Por No a la
Mina
En Argentina se hicieron las elecciones para definir
candidaturas para renovar bancas de diputados y senadores nacionales. En tres
provincias mineras, el oficialismo perdió. Fue un fracaso también de las
recetas nacionales y del discurso local sin concreciones. Este artículo de un
medio provincial totalmente inclinado a los intereses de las empresas mineras,
se limita a señalar solo los elementos que las afectan en su camino de arrasar
y llevarse todo.
Fuente: El Ancasti
En las elecciones del domingo, en San Juan se impuso el
partido Compromiso Federal, un frente liderado por la oposición local y
justicialistas de Rodríguez Saá, por el 42,5% de los votos sobre el Frente para
la Victoria,
cuyo máximo referente es el propio gobernador José Luis Gioja, que obtuvo
37,2%. Fue una derrota impensada, contra los pronósticos de todas las
encuestas.
Igual de sorpresiva fue la caída del oficialismo
kirchnerista de La Rioja,
que también lidera su gobernador, Luis Beder Herrera, que logró apenas el 37,8%
de los sufragios frente al 41,4% de Fuerza Cívica Riojana, un frente
hegemonizado por el radicalismo. Hace más de tres décadas que ningún
simpatizante de Alem e Yrigoyen podía festejar una victoria en esas tierras.
Y en Catamarca, el oficialismo resignó unos 50 mil votos
respecto a lo que había logrado hace dos años para caer a manos del Frente
Cívico y Social, cuyos dos candidatos a diputados nacionales sumaron un 37,7%.
La lista del Gobierno quedó abajo por un punto.
¿Qué tienen en común estas provincias? Las tres se definen a
sí mismas como mineras y progresistas. Pero en San Juan, el proyecto Pascua
Lama está frenado; el gobernador Gioja admitió hace poco que habrá despidos en
el emprendimiento, pero que él tratará de contenerlos con puestos de trabajo en
la obra pública. El riojano Beder Herrera debió renunciar a la explotación de
un mega proyecto minero por las protestas en Famatina. Y en Catamarca la
minería continúa a duras penas, aunque sigue pendiente el "efecto
derrame" sobre la población.
En alguna medida, las derrotas electorales del 11 de agosto
en tres provincias esencialmente mineras representan, al mismo tiempo, una
derrota de las políticas mineras que no garantizan el desarrollo. No es casual.
La gente de estas provincias no siente que su destino esté atado al despegue
económico, medido en términos de trabajo y un horizonte previsible.
Además, por obediencia al modelo nacional y popular, las
tres provincias aplican a rajatabla las recetas mineras del Gobierno central. Y
esto no hizo más que inmovilizar la actividad.
En efecto, mientras en otros países de Latinoamérica hay
nuevos proyectos en marcha, en Argentina las mineras empezaron a reducir
costos, y hay algunas que directamente ya suspendieron sus actividades. Inciden
la inflación, que se traslada a los costos laborales, el cepo al dólar y las
restricciones a granel de las importaciones de insumos. Las mineras deben
liquidar dólares al valor oficial y afrontar costos emparentados con el dólar
paralelo. Y eso es un verdadero obstáculo para la inversión.
Como si fuera poco, en estas provincias las economías
regionales están al borde de la agonía debido a que sus exportaciones no rinden
como antes con el retraso cambiario y los costos del transporte para llegar al
puerto les pulveriza la rentabilidad. Eso se traduce en menos empleo y en
desaliento de la producción.
En suma, los traspiés oficialistas en las elecciones
responden también a razones materiales. Con la minería, es claro que el mensaje
del bienestar económico y el futuro inmejorable no es creíble entre los que
votan. Porque, en definitiva, en las urnas también se deposita el castigo a los
sueños frustrados.
Nota relacionada: Puerta E: "San Juan llevó el debate minero a Tecnópolis"
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