toda, una pedagogía del
olvido y la mentira. Justamente la desmemoria busca borrar culpas, busca mirar
para otro lado, procura la inocencia imposible, aspira a que todo siga como
está. Pero como ya lo dijo Borges: “solo una cosa no hay y es el olvido”. Y
como agregamos nosotros, no existe el olvido porque existen huellas,
evidencias, testigos, realidades y documentos que denuncian con toda claridad
lo ocurrido. Y todo esta concatenado, y toda está en relación. Justamente los
defensores del Día de la Raza,
son los mismos que defienden el genocidio perpetrado por el esclavista y
anti-obrero Julio Argentino Roca, son los mismos que durante el Proceso de Videla
coreaban aquella absurda letanía “por algo será” que repetían como si se
tratara de un axioma filosófico capaz de explicar lo imposible de explicar o
justificar, como fue la desaparición de decenas de miles de ciudadanos y hasta
el secuestro de 500 bebes, de los cuales, felizmente, ya casi un centenar ha
sido recuperado.
De un tiempo a esta parte, desde distintos ámbitos
educativos, centros culturales, concejos deliberantes, secretarías de culturas
municipales, sindicatos y del Congreso e la Nación, comienza a cuestionarse la celebración
del “Día de la Raza”.
Cada vez es mayor el consenso que no acepta celebrar con júbilo esa invasión.
Por ejemplo, en múltiples actos, se conmemora el 11 de octubre como “ultimo día
de la libertad americana” y esta bien que así se haga. Es necesario. Sin
embargo, en nuestro caso, preferimos celebrar LO PRIMERO en lugar de LO ULTIMO.
Preferimos conmemorar el 12 de octubre como el PRIMER DIA DE RESISTENCIA ante
ese ultraje, ante esa ocupación criminal que fue la Conquista, que esta tan
pero tan lejos de haber sido un edulcorado “encuentro de culturas”.
Actos como los que estos días se están realizando en todo el
país, sirven, no para terminar, pero si para resquebrajar a la pedagogía de la
amnesia y la desmemoria de lo que fue el mayor genocidio de la historia
mundial. Estos actos que se multiplican indican un cambio, algo está cambiando,
hay deseos de terminar con un país y una historiografía que festeja los
genocidios y encumbra a los genocidas.
Los Hernán Cortes, los Francisco Pizarro, los Julio
Argentino Roca, los Jorge Videla deben quedar atrás de una buena vez. Deben
quedar atrás aquellos racistas que no pueden aceptar la condición humana del
indígena, aquellos que necesitan que los pueblos originarios mantengan su lugar
de siervo de la gleba, de combustible biológico, de bárbaro sin raciocinio ni
cultura, de sirvientes, en definitiva: de esclavos ante la sombra del amo.
Justamente para terminar con ese racismo, para acabar con
esa discriminación, nos complace sobremanera esta multiplicación de
contrafestejos, y las luchas que se derivan de ellos como las que se están
protagonizando en tantos lugares del país para sustituir el malsano nombre de
Conquista del Desierto y al cruel general Julio Roca, que si logró treparse al
bronce de calles y monumentos, se debió al reparto de los millones de hectáreas
que en su momento entregó a los apellidos más conspicuos de este país, que como
muestra de gratitud lo insertaron para siempre en las laminas escolares de
Anteojito.
Afortunadamente eso esta cambiando, un nuevo tiempo de
justicia y fraternidad que recupera el espíritu de mayo, está naciendo. Es
lento, pero viene, ya está llegando.
Nota relacionada: Malón de la Paz: secuestro y destierro de 174 ciudadanos argentinos, por Marcelo Valko
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