miércoles, septiembre 19, 2007

Casino en El Bolsón: Guns & Roses (Armas y rosas... y algunas fichitas)

Enviado por Tein Augello

Si los niños fueran gobierno, el Estado repartiría juguetes y chupetines por las calles.

Si gobernaran los enamorados, uno recibiría de manos oficiales un ramo de rosas en cada esquina.


Cuando los militares usurparon el poder, tuvimos dos guerras. Una con Chile, abortada cuando nacía, y otra con el resultado humano conocido.

Como nos gobiernan quienes nos gobiernan, Viedma parece Las Vegas más que una ciudad administrativa normal, y aquí falta de todo menos boliches nocturnos.


Y además nos quieren imponer un casino.

Es decir, lo que más se desarrolló en El Bolsón en los últimos años ha sido “la noche”. Más que el turismo, la vivienda o la agricultura. Para conseguir un alquiler hay que ser Harry Potter, no tenemos aerosilla y casi nos dejan sin Hospital. Pero tenemos cuatro discotecas y un número similar de pubs y afines.

Pero parece que les resulta poco y entonces algunos funcionarios decidieron que un casino resulta necesario.

Es por todo esto que ningún ciudadano sensato debería dudar de firmar por la iniciativa. No para estar –por ahora- a favor o en contra del casino.
Creo que nos confundimos si creemos que la Iniciativa es a favor o en contra del casino. Es a favor o en contra nuestro. Lo que está en juego es si algunas decisiones que consideramos de cierto peso o especialmente sensibles, la van a tomar algunos funcionarios amantes de las trasnochadas entre vapores de wisky o las va a tomar la ciudadanía. Por sí o por no, eso importa menos.

Lo que importa mucho es que cada funcionario no quiera hacer que El Bolsón sea según su gusto. Y como a ellos y a sus amigos les gusta jugar, El Bolsón –al igual que el resto de la Provincia- debe tener casino. ¿Por qué?
....

Sucede que no hay peor problema que el que nunca se resuelve y queda ahí como una espina clavada, molestando ante cualquier movimiento. Y el tema del casino amenaza seriamente con ser una espina más entre las coyunturas de esta comunidad. Ya ha reclamado una respuesta de fondo varias veces.

Sin embargo, sólo se ha atinado a tapar la cuestión, en vez de darle un corte definitivo permitiendo que los vecinos expresen si quieren o no tener un casino.

En enero del año 2004, un Miguel Saiz recién asumido como gobernador seguramente se sorprendió al escuchar los aplausos y las voces de apoyo que se elevaron cuando el párroco local -en su invocación religiosa en el acto del Aniversario de El Bolsón- se manifestó en contra de la instalación de un casino en la localidad. Y la sorpresa debe haberse originado en el hecho de que el público que estaba en ese acto –y que normalmente concurre a ese tipo de eventos- no encaja en las categorías despreciativas que los funcionarios suelen utilizar ante cualquier protesta: máquina de impedir, opositores de siempre, contrarios a todo progreso, etc. Nada de eso: ciudadanos habitualmente silenciosos y muchas veces complacientes con el gobierno manifestaron ruidosamente que no querían un casino entre ellos.

Rápido de reflejos, Saiz dijo en aquel momento que el gobierno provincial haría lo que El Bolsón decidiera, lo cual incluía, obviamente, la posibilidad de revocar o confirmar la autorización del anexo local del casino de Bariloche que su antecesor, Pablo Verani, le había dejado como regalito el último día de su gestión.

Porque la Iniciativa Popular transcurre en esa disyuntiva: Sí o no a una decisión tomada por un gobierno que se iba, en las penumbras de la entrega del poder. Sí o no a una autorización que nunca admitió escuchar la voluntad de los vecinos.

Luego, las autoridades locales se empecinaron en que El Bolsón no le pudiera dar a Saiz la respuesta que decía esperar y así se fueron archivando varios amagues de convocar a un referéndum sobre un tema que no iba a alinear a los sectores sociales como tradicionalmente lo están.

Planteada la posibilidad de darle un corte a esta cuestión a través de la Iniciativa, resalta la determinación del gobierno municipal en dificultar todo lo que se pueda la expresión de la ciudadanía.

Si no, vale la pena comparar con la anterior Iniciativa Popular, cuando la comunidad se alzó contra la decisión de quienes eran gobierno en 1995 de entregarle la Manzanita a la empresa Electrogas. Aún en ese momento el gobierno, que estaba claramente identificado con la entrega del patrimonio público a esa empresa de dudoso patrimonio privado, tuvo la elegancia de habilitar más de un libro de firmas para permitir que los vecinos adhirieran a la Iniciativa. Uno de ellos, delegado al Foro de Juntas Vecinales.

Romera muchas veces denostó con razón a ese gobierno. Pero en este plano, amaga ser peor: Hoy, la Resolución del Ejecutivo abre un solo libro que, para colmo, está en una oficina con un horario de atención sumamente restringido. Parece a propósito para que resulte casi imposible que 3000 vecinos puedan ir a firmar en el acotado horario de lunes a viernes de 9 a 13.

Por un lado es de esperar que el gobierno reflexione y dé muestras de que está dispuesto a servir a los intereses públicos (¿hará falta mencionar que en democracia, el derecho a participar en las decisiones es uno de los intereses públicos más elementales?) facilitando y no complicando la participación de los vecinos. Por otro lado, es de esperar que aún en circunstancias adversas, la ciudadanía dé muestras de que le interesa hacerse oír al momento de tomar decisiones.

Porque es en las situaciones complicadas donde un pueblo puede verse orgulloso de sí mismo o claudicando una vez más. Es mucho más que un casino lo que estamos apostando. Es la autodeterminación de los ciudadanos y por eso no deberíamos bajar los brazos. Si logramos dejar sentado que la comunidad pelea por su derecho a expresarse y decidir, habremos ganado mucho, más allá de que el resultado de esa expresión sea sí o no al casino.

Si lo que resulta es confirmar que los pueblos se desinteresan de su futuro, no sólo casino. Nos esperan cosas muy graves. Más aún de las que venimos soportando hasta el presente.

Nota publicada por el Diario Piltriquitrón.

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