jueves, noviembre 01, 2012

Félix Díaz: "La imposición social de que somos pobres genera una ruptura de la dignidad humana"



Por Agencia Walsh

(AW) Su compromiso con la defensa de los derechos indígenas trasciende a su comunidad qom Potae Napocna Navogoh de Formosa. Es la voz de los Pueblos Originarios de la Argentina. El que reivindica a sus ancestros. El que lucha por la tierra y no la negocia.

Liliana Giambelluca (Especial para Agencia Walsh)

Un domingo lluvioso de octubre en Buenos Aires, el qarashe Félix Díaz habla de su vida y de sus derechos avasallados. De sus primeras labores y un pan duro como única paga. A los 18 años de edad aprendió el castellano. Se acercó a la iglesia evangélica pero lo separó de su mundo indígena.

Considera que el acampe visibilizó los reclamos de la comunidad, pero la lucha continua. Afirma que el INAI es un instrumento legal del gobierno que no representa a los pueblos indígenas y el gobernador formoseño ignora los derechos ancestrales.

Siente que camina por un campo minado. Cuatro veces atentaron contra su vida, pero asume su destino.

El antropólogo y la religión

¿En qué momento comenzó a comprender que debía conservar y defender la cosmovisión indígena?

Apareció un antropólogo en mi casa que quería hacer su tesis doctoral. César Ceriani se llama. Trabajamos juntos durante casi dos años, él hacía entrevistas en la comunidad y yo era el traductor. Las respuestas de los ancianos eran excelentes, tenían sabiduría, y ahí me descubro a mí mismo. Fue como si me hubiesen sacado una venda de los ojos.

Los ancianos tenían respuestas para preguntas que usted nunca se formuló.
Nunca. Yo me había acercado a la religión y un anciano que tenía como 105 años, pasaba por mi casa y me exhortaba que tenía que ser fiel a mi gente. Me decía que la iglesia era "una forma de dominación silenciosa. No te vienen a amenazar ni a burlarse, entran suavemente pero después cuando se dan cuenta que ya sos presa, te tratan de otra forma".

¿A qué iglesia se acercó?
A la evangélica. Yo salí del mundo indígena creyendo que era una solución para mí y para mi familia, y me olvidé de mi origen. La iglesia me enseñó que para ser civilizado debía ignorar de dónde venía y adoptar las reglas del cristianismo.

Reglas de resignación y sometimiento.
Sí, sí. Estuve muchos años y aunque me esforzaba no me sentía parte de ese espacio. En un momento perdí a dos de mis hijos. Los líderes religiosos prohibían la atención con un chaman porque era contra las reglas cristianas. Eso nos produjo un gran dolor y recién ahí me di cuenta que el amor por nuestros hijos no tiene comparación. Nota completa

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