Por Antonio Elio Brailovsky
Queridos amigos:
Hemos dicho en muchas oportunidades que la destrucción de nuestro medio ambiente está originada en intereses económicos y que, para lograr su objetivo, esos intereses necesitan separarnos del medio natural al que pertenecemos. No es casualidad, entonces, el olvido generalizado de los ritmos de la naturaleza, entre los cuales se encuentra el pulso anual de las estaciones.
Por eso nuestra intención de mantener viva esa percepción.
En esta entrega ustedes reciben:
Un texto del novelista italiano Gabriel D´Anunnzio, tomado de una novela suya dedicada a describir los distintos matices del otoño en Venecia. Hemos olvidado a D´Anunnzio a pesar de la maestría de su estilo, porque creyó sólo en el arte puro y no supo o no quiso ponerlo en función de los sentimientos humanos.
Las tremendas convulsiones sociales del siglo XX lo encontraron admirando los cuadros de Sandro Botticelli. Pensó, que, al igual que los grandes maestros del Renacimiento, podía ponerse al servicio de alguno de los siniestros poderosos de su tiempo. Muertos hacía siglos los Borgia y los Médicis, D´Anunnzio eligió como mecenas al dictador Benito Mussolini y el huracán de la historia los terminó arrastrando juntos.
La obra de arte que acompaña esta entrega es una de las vistas de la iglesia de San Giorgio Maggiore pintadas por Francesco Guardi en 1777, en la que el artista recrea la particular luz otoñal en Venecia. Es probable que este cuadro haya inspirado a D´Anunnzio el texto que hoy acompañamos.
Queridos amigos:
Hemos dicho en muchas oportunidades que la destrucción de nuestro medio ambiente está originada en intereses económicos y que, para lograr su objetivo, esos intereses necesitan separarnos del medio natural al que pertenecemos. No es casualidad, entonces, el olvido generalizado de los ritmos de la naturaleza, entre los cuales se encuentra el pulso anual de las estaciones.
Por eso nuestra intención de mantener viva esa percepción.
En esta entrega ustedes reciben:
Un texto del novelista italiano Gabriel D´Anunnzio, tomado de una novela suya dedicada a describir los distintos matices del otoño en Venecia. Hemos olvidado a D´Anunnzio a pesar de la maestría de su estilo, porque creyó sólo en el arte puro y no supo o no quiso ponerlo en función de los sentimientos humanos.
Las tremendas convulsiones sociales del siglo XX lo encontraron admirando los cuadros de Sandro Botticelli. Pensó, que, al igual que los grandes maestros del Renacimiento, podía ponerse al servicio de alguno de los siniestros poderosos de su tiempo. Muertos hacía siglos los Borgia y los Médicis, D´Anunnzio eligió como mecenas al dictador Benito Mussolini y el huracán de la historia los terminó arrastrando juntos.
La obra de arte que acompaña esta entrega es una de las vistas de la iglesia de San Giorgio Maggiore pintadas por Francesco Guardi en 1777, en la que el artista recrea la particular luz otoñal en Venecia. Es probable que este cuadro haya inspirado a D´Anunnzio el texto que hoy acompañamos.
Quiero saludarlos en el comienzo del otoño.
Un gran abrazo a todos.
Antonio Elio Brailovsky
“De la otra parte de la selva rígida de los navíos quietos sobre sus áncoras, la iglesia de San Giorgio Maggiore aparecía en forma de una vasta galera rosada. Se abría en medio del canal, como una plácida boca donde los navíos cargados, descendidos por las vías de los ríos, parecían traer, con el montón de troncos cortados y desgarrados, el espíritu de los bosques que crecen sobre las lejanas aguas corrientes”.
“La ribera extendía su arco suave hacia los jardines sombreados, hacia las islas fértiles, como para conducir el reposo de las formas naturales, el pensamiento excitado por los arduos símbolos del Arte. Y casi como para favorecer la evocación del otoño, pasaba una fila de barcas colmadas de frutas, semejantes a grandes canastas nadando, esparciendo el olor de los huertos insulares sobre las aguas, donde se reflejaba el follaje perpetuo de las cúspides y los capiteles”.
Gabriel D´Anunnzio: “El Fuego”, Buenos Aires, Ed. Joyas Literarias, 1926.
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