Por Darío Aranda *
El 12 de octubre de 2009 asesinaron de un balazo al diaguita
Javier Chocobar. A tres años del crimen, los acusados están en libertad y la Provincia aún no entregó
el título comunitario de la tierra. Viaje a la comunidad diaguita que resiste
frente a empresarios, policías, jueces y políticos.
La nube gris está en a cima del cerro, sólo deja ver unas
casas bajas. La subida es espinada y sinuosa, angosta y de piedra, sólo se sube
a pie. La vegetación es abundante, verde a ambos lados del sendero. Son sólo
cinco minutos de caminata, pero dejan sin aire. Arriba, separadas por un patio
de piedra, cuatro casas de adobe, techo a dos aguas, muy prolijas. Desde la
cima se observa el valle, otros cerros y un riacho. Es un paisaje de postal. Es
la casa del diaguita Javier Chocobar, asesinado por defender el territorio
ancestral, pretendido por empresarios que pretenden explotar la riqueza de las
piedras lajas y el enorme potencial turístico. El silencio, y la impunidad, del
crimen radica en que son una comunidad indígena y que enfrentan a empresarios,
policías retirados, caudillos políticos y Poder Judicial. La comunidad
encuentra otro factor que le juega en contra: “Los grandes medios juegan para
el poderoso”. Crónica desde territorio diaguita.
Fecha trágica
De San Miguel de Tucumán, por ruta provincial 9, 60 kilómetros al
norte. Poco más de hora y media. Departamento de Trancas. Al dejar la ruta, un
camino de tierra recto, ancho, es la antesala. El auto gira a la izquierda y encara
por un camino angosto, maltrecho, que zigzaguea mientras sube el cerro. Curva y
contracurva, no más de cinco minutos, y se abre una panorámica impecable, de
cerros en fila, nubes bajas y pendientes repletas de vegetación, verdes en
distintas tonalidades.
Una piedra larga, incrustada en la pared del cerro, anuncia:
“Comunidad Indígena Chuschagasta”. De 800 habitantes, 40.000 hectáreas
pretendidas por empresarios de canteras, especuladores inmobiliarios y
políticos de distinto signo.
El camino desemboca en un riacho, en estos días de escaso
caudal, y una pared natural de lajas grises con tonalidades de rojo. Fue el
escenario del crimen. La comunidad apunta al empresario Darío Amín (que
pretende explotar la cantera), acusado de apretar el gatillo.
El asesinato de Chocobar (68 años) fue un día simbólico: 12
de octubre (de 2009), fecha sindicada por los pueblos originarios del
continente como el comienzo de sus males.
“Papá, abuelo, nunca te olvidaremos. Te recordaremos para
siempre en nuestro corazón”. Escrito con pintura blanca en la pared de lajas. A
dos metros, en el lugar preciso donde cayó Chocobar, una ermita (pequeña
capilla, de un metro de alto), construido con las mismas lajas. Una cruz negra,
y flores frescas. Nota completa
* Desde Trancas, Tucumán
Nota relacionada: "El modelo sumó otra víctima", por Darío Aranda
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