El faraón Tutankamón y su mujer protegidos por el disco solar
La obra de arte que acompaña esta entrega es un relieve de oro del Museo de El Cairo que muestra al faraón Tutankamón y su mujer protegidos por el disco solar.
Un gran abrazo a todos.
Antonio Elio Brailovsky
(Relieve de oro, sepulcro del faraón. Museo de El Cairo)
Por Antonio Elio Brailovsky
Queridos amigos:
Como ustedes saben, el testamento artístico del gran director de cine Akira Kurosawa es su película Madadayo. Como en el juego de las escondidas, la muerte le pregunta al protagonista: "Estás listo". Y él responde "Todavía no" (en japonés, "Madadayo").
Uno de los momentos culminantes de esa película es la movilización de los discípulos del anciano profesor para evitar que una construcción moderna le quite el sol que recibe su vivienda. Se trata de uno de los pocos testimonios artísticos que existen sobre la lucha por el derecho al sol.
Esta historia está relacionada con las torpes medidas de ahorro de energía que acaba de adoptar el gobierno argentino. Por un lado, es bueno que alguna vez alguna autoridad descubra que la ecuación energética tiene tanto oferta como demanda. En consecuencia, en vez de aumentar indefinidamente la producción de energía (con los conocidos impactos ambientales), se podría tratar de ahorrar en el consumo.
Pero se trata de una buena idea con una implementación extraodinariamente débil. Apenas cambiar el huso horario (lo que perjudica a las provincias del oeste), modificar algunas luminarias de la calle y regalar algunos millones de lamparitas de bajo consumo, en reemplazo de las incandescentes (lo que, si se llegan a usar, representaría un ahorro de apenas el 1,7 por ciento).
Está claro que falta una reflexión sobre los mecanismos de despilfarro de energía en nuestra sociedad. Una breve recorrida por un shopping o un centro comercial nos mostrará bastante más que una cuestión de lamparitas. ¿Cuánta energía gastan las heladeras que no se cierran? ¿Y los comercios con aire acondicionado que no tienen puertas? ¿O el aire acondicionado de las habitaciones vacías de los hoteles? ¿Alguien calculó el ahorro de energía que representaría obligar a que todos los edificios que se construyen tengan ventanas que se abran?
Pero además, tenemos formidables avances en el desarrollo de las tecnologías eólica y solar, tanto activa como pasiva, que parecen no ocupar ningún lugar en esta política energética.
Bastarían algunas modificaciones a los Códigos de Edificación de nuestras ciudades para estimular diseños adecuados a las condiciones bioclimáticas locales, que representen ahorros energéticos mucho más sustanciales que el cambio de las lamparitas. ¿Cuántos ventiladores o aires acondicionados ahorra un alero bien colocado (que haga sombra cuado se necesita) o una ventilación cruzada? ¿Cuánta energía ahorran cocinas y calefones solares? ¿Cuánta pérdida de energía ahorra un buen cerramiento?
En la vivienda rural aislada, ¿para qué usar 220 voltios? ¿Por qué no pensar en cargadores eólicos de baterías (como las usadas en los camiones o los ómnibus, por ejemplo), que proporcionen los mismos servicios que la electricidad de red?
Y podríamos seguir indefinidamente hasta llegar a la conclusión de que el problema central no es energético sino institucional y hace a la calidad de las decisiones que se toman. Quienes decidieron estas precarias medidas no pensaron en consultar a los científicos que hace muchos años vienen trabajando el tema. Y quienes conocen del tema aún no salieron a decir con claridad que se está perdiendo la oportunidad de una reflexión inteligente, con medidas mucho más útiles y efectivas.
De modo que lo importante es abrir un diálogo más amplio sobre la cuestión energética. Por eso les estoy mandando un trabajo que analiza los problemas legales vinculados con el derecho al sol. Sucede que para que alguien haga inversiones en el aprovechamiento adecuado de la energía solar, es necesario asegurarle que vaya a tener sol y que nadie se lo tape. De lo contrario, ¿por qué invertir en algo que no podremos llegar a usar?
Sin embargo, nuestro Código Civil y el de muchos otros países no considera al asoleamiento como un derecho adquirido. Es decir, que te lo pueden tapar sin que haya forma de impedirlo y ni siquiera están obligados a indemnizar al que dejen en la sombra.
Por eso, reconocer el derecho al sol es el primer paso hacia un uso racional de la energía.
En esta entrega ustedes reciben:
Un trabajo de Néstor A. Mesa y Carlos de Rosa, en el que analizan la legislación vigente sobre derecho al sol, y que fue presentado en un congreso de la Asociación Argentina de Energías Renovables y Ambiente, ASADES.
Por Antonio Elio Brailovsky
Queridos amigos:
Como ustedes saben, el testamento artístico del gran director de cine Akira Kurosawa es su película Madadayo. Como en el juego de las escondidas, la muerte le pregunta al protagonista: "Estás listo". Y él responde "Todavía no" (en japonés, "Madadayo").
Uno de los momentos culminantes de esa película es la movilización de los discípulos del anciano profesor para evitar que una construcción moderna le quite el sol que recibe su vivienda. Se trata de uno de los pocos testimonios artísticos que existen sobre la lucha por el derecho al sol.
Esta historia está relacionada con las torpes medidas de ahorro de energía que acaba de adoptar el gobierno argentino. Por un lado, es bueno que alguna vez alguna autoridad descubra que la ecuación energética tiene tanto oferta como demanda. En consecuencia, en vez de aumentar indefinidamente la producción de energía (con los conocidos impactos ambientales), se podría tratar de ahorrar en el consumo.
Pero se trata de una buena idea con una implementación extraodinariamente débil. Apenas cambiar el huso horario (lo que perjudica a las provincias del oeste), modificar algunas luminarias de la calle y regalar algunos millones de lamparitas de bajo consumo, en reemplazo de las incandescentes (lo que, si se llegan a usar, representaría un ahorro de apenas el 1,7 por ciento).
Está claro que falta una reflexión sobre los mecanismos de despilfarro de energía en nuestra sociedad. Una breve recorrida por un shopping o un centro comercial nos mostrará bastante más que una cuestión de lamparitas. ¿Cuánta energía gastan las heladeras que no se cierran? ¿Y los comercios con aire acondicionado que no tienen puertas? ¿O el aire acondicionado de las habitaciones vacías de los hoteles? ¿Alguien calculó el ahorro de energía que representaría obligar a que todos los edificios que se construyen tengan ventanas que se abran?
Pero además, tenemos formidables avances en el desarrollo de las tecnologías eólica y solar, tanto activa como pasiva, que parecen no ocupar ningún lugar en esta política energética.
Bastarían algunas modificaciones a los Códigos de Edificación de nuestras ciudades para estimular diseños adecuados a las condiciones bioclimáticas locales, que representen ahorros energéticos mucho más sustanciales que el cambio de las lamparitas. ¿Cuántos ventiladores o aires acondicionados ahorra un alero bien colocado (que haga sombra cuado se necesita) o una ventilación cruzada? ¿Cuánta energía ahorran cocinas y calefones solares? ¿Cuánta pérdida de energía ahorra un buen cerramiento?
En la vivienda rural aislada, ¿para qué usar 220 voltios? ¿Por qué no pensar en cargadores eólicos de baterías (como las usadas en los camiones o los ómnibus, por ejemplo), que proporcionen los mismos servicios que la electricidad de red?
Y podríamos seguir indefinidamente hasta llegar a la conclusión de que el problema central no es energético sino institucional y hace a la calidad de las decisiones que se toman. Quienes decidieron estas precarias medidas no pensaron en consultar a los científicos que hace muchos años vienen trabajando el tema. Y quienes conocen del tema aún no salieron a decir con claridad que se está perdiendo la oportunidad de una reflexión inteligente, con medidas mucho más útiles y efectivas.
De modo que lo importante es abrir un diálogo más amplio sobre la cuestión energética. Por eso les estoy mandando un trabajo que analiza los problemas legales vinculados con el derecho al sol. Sucede que para que alguien haga inversiones en el aprovechamiento adecuado de la energía solar, es necesario asegurarle que vaya a tener sol y que nadie se lo tape. De lo contrario, ¿por qué invertir en algo que no podremos llegar a usar?
Sin embargo, nuestro Código Civil y el de muchos otros países no considera al asoleamiento como un derecho adquirido. Es decir, que te lo pueden tapar sin que haya forma de impedirlo y ni siquiera están obligados a indemnizar al que dejen en la sombra.
Por eso, reconocer el derecho al sol es el primer paso hacia un uso racional de la energía.
En esta entrega ustedes reciben:
Un trabajo de Néstor A. Mesa y Carlos de Rosa, en el que analizan la legislación vigente sobre derecho al sol, y que fue presentado en un congreso de la Asociación Argentina de Energías Renovables y Ambiente, ASADES.
La obra de arte que acompaña esta entrega es un relieve de oro del Museo de El Cairo que muestra al faraón Tutankamón y su mujer protegidos por el disco solar.
Un gran abrazo a todos.
Antonio Elio Brailovsky
Ingrese a http://www.puertae.com.ar/ para acceder al trabajo de Néstor A. Mesa y Carlos de Rosa
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