Por Hernán Díaz Varela *
Hace pocos días el intendente de Trevelin, Juan Garitano,
increpó a un periodista de Canal 4 Esquel quien le estaba haciendo preguntas
sobre la eventual instalación de una central hidroeléctrica en el Arroyo
Baguilt. Garitano le exigió al entrevistador su opinión sobre el tema, y el
notero le respondió con el abecé de la entrevista: “el funcionario público es
usted, mi opinión es privada”. Para no abundar, invito a los lectores a
escuchar el audio en http://www.kalewchefm.org/noticias/la-tijereta. Huelgan
comentarios.
A comienzos de mayo de este año el intendente de Esquel,
Rafael Williams, también maltrató verbalmente a un periodista local que le
preguntó sobre la renovación de la habilitación comercial a la empresa Minas
Argentinas S.A. – Yamana Gold, diciéndole que “siempre me preguntás lo mismo”,
y le enrostró que si participaba en las marchas populares por el No a la Mina no tenía legitimidad
para preguntarle nada al respecto; y remató diciéndole que no iba a responderle
más. Mirá vos.
En su muy conocido Manual del periodismo independiente, una
guía práctica de gran calidad orientada al ejercicio del periodismo digital su
autora, Deborah Potter, enseña que “A veces los candidatos pueden tratar de eludir
ciertos asuntos controvertidos que son de importancia crucial para los
votantes. En ese caso, el periodista debe plantear las preguntas que el público
desea hacer. Un buen reportero de política no sólo señala la posición de los
candidatos ante los distintos temas, sino investiga también qué ha hecho cada
uno en torno a esas cuestiones en cargos públicos anteriores o en otros puestos
que haya podido desempeñar.”
Estas recomendaciones para las entrevistas a candidatos
políticos son válidas, por supuesto, para los funcionarios públicos, sobre
quienes pesa además el deber de publicidad de los actos de gobierno.
Todos los políticos se someten a este examen: Barack Obama,
el presidente del país más poderoso del mundo, ofrece habitualmente
conferencias de prensa y responde las preguntas que le formulan los reporteros
frente a las cámaras. Su relación con los medios ha pasado por momentos de
tensión, sobre todo desde el comienzo de su segundo mandato, pero los ha
sobrellevado pues sabe que ésas son las reglas del juego.
Pero en Argentina no. La presidente Cristina Fernández nos
ofrece monólogos televisados frente a convidados de piedra, o directamente
mensajes en “cadena nacional” con una frecuencia llamativa. El artículo 75 de la Ley de Servicios de Comunicación
Audiovisual sancionada en el año 2009 prevé el uso de este procedimiento para
comunicar “situaciones graves, excepcionales o de trascendencia institucional”,
y obliga a todos los medios del país a transmitir sonido e imagen de principio
a fin del discurso presidencial. Desde mayo de 2008 a la fecha el uso de la
cadena nacional se intensificó. Solamente en 2012, la presidente la utilizó 22
veces: es notable cuántas cosas graves, excepcionales y trascendentes
ocurrieron ese año.
Pero eso sí, con los periodistas no habla. Los ningunea y
critica prolijamente en cada uno de sus soliloquios pero no les habla. Ni
siquiera dialoga con aquellos lambiscones que se hacen llamar “periodistas
militantes”, cuyos arquetipos son el relator del relato oficial, el popular periodista
deportivo Víctor Hugo Morales, y el pusilánime Orlando Barone, panelista del
inmirable e inmirado programa televisivo ultraoficialista “6, 7, 8”, un ejemplo para el
aprendizaje del oficio periodístico… por el absurdo.
Y con la mayoría de las radios y televisoras la situación es
equivalente: el gobierno los controla directamente o a través de la pauta
publicitaria oficial, que se distribuye a discreción aplicando el
“obsecuenciómetro”. Y a los enemigos, como diría el general, ni justicia. Su centro
fóbico es actualmente el multimedios Artear-grupo Clarín, que fuera socio del
gobierno hasta el año 2004, y a quien ahora busca someter, desguazar e
intervenir por todas las vías posibles.
Este esquema se repite en todas las provincias; la nuestra
no es una excepción. Desde el primer gobierno de Mario Das Neves no sólo se
domesticaron medios a través de la pauta publicitaria o presiones directas y se
convirtió a LU90 Canal 7 de Rawson en una suerte de “Mario TV”, sino que hasta
se intentó llevar adelante un ambicioso proyecto multimediático con la
formación del Grupo Jornada para apoyar la continuidad del llamado Modelo
Chubut.
Las radios locales han tenido un destino similar. Como
ejemplo, la propaladora municipal de Trevelin FM del Valle, cuyos empleados y
funcionarios bancamos todos los vecinos, exhibe menos pluralidad que un
adverbio de modo. Sólo algunas radios FM resisten y mantienen su independencia
contra viento y marea en un escenario que francamente no favorece la libertad
de prensa ni de expresión.
En este contexto, podemos entender las expresiones de
Williams y Garitano. La manifiesta intolerancia e irritación presidencial hacia
la prensa y los periodistas habilita -de Ella hacia abajo- a que cualquier
funcionario se comporte del mismo modo. Es el “estilo de comunicación” de estos
tiempos.
Entendámonos: los reporteros Woodward y Bernstein no eran
dos golpistas, ni el caso Watergate fue un invento del diario “destituyente”
Washington Post que quería voltear al presidente. Nada de eso. El periodismo
demostró entonces que el gobierno había espiado a candidatos e intervenido
clandestinamente las comunicaciones telefónicas del Partido Demócrata, y por
eso el presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon, haciendo uso de la
cadena nacional por única vez en su mandato, renunció a su cargo en 1974. Casi
cuarenta años después, en nuestro país, cuando el periodismo desnudó espionajes
similares a políticos y referentes sociales a través del Proyecto X, el
gobierno nacional premió a los responsables de esas maniobras con una embajada
en la OEA y ahí
terminó el asunto.
Por ello es que hoy, más que nunca, debemos reivindicar e
insistir en la tradición libertaria del periodismo de nuestro país, no porque
sea perfecta sino porque está en peligro y, como decía el escritor argelino
Albert Camus “una prensa libre puede ser buena o mala, pero sin libertad, la
prensa nunca será otra cosa que mala”.
* DNI 17.536.512.
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