miércoles, julio 31, 2013

“La maldición petrolera”, por Darío Aranda



Por Darío Aranda *

Metales pesados en sangre. Agua y tierra contaminada. Subsuelo rico y población pobre. Lagos con hidrocarburos. Derrames y muerte de animales. Repsol, YPF y gobiernos. Y la lucha mapuche. Viaje a Loma La Lata, el mayor yacimiento de gas de Argentina, caso testigo de contaminación petrolera.

Es la situación en el territorio mapuche de la comunidad Kaxipayiñ, con un subsuelo que es la mayor reserva de gas de Argentina, también conocido como yacimiento Loma La Lata.

La comunidad Kaxipayiñ enfrente desde hace cuatro décadas un proceso de violación de derechos y son la prueba viviente de la contaminación. Metales pesados en sangre, abortos espontáneos, cáncer, diabetes y cegueras.

Frente al patio de sus casas, el blanco de sus denuncias: la planta de gas Mega, gigantescas cañerías y tanques de diez metros de alto que sobresalen en la estepa patagónica.

La tierra es rojiza. Sólo hace falta tomar un puñado y confirmar que está impregnada (de manera literal) con un fuerte olor a solvente. El agua, fósforo mediante, enciende como nafta.

“Es el corazón de la contaminación, pero no nos afecta solo a nosotros. Llega a quienes parecen dormidos, río abajo, a Neuquén capital”, avisa el inan logko, José Cruz Cherqui, y señala que Loma La Lata ya contaminó los lagos Los Barreales y Mari Menuco, que proveen de agua a la capital provincial. La comunidad apunta a cuatro responsables: Repsol, YPF, gobierno provincial y Nacional.

Volver al origen

A una hora de la capital neuquina, 80 kilómetros, sobresalen las bardas rojas de diversos tamaños y formas moldeadas por el viento patagónico, permanente y fuerte, que alivia el sol del verano.

Desde la ruta se observan enormes tanques plateados, verticales, y cañerías amarillas que suben, bajan, y forman extrañas figuras. Con el fondo de la estepa patagónica y sierras rojas, las plantas compresoras contrastan demasiado. Parecieran naves espaciales, brillantes.

La camioneta deja la ruta, gira a la derecha y toma un camino de ripio ancho, en perfectas condiciones. Luego comienza a bajar y bordear las pequeñas sierras. Tierra rojiza, también ripio, y jarillas. Y caños amarillos, de cinco pulgadas y dos metros de alto, diseminados por todo el territorio. Ventean el hidrocarburo. Son ya parte del paisaje. Nota completa

* Desde Loma La Lata, Neuquén

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