domingo, junio 09, 2013

Opinión: “Cuestión de escala: de periodistas, militantes y políticos”, por Hernán Díaz Varela



Por Hernán Díaz Varela *

Hace pocos días el intendente de Trevelin, Juan Garitano, increpó a un periodista de Canal 4 Esquel quien le estaba haciendo preguntas sobre la eventual instalación de una central hidroeléctrica en el Arroyo Baguilt. Garitano le exigió al entrevistador su opinión sobre el tema, y el notero le respondió con el abecé de la entrevista: “el funcionario público es usted, mi opinión es privada”. Para no abundar, invito a los lectores a escuchar el audio en http://www.kalewchefm.org/noticias/la-tijereta. Huelgan comentarios.

A comienzos de mayo de este año el intendente de Esquel, Rafael Williams, también maltrató verbalmente a un periodista local que le preguntó sobre la renovación de la habilitación comercial a la empresa Minas Argentinas S.A. – Yamana Gold, diciéndole que “siempre me preguntás lo mismo”, y le enrostró que si participaba en las marchas populares por el No a la Mina no tenía legitimidad para preguntarle nada al respecto; y remató diciéndole que no iba a responderle más. Mirá vos.

En su muy conocido Manual del periodismo independiente, una guía práctica de gran calidad orientada al ejercicio del periodismo digital su autora, Deborah Potter, enseña que “A veces los candidatos pueden tratar de eludir ciertos asuntos controvertidos que son de importancia crucial para los votantes. En ese caso, el periodista debe plantear las preguntas que el público desea hacer. Un buen reportero de política no sólo señala la posición de los candidatos ante los distintos temas, sino investiga también qué ha hecho cada uno en torno a esas cuestiones en cargos públicos anteriores o en otros puestos que haya podido desempeñar.”

Estas recomendaciones para las entrevistas a candidatos políticos son válidas, por supuesto, para los funcionarios públicos, sobre quienes pesa además el deber de publicidad de los actos de gobierno.

Todos los políticos se someten a este examen: Barack Obama, el presidente del país más poderoso del mundo, ofrece habitualmente conferencias de prensa y responde las preguntas que le formulan los reporteros frente a las cámaras. Su relación con los medios ha pasado por momentos de tensión, sobre todo desde el comienzo de su segundo mandato, pero los ha sobrellevado pues sabe que ésas son las reglas del juego.

Pero en Argentina no. La presidente Cristina Fernández nos ofrece monólogos televisados frente a convidados de piedra, o directamente mensajes en “cadena nacional” con una frecuencia llamativa. El artículo 75 de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual sancionada en el año 2009 prevé el uso de este procedimiento para comunicar “situaciones graves, excepcionales o de trascendencia institucional”, y obliga a todos los medios del país a transmitir sonido e imagen de principio a fin del discurso presidencial. Desde mayo de 2008 a la fecha el uso de la cadena nacional se intensificó. Solamente en 2012, la presidente la utilizó 22 veces: es notable cuántas cosas graves, excepcionales y trascendentes ocurrieron ese año.

Pero eso sí, con los periodistas no habla. Los ningunea y critica prolijamente en cada uno de sus soliloquios pero no les habla. Ni siquiera dialoga con aquellos lambiscones que se hacen llamar “periodistas militantes”, cuyos arquetipos son el relator del relato oficial, el popular periodista deportivo Víctor Hugo Morales, y el pusilánime Orlando Barone, panelista del inmirable e inmirado programa televisivo ultraoficialista “6, 7, 8”, un ejemplo para el aprendizaje del oficio periodístico… por el absurdo.
Y con la mayoría de las radios y televisoras la situación es equivalente: el gobierno los controla directamente o a través de la pauta publicitaria oficial, que se distribuye a discreción aplicando el “obsecuenciómetro”. Y a los enemigos, como diría el general, ni justicia. Su centro fóbico es actualmente el multimedios Artear-grupo Clarín, que fuera socio del gobierno hasta el año 2004, y a quien ahora busca someter, desguazar e intervenir por todas las vías posibles.

Este esquema se repite en todas las provincias; la nuestra no es una excepción. Desde el primer gobierno de Mario Das Neves no sólo se domesticaron medios a través de la pauta publicitaria o presiones directas y se convirtió a LU90 Canal 7 de Rawson en una suerte de “Mario TV”, sino que hasta se intentó llevar adelante un ambicioso proyecto multimediático con la formación del Grupo Jornada para apoyar la continuidad del llamado Modelo Chubut.

Las radios locales han tenido un destino similar. Como ejemplo, la propaladora municipal de Trevelin FM del Valle, cuyos empleados y funcionarios bancamos todos los vecinos, exhibe menos pluralidad que un adverbio de modo. Sólo algunas radios FM resisten y mantienen su independencia contra viento y marea en un escenario que francamente no favorece la libertad de prensa ni de expresión.

En este contexto, podemos entender las expresiones de Williams y Garitano. La manifiesta intolerancia e irritación presidencial hacia la prensa y los periodistas habilita -de Ella hacia abajo- a que cualquier funcionario se comporte del mismo modo. Es el “estilo de comunicación” de estos tiempos.

Entendámonos: los reporteros Woodward y Bernstein no eran dos golpistas, ni el caso Watergate fue un invento del diario “destituyente” Washington Post que quería voltear al presidente. Nada de eso. El periodismo demostró entonces que el gobierno había espiado a candidatos e intervenido clandestinamente las comunicaciones telefónicas del Partido Demócrata, y por eso el presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon, haciendo uso de la cadena nacional por única vez en su mandato, renunció a su cargo en 1974. Casi cuarenta años después, en nuestro país, cuando el periodismo desnudó espionajes similares a políticos y referentes sociales a través del Proyecto X, el gobierno nacional premió a los responsables de esas maniobras con una embajada en la OEA y ahí terminó el asunto.

Por ello es que hoy, más que nunca, debemos reivindicar e insistir en la tradición libertaria del periodismo de nuestro país, no porque sea perfecta sino porque está en peligro y, como decía el escritor argelino Albert Camus “una prensa libre puede ser buena o mala, pero sin libertad, la prensa nunca será otra cosa que mala”.

* DNI 17.536.512.


0 Comentá esta nota:

Publicar un comentario