Por Silvina Montesino
“El mundo es un espejo, pois si sonrries para él, él
sonreirá para ti” Gustave Le Bon.
Llegar a tu casa a las 23 hs. y ver desde la calle que las
ventanas han sido violentamente abiertas y todas las luces están prendidas,
teniendo en cuenta que habías dejado todo apagado y cerrado. Es evidente que
algo pasó, algo no muy bueno, pasó.
Hace 7 años vivimos en el barrio 74 viviendas, un barrio que
fue creado con sentido de bienestar allá por el 2006. En su mayoría las
personas adquirentes de las viviendas eran mujeres solteras con varios hijos, o
bien bajo otra vulnerabilidad social. El caso de mi madre no escapa a la
generalidad, somos tres hermanas sostenidas a través del trabajo digno y diario
de mi madre, ha sido ella la que ha sabido conducirnos por el camino de la
educación y de los valores altruistas. Mediante ella supimos que el camino cierto,
digno y libertario seria a través de la educación, a través de los libros, de
la solidaridad, del sacrificio y del trabajo.
Pero hoy, a 107 años de la fundación de este pueblo donde
nacimos y nos criamos, las realidades son bien difusas, bien contradictorias y
sobre todo avasallantemente terribles.
Llegar a tu casa y darte cuenta de que han vulnerado tu
privacidad, que impunemente se han llevado el producto de tu trabajo. Segura y
lamentablemente no será la primera ni la última vez, y, por cierto, hay que
agradecer no haber estado en el momento del robo porque hasta podríamos haber
sido golpeadas por dos pesos.
Sin embargo, sería importante reflexionar sobre en qué
sociedad vivimos, qué valores transmitimos a diario. Qué futuro creamos en los
90 que hoy tenemos esta realidad de jóvenes que delinquen diariamente. Hay más
pibes en las esquinas, descolarizados, que en las escuelas y universidades. Si,
en palabras de Gusave Le Bon “el mundo
es un espejo”: ¿Qué tipo de sociedad creamos en el día, día?. Quienes
suscribimos la presente carta, no estamos de acuerdo con bajar la edad de
imputabilidad de los menores que delinquen. Estamos de acuerdo con una sociedad
verdaderamente más inclusiva, digna y participativa. Y todo esto comienza en
las instituciones, y la familia es una institución social, las escuelas son
instituciones, los organismos políticos son instituciones, los organismos de
“seguridad social” son instituciones. Vale preguntarnos cuál es el estado en
que se encuentran estas instituciones y preguntarnos fundamentalmente: ¿Bajo
qué contextos se constituyen las “familias”?, ¿existe planificación familiar?,
¿proyecciones personales?, ¿o lo que en verdad existe es una educación pública
sin educación sexual que conduce a una sociedad incrementada en la ignominia de
la misma ignorancia, producir por producir, traer pibes al mundo en situación
de “riesgo social” para que terminen en la más profunda “marginalidad social”?.
En esa profunda marginalidad, comienzan los roces entre los que deciden
trabajar dignamente y los que “hacen lo que pueden”, lo que su contexto les
transmitió. Y allí surgen las “políticas públicas”, hay personas que estudian
doctorados en políticas públicas, pero cuando llegan a la praxis, la denominada
“clase política” rompe con todos los modelos, hay muchos intereses en juego, no
seamos ingenu@s, hay connivencia entre delincuentes “sub-urbanos” y
delincuentes de traje de “faquina”. Nos tendríamos que volver a preguntar ¿qué
tipo de sociedad creamos en el día a día? ¿Cuál es el estado de las
instituciones públicas? ¿Existe competencia profesional? O ¿lo que
verdaderamente existe es una “clase dirigente” que lo único que busca es
ser-relecto cada 4 años?, sumiendo toda la potencialidad profesional de quienes
realmente quieren construir una sociedad diferente. Manejándose en la frase
indeleble en el común de esta clase: “siempre se hizo así”.
Si el mundo es un espejo: ¿dónde estamos?, ¿cómo estamos? y
¿hacia dónde vamos?, si es que vamos hacia algún lugar.
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