jueves, marzo 13, 2008

Un nuevo tiempo en un nuevo lugar (3ra nota)


Por Daniel Aníbal Galatro *

Tercera nota.

¿Cómo ir haciéndose un espacio personal, una identidad, en un lugar en el que sus habitantes y nosotros éramos, mayoritariamente, mutuamente desconocidos?

Nos pareció que debíamos seguir dos líneas principales:
- nuestros amigos allí que podrían hablar acerca de nosotros, de nuestra personalidad, de nuestras capacidades, y de todo aquello que los había llevado a brindarnos un espacio en su corazón, y
- nuestros propios recursos en internet para ir llegando poco a poco, aunque con la premura que la situación requería, a particulares, comerciantes e industriales esquelinos, ofreciéndoles nuestros servicios en los variados rubros que cubrimos, procurando hallar cuáles de ellos podrían ser de su interés a priori, es decir, sin el conveniente contacto personal que solamente se daría a partir de abril.

Al comenzar el “operativo” – nos gusta poner algún nombre automotivador a cada proyecto que encaramos – tuvimos varias respuestas provenientes de ambas líneas de trabajo elegidas. Eso nos alentó mucho y nos llevó a poner todos nuestros esfuerzos en lograr alcanzar la meta que significaría la paz y la libertad que anhelamos a esta altura de nuestras vidas.

Como suele ocurrir en todos nuestros intentos de concreción de algo que nos importa realmente, el mundo parece comenzar de pronto a probar hasta dónde estamos preparados para realizarlo y cuán fuertes somos para eso. Como en una carrera olímpica, aparecieron numerosas vallas que deberíamos superar necesariamente, algunas previsibles y otras que no esperábamos pero que se irguieron también delante de nosotros para entorpecer el camino.

E iniciamos la carrera con la confianza de poder avanzar cada día un tramo suficiente, basados en nuestras fuerzas, en nuestra capacidad de trabajo y, fundamentalmente, en nuestras ganas de lograrlo.

Estamos ya tan adentrados en el lago que no hay retorno posible. La costa procurada se ve aún borrosa pero allí está, llamándonos, alentándonos a no desfallecer.

De pronto, un día, una densa humareda comenzó a surgir en el cielo allá al sudeste. El fuego devoraba hectáreas boscosas del paraíso buscado. Esquel estaba en peligro y, lo que no hubiésemos imaginado pocos meses atrás, también nuestro sueño.

“¿No es donde quieren ir a vivir Olga y Daniel?” – comentaban nuestros familiares, amigos y conocidos de lugares distantes. Porque a esta altura, primeros días de marzo de 2008, nuestros nombres ya estaban, para muchos, unidos al nombre de Esquel, ese lugar de abrojos al que solamente faltaba que llegáramos físicamente, pues comprendimos que nuestro corazón se nos había adelantado y ya estaba allí.

Hasta la próxima nota.

* 5.331.274

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