viernes, septiembre 08, 2006

Las mascotas compañeras: incondicionales de nuestro hogar

Por Silvia Lo Moro

En alguna oportunidad, en la columna destinada al proyecto para el Día del animal, se destaco la importancia de las mascotas para el adulto mayor en cuanto a su salud integral. El relato que enviamos es una experiencia de una abuela del grupo de gym que perdió a su perrita.

Los beneficios en la salud integral de los adultos mayores, al cuidar animales de compañía, demuestran que la responsabilidad del cuidado, aumenta la autoestima y disminuye la posibilidad de sufrir ciertas enfermedades al mejorar la percepción de la situación psicológica, especialmente en la depresión.

La experiencia que se obtiene al compartir nuestro tiempo con una mascota es única, irrepetible y llena de ternura. El siguiente relato fue transmitido por un pareja de abuelos a su nieta, para acercarla a todos aquellos que tienen parte de su corazón depositado en una mascota. Gracias Cloti y Rogelio por brindarnos su experiencia junto a Luly.

…” Luly llegó a casa el 17 de Agosto del 2004 cuando tenía tres meses de vida. Era una perrita juguetona, con muchas ganas de hacer lío y de conquistar los corazones de una pareja de abuelos, Cloti y Rogelio.

Cloti deseaba tener una compañera, le preocupaba que a Rogelio no le agradara la idea, y así fue. Pero Rogelio le dio la gran oportunidad y Luly se quedo en casa.
Poco a poco se fue convirtiendo en la bebé y regalona de la casa.

Luly era muy educada y compañera. Lo único que le faltaba era hablar. Si le dábamos algo para comer, como una galletita con queso, la tomaba con su boquita, la llevaba a su alfrombita y allí la comía. Cuando quería leche se paraba delante de la heladera y luego venía a nuestro lado mostrando su boquita para que se la limpiemos.

Cuando Cloti y Rogelio se sentían mal nos hacía cariños hasta que nos veía bien. No se retiraba del lado nuestro. Dormía en la cama con nosotros. Cuando Cloti se levantaba en la mañana ella también lo hacía y cuando Rogelio se iba a dormir la siesta ella era la primera en acostarse.

A Luly le gustaba bañarse. Cuando le decíamos que la ibamos a bañar se escondía debajo de la cama.

Hay mucho que contar de Luly, pero lamentablemente ya no está entre nosotros. Una mala jugada del destino. Pasó un desalmado, que probablemente no le gustaba la perrita y la piso con el auto. Pero Dios está mirando, y sabe que hacer con el destino de cada uno.

La queríamos mucho, la llevaremos en un rincón de nuestro corazón para siempre. La recordaremos con mucho cariño, como era ella, la compañera de los abuelos.

Aunque muchos no lo creen, los mejores compañeros de la vida son las mascotas porque ellos son incondicionales”…
Clotilde Moraga de Fusiman

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